martes, 16 de mayo de 2023

“El problema del agua en Palestina es un problema político que no controlamos”


 Foto de Wisam Jaafari

“El problema del agua en Palestina es un problema político que no controlamos”

Fayrouz Elias Salim

eldiario.es, blog 5 millones UNRWA. 22 de marzo de 2023

Entrevista a Shatha Alazzeh, bióloga palestina experta en protección del medio ambiente e hidroponía y jefa de la Unidad de Salud y Medio Ambiente del centro LAJEE, en Cisjordania 

La distribución del agua es extremadamente desigual en Cisjordania, según un informe, el 87 % de las aguas del acuífero de montaña fue utilizado por israelíes y solo el 13 % por palestinos

Según un informe de la oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, el agua en Cisjordania no está disponible de manera suficiente y continua. Se estima que casi 660.000 palestinos tienen acceso limitado al agua, con 420.000 personas que consumen menos de 50 litros en promedio diarios per cápita, muy por debajo de los 100 litros recomendados por la OMS.  

La escasez de agua es una característica de la vida de todos los palestinos, tanto en las zonas urbanas como en las rurales, y está directamente relacionada con la falta de lluvia, la falta de infraestructura hídrica adecuada y las restricciones de Israel a la perforación de pozos. Aproximadamente 14.000 palestinos en unas 180 comunidades en el Área C, bajo control total de Israel, no tienen conexión a una red de agua, carecen de infraestructura y se consideran en alto riesgo de escasez. 

“El problema del agua en Palestina es un problema político que no controlamos a nuestro nivel. Es Israel quien controla la distribución del agua en el territorio Palestino, aunque los pozos artesanos y los manantiales se encuentran en zonas gestionadas por la Autoridad Palestina”, dice Shatha Alazzeh, bióloga palestina experta en protección del medio ambiente e hidroponía y jefa de la Unidad de Salud y Medio Ambiente del centro LAJEE. 

Según el informe, los acuerdos sobre el agua en los Acuerdos de Oslo han resultado inequitativos. Esto se debe en parte  a la reticencia israelí a aceptar proyectos propuestos por palestinos; a los desafíos técnicos por parte de los palestinos en la búsqueda de explotar los recursos asignados del acuífero oriental; a las restricciones de movimiento y acceso impuestas por Israel; y a la retirada de la Autoridad Palestina del Comité Conjunto del Agua durante casi una década. Estas limitaciones han llevado a una distribución del agua extremadamente desigual, por lo que, como se estimó en 2014, el 87 % de las aguas del acuífero de montaña fue utilizado por israelíes y solo el 13 % por palestinos. 

Precisamente en 2014, Shatha acababa de terminar un máster en biología y laboratorios en la Universidad de Belén cuando fue contratada por LAJEE para contribuir a un estudio de campo sobre la calidad del agua en los campamentos de refugiados de Aida y Beit Jubrin.  

Junto con sus colegas, Shatha fue a todas las casas rellenando cuestionarios y analizando el agua de los domicilios en los laboratorios de la universidad. Los resultados de este estudio fueron preocupantes: el agua llega a las casas una vez cada quince días y, a veces, una vez al mes, donde se almacena en depósitos de plástico en los tejados, lo que facilita su contaminación, y de hecho amenaza seriamente la salud de los habitantes si se utiliza para beber. 

“La solución inmediata que propusimos en su momento fue la de almacenar el agua para beber cuando viene del manantial en condiciones de seguridad, en bidones o botellas de vidrio, y dejar el agua de los depósitos del tejado para otros usos”, comenta.  

Shatha intenta cambiar la vida de los habitantes del campamento desarrollando acciones innovadoras. Las visitas sobre el terreno abrieron sus ojos a otros problemas medioambientales del campamento de Aída. 

“Al trabajar con las familias, y especialmente con las mujeres, para encontrar soluciones a los problemas medioambientales, me di cuenta de que la Nakba provocó una ruptura con la tierra para la nueva generación. Los abuelos que se vieron obligados a abandonar sus pueblos en 1948 eran agricultores que trabajaban y vivían de la tierra. Sin embargo, en el campamento sólo hay bloques de hormigón. Creamos el primer huerto en una azotea y luego empezamos a cultivar en invernaderos”. 

El problema que surgió fue la falta de agua, sobre todo en verano. Esto desanimó a algunas familias a unirse al proyecto, o les hizo parar en el camino y convertir los invernaderos en tiendas de campaña para tener más espacio para vivir. “Teníamos que encontrar una solución, y el cultivo hidropónico que practicamos desde hace tres años respondía a esta necesidad, ya que permite ahorrar un 70% de agua”.  El cultivo hidropónico consume 90% menos agua que la agricultura convencional y permite generar productos a alto rendimiento al tiempo que utiliza menos terreno. 

“El objetivo inicial es crear seguridad alimentaria para las pequeñas familias y permitirles ejercer su derecho a cultivar alimentos. Actualmente, tenemos unos 50 invernaderos hidropónicos en los tejados de las casas de los dos campamentos Aida y Beit Jubrin”.

“Lo que más me motiva es cuando los participantes del proyecto me dicen: ‘Cuando toco la tierra, siento que he encontrado algo que me faltaba en mi vida’ o cuando otro me dice: ‘Me siento orgulloso cuando recojo verduras de mi tejado o del huerto colectivo. Vuelvo a casa con la cesta llena para mi familia, comemos sano y mejoramos nuestra salud’. 

Las restricciones de acceso al agua y a la tierra conforman otra de las claves de la ocupación israelí. Palestinos y palestinas sobreviven en una convivencia donde sus derechos son violados, mientras sus vecinos israelíes disfrutan del acceso a todos los recursos con abundancia. 



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