viernes, 11 de marzo de 2016

En Hebrón, ‘hasta los niños tienen números’

Cada atardecer, Alaa, de 23 años, sale al balcón de su modesta casa de piedra con vistas a la calle Shuhada de Hebrón. “Cuento los minutos que faltan para que [mi marido] llegue a casa. Espero junto a la ventana y le digo que no llegue tarde”, nos confiesa Alaa, pidiéndonos que no revelemos su apellido. 

La calle Shuhada, de Hebrón, fue en un tiempo una animada vía que atravesaba el corazón de la ciudad más grande de Cisjordania. (Foto: Getty)
La calle Shuhada (calle de los Mártires, en árabe) fue una vez una vía animada que atravesaba el corazón de la ciudad más grande de Cisjordania, comunicando el mercado al aire libre de Hebrón con la mezquita de Ibrahimi.
Los palestinos se agolpaban en tiendas abarrotadas y fábricas de vidrio, y vivían en pisos situados encima de las tiendas. El área es también el hogar de 500 colonos israelíes muy extremistas y ha sido, durante mucho tiempo, un lugar caliente por los enfrentamientos entre los palestinos y el ejército israelí.
El mes pasado, los pocos palestinos que todavía viven en la calle, o cerca de ella, tuvieron que soportar un nuevo paquete de restricciones y registros impuestos por las fuerzas israelíes de ocupación.

El 30 de octubre, el ejército israelí anunció el establecimiento de una zona militar cerrada en el área de Hebrón bajo control total de las fuerzas de seguridad israelíes.
“Nadie podía venir a visitarnos. Mi padre no pudo venir a vernos”, dice Alaa.
Para imponer el cierre, el ejército israelí introdujo un nuevo sistema de números identificadores para los 30.000 palestinos residentes del acordonado sector H2, que abarca alrededor del 20 por ciento de Hebrón e incluye la calle Shuhada y varios asentamientos israelíes. El restante 80 por ciento de la ciudad está bajo la jurisdicción de la Autoridad Palestina.
Además de presentar sus carnés de identidad en los 17 puestos de control del sector y someterse a cacheos y registros, los palestinos deben ahora dar a los soldados su nuevo número de identidad cuando entran y salen por los controles que rodean la calle Shuhada.
El ejército no distribuyó documentos con el nuevo número de identidad. Cuando se le da a un soldado el número, este lo coteja con una lista impresa.
“Si alguien no tiene un número de identidad, le arrestan o le impiden el paso. Así es cómo las fuerzas de ocupación detuvieron al menos a 20 voluntarios internacionales que realizaban tareas de supervisión del sector H2”, dice Sohaib Zahda, del grupo de activistas de Hebrón Jóvenes Contra los Asentamientos.
Quienes olvidan sus números de identidad u optan por entrar y salir a hurtadillas del sector H2 campo a través, deben tener mucho cuidado para no ser atrapados en un área que está fuertemente vigilada.
“Hasta los niños pequeños tienen números”, dice Anas Murakatan, de 27 años, que vive en un piso cerca de un puesto de control situado en la entrada de la calle Shuhada. “Yo soy el 58, ella es el 59”, dice Anas señalando a su esposa embarazada, Fadwa Murakatan. Sus hijos son el 60 y el 61.
“Cuando nazca el bebé, también tendrá un número”.
Fadwa debía haber dado a luz hace cuatro semanas, lo que llevó a su marido a decir, en broma, que “el bebé tiene miedo, no quiere salir”. Fadwa explicó que cuando vaya a dar a luz, tendrá que pasar por un puesto de control de la calle Shuhada y solo después podrá ser trasladada por una ambulancia. La última vez que necesitó una ambulancia, tuvo que esperar 30 minutos en el puesto de control.
Debido a las nuevas regulaciones, dijo Fadwa, “no se nos permite traer invitados. Cuando dé a luz, no van a permitir que mi familia venga a visitarme”.
Al final de la segunda intifada, en 2005, el ejército israelí prohibió a los vehículos palestinas transitar por la calle Shuhada. (Foto: Getty)
Un portavoz del ejército israelí dijo a Al Yazira: “Se han implementado medidas de precaución con el fin de prevenir futuros ataques y mantener la seguridad y el bienestar del área”. Pero el grupo israelí de derechos humanos B’Tselem dijo, en un comunicado emitido el mes pasado, que las nuevas medidas constituyen “un castigo colectivo para los residentes de Hebrón”.
“Todo aquel cuyo nombre no aparezca en la lista no puede cruzar el puesto de control y se ve obligado a dar un largo rodeo para llegar a su casa. Algunos residentes del barrio no se han registrado en la lista como forma de protesta, no entienden que necesiten permiso para entrar y salir de sus casas”, decía el comunicado.
“En otros casos, los soldados del puesto de control no han incluido, por error, los nombres de algunos residentes en la lista, por lo que estas personas tampoco pueden pasar por el puesto de control”.
Más allá del centro de Hebrón, el ejército israelí ha montado una serie de puestos de control móviles entre Hebrón y Belén, causando largas demoras a los automovilistas.
En 1994, después de la firma de los Acuerdos de Oslo, el ejército israelí cerró los negocios y las tiendas de la calle Shuhada.

Una década más tarde, al final de la segunda intifada, en 2005, el ejército cerró las fábricas de vidrio y prohibió a los vehículos palestinos circular por la calle. Centenares de personas se vieron obligadas a irse y las que se quedaron tienen que entrar, a menudo, por los callejones.
“Los palestinos están excluidos de la calle Shuhada. Tienen prohibido incluso caminar por parte de ella”, dice Sarit Michaeli, portavoz de B’Tselem. “El objetivo de todo esto es facilitar la presencia de colonos israelíes. Es una política oficial llamada “política de separación”, que el gobierno israelí ha adoptado”.
A pesar de estos cambios, los políticos extremistas israelíes dicen que la presencia militar en Hebrón y sus alrededores es insuficiente. En declaraciones a la Radio del Ejército el pasado lunes, Naftalí Bennett, el líder del partido ultraderechista Hogar Judío, hizo un llamamiento a una segunda operación “Escudo Defensivo”, refiriéndose a la operación militar israelí a gran escala que tuvo lugar en Cisjordania en 2002.
Las declaraciones de Bennett reflejan el deseo creciente de la extrema derecha israelí de lanzar una gran ofensiva en las ciudades palestinas.
Aunque Hebrón ha sido durante mucho tiempo un lugar de enfrentamientos entre colonos israelíes y palestinos, los Murakatan dicen que su barrio ha sido testigo de tres ataques por semana de los colonos desde que se estableció la zona militar cerrada. Estos ataques, explican, tienen lugar por la noche y en ellos participan un montón de colonos, que desfilan por la calle Shuhada, a menudo tirando piedras contra las casas palestinas.
“Hace un mes, nuestra hija se cayó en las escaleras, así que mi marido la llevó al hospital”, cuenta Fadwa. “Cuando volví del hospital, con Diala, un colono intentó agredirme”, dice Anas.
En otro incidente, unos soldados israelíes acusaron a Fadwa de ocultar un arma cuando salió de su casa para tirar la basura en un contenedor de la calle Shuhada. “Les pregunté: ¿dónde está el cuchillo? ¿Dónde está el cuchillo?”, dice, agitando sus brazos.
Al anochecer, esta familia de cuatro miembros se reúne en la azotea, el único lugar de juego al aire libre para los dos niños, que se entretienen dando patadas a un bote de gas lacrimógeno y una caja de embalajes con la etiqueta “peligroso”.
Una etiqueta de la caja indica que su contenido era para el ejército israelí. La caja cayó en su casa en uno de los enfrentamientos que tienen lugar casi a diario entre los jóvenes palestinos y las tropas israelíes.
Abajo, dos colonos caminan por la calle Shuhada junto a un grupo de soldados. No hay ningún palestino en la calle.
Mientras tanto, Anas recuerda qué diferente era su barrio antes. “Era muy agradable, había mucha gente aquí”, dice. “Entonces eran los colonos los que tenían miedo de nosotros, pero ahora somos nosotros los que tenemos miedo de ellos”.
Acerca del traductor: Javier Villate mantiene el blog Disenso, con artículos, análisis y traducciones sobre Palestine, Israel y Medio Oriente. Le puedes seguir en Twitter como (@bouleusis)
Toda reproducción de esta página debe incluir un enlace a la misma y al original en inglés si se trata de una traducción.
uente: Allison Deger, Al Jazeera / Traducción: Javier Villate, Blog Disenso

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