domingo, 15 de febrero de 2015

“Formaba parte de una organización terrorista”


The Electronic Intifada

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.

Yonatan Shapira nació en una base militar israelí el año antes de que su padre pilotase aviones de combate en la guerra de octubre de 1973. Treinta años más tarde, doce de ellos como piloto de la fuerza aérea, Shapira rechazó al ejército. En 2003 escribió una carta comprometiéndose a no sobrevolar el territorio ocupado de Cisjordania y de la Franja de Gaza. Shapira es uno de los pocos israelíes que han declarado su apoyo al llamamiento palestino al Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) contra Israel. Asimismo ha sido objeto de ataques por parte del ejército israelí por intentar llegar navegando hasta Gaza y romper con ello el embargo. -Ryan Rodrick Beiler: ¿Cómo fue crecer en una familia de militares?
-Yonatan Shapira: La educación que recibí tenía mucho que ver con la paz, la igualdad, la libertad y buena parte de valores socialistas –preocuparse por el otro, cuidar de los pobres– pero al mismo tiempo chocaba con el gran muro de la negligencia sobre Palestina. Mientras aprendía en clase esos hermosos valores, el ejército israelí estaba consagrado a la ocupación, a la apropiación de tierras, a losasentamientos, las masacres, la deportación de militantes palestinos.
Pero yo no sabía nada de todo eso. Creía de verdad que debía defender mi país. Quería ser como mi padre. Quería ser piloto de la fuerza aérea y cuando me aceptaron, mi sueño se hizo realidad. Me convertí en piloto de helicóptero y realicé misiones de rescate y transporte de mandos. 
-RRB: ¿Cuándo comenzó a cuestionar las acciones de los militares? 
-YS: Me di cuenta de que algo estaba podrido cuando el gobierno israelí comenzó lo que se llamó la “política de asesinatos” entre 2001 y 2003. La resistencia palestina no consiguió la liberación y llevaron a cabo acciones más extremas como atentados suicidas y otras formas de lucha armada. El gobierno [israelí] decidió asesinar a todo aquel que estuviera relacionado con la resistencia armada.
Se mandaban pilotos con misiles para disparar al vehículo de cualquiera. Al principio, el coche en cuestión podría ser conducido fuera de la ciudad donde se disparaba únicamente al vehículo. Más tarde permitieron disparar a sospechosos aun estando más cerca de la ciudad. Finalmente, el asesinato se producía incluso aunque [el objetivo] estuviera en el centro del mercado, o cuando estaba en su casa por la noche con toda la familia alrededor.
En julio de 2002, Salah Shehadeh, jefe del brazo armado de Hamas en Gaza, fue bombardeado por la noche con un F-16  que lanzó una bomba de una tonelada sobre la casa donde estaba durmiendo con sus hijos y su esposa. La bomba mató a quince personas, la mayoría de ellos niños; alrededor de 150 resultaron heridas. Si necesitaba alguna respuesta a mis preguntas y dudas, aquello bastó: “esto es un ataque terrorista. Y yo formo parte de una organización terrorista”.
El comandante de la fuerza aérea nos dijo que habíamos actuado a la perfección y que los pilotos podíamos dormir tranquilos. Eso también contribuyó: cuando alguien te dice que puedes dormir tranquilo, tal vez es el momento de despertar y empezar a pensar. Para mí y para varios amigos fue el momento en que decidimos hacer algo.
-RRB: Cuando usted y otros 26 compañeros suyos publicaron la “Carta de los pilotos” en la que se condenaban los ataques de Israel contra la población civil, ¿cómo os afectó la exposición pública?
-YS: Para nosotros fue como nacer de nuevo. Pusimos fin a un capítulo en nuestra vida y nos convertimos, según nosotros lo vemos, en activistas por la paz, en activistas por los derechos humanos, en activistas por la libertad. A los ojos de mucha gente de nuestra sociedad nos convertimos en traidores.
No éramos los primeros soldados israelíes que actuaban según sus convicciones. En 1982 fueron muchos los que se negaron a participar en la guerra contra Líbano y fueron enviados a la cárcel. En 2002, otro grupo asumió ir a la cárcel en vez de cumplir con el servicio de reserva obligatoria en Cisjordania y Gaza.
Más recientemente, 43 soldados de la unidad de élite de inteligencia llamada Unidad 8200 declararon que no estaban dispuestos a participar en esas acciones criminales. Hay estudiantes de secundaria que deciden que no pueden ingresar en el ejército israelí por los actos de terrorismo contra civiles que practica. En estos momentos hay personas en la cárcel cumpliendo condenas entre medio año y un año.
Se necesita mucho valor para hacer algo así cuando tienes dieciocho años. Yo no tuve ese valor. No tenía información. No era consciente. Tuve que pasar 12 años en la fuerza aérea para darme cuenta de que no estaba luchando en el bando correcto.
-RRB: Si no estaba luchando en el bando correcto, como usted dice, ¿qué hizo para cambiar?
-YS: No basta con no formar parte de algo que uno cree que está mal. Hay que dar un paso más y convertirse en parte de la solución.
Pensamos que el siguiente paso sería reunirnos con ex combatientes palestinos y encontrar un terreno común. En 2005-2006 pusimos en marcha una organización llamada Combatientes por la Paz. Fue una de las experiencias más importantes de mi vida. Entrar en una sala con personas a las que anteriormente debíamos matar –se suponía que ellas debían matarnos a nosotros y nosotros a ellas, y de repente, uno se sienta y habla de su historia y de su familia y sus amigos. Al salir de esa sala era una persona diferente. El “nosotros” y el “ellos” de antes dejó de existir. Nos dimos cuenta de que en realidad tenemos más en común que diferencias.
Fue una cosa muy importante para nosotros, para los palestinos y para los israelíes. Pero más tarde, sin embargo, tomé conciencia de que el marco era problemático porque no se trata de un conflicto entre partes iguales. No se trata de dos países enfrentados. Se trata de una lucha colonial entre colonizador y colonizado. Cuando uno se da cuenta de que no se trata de algo basado en el poder paritario –que no lo es en absoluto– se crea un problema conceptual.
-RRB: ¿Cuál es su papel como activista israelí habida cuenta de que ambas partes no son iguales?
-YS: Convertirnos en objetores de conciencia es un gran paso. Hay que darse cuenta de que no se trata de uno mismo. No se trata de mí. Mi vida, con todo respeto, con mis pequeños problemas aquí y allí, es hermosa en comparación con la de las personas masacradas en Gaza. El siguiente paso para mí –no a todos les sucede igual, muchos no quieren dar este paso– fue tomar conciencia de que tenemos que unirnos en la lucha por la liberación.
-RRB: Con los problemas que usted menciona, ¿puede el diálogo seguir siendo una fuerza para la liberación?
-YS: Intento no dejar de lado esa herramienta porque siento que es un mecanismo de producción para crear más y más activistas. Y necesitamos más activistas. Así que incluso en el marco problemático, intento seguir dialogando pero (y es un gran pero) tenemos que asegurarnos de que el contexto traerá a la sala el desequilibrio de poder y la realidad sobre el terreno. Yo realmente creo que en este momento el diálogo podría ser una herramienta legítima en el contexto palestino-israelí sólo si hay un programa radical y revolucionario acordado por todos los facilitadores.
Si los niños vienen y tocan y cantan y hablan unos con otros pero después los niños israelíes acaban uniéndose al ejército y los niños palestinos acaban en la cárcel por participar en una manifestación o algo así, no habrá servido de nada. Todo lo que habremos conseguido es contribuir a que los israelíes alivien un poco su conciencia, al igual que los donantes europeos o estadounidenses.
A lo que nos estamos refiriendo es al tema de la normalización. Junto a nuestros compañeros palestinos (del interior de las fronteras de 1948) tratamos de no dejarnos llevar por esas aguas y no convertirnos en herramientas para que la corriente dominante israelí se sienta bien en lo tocante a la ocupación. Es un proceso delicado pero tenemos un programa claro. No tenemos que decir lo que pensamos: se evidencia cuando levantamos la voz para dejar claro que los graves problemas de la injusticia, como la actual Nakba, existen y tiene un efecto asombroso.
-RRB: Usted menciona la normalización pero algunos dicen que la cooperación con los israelíes –incluso con activistas– es una forma de normalización.
-YS: Algunos palestinos no quieren tener ningún contacto con israelíes porque consideran que todo es normalización y que no se puede luchar juntos. Lo entiendo. Puedo ver de dónde procede ese sentimiento. Puedo ver el dolor. Puedo ver la ira.
Hay también una base filosófica que respeto. Leamos a Steve Biko y Frantz Fanon: los blancos nunca comprenderán aquello por lo que los negros pasan; cualquier participación de los blancos en la lucha será para aliviar sus sentimientos de culpa, y la dañará más que apoyarla.
Son preocupaciones válidas. Todo tiene sus pros y sus contras; yo veo las ventajas de la lucha conjunta. Creo que se trata de la injusticia y de que tenemos que corregirla para beneficio de todos los pueblos involucrados.
-RRB: ¿Cuál es tu relación con el movimiento de BDS?
-YS: Soy miembro de Boicot desde dentro –gentes de la sociedad israelí que apoyan el boicot al igual que activistas blancos en Sudáfrica apoyaron el boicot contra el apartheid. No es un gran grupo pero es la semilla de la coexistencia futura. Hoy por hoy la palabra coexistencia no resulta muy cómoda. Hablemos pues de co-resistencia. Luchemos juntos. Resistamos la política de apartheid. Resistamos la política de racismo juntos y podremos después coexistir.
Me siento totalmente cómodo con los principios del Movimiento del BDS. Incluyen tres objetivos principales: acabar con el apartheid a los palestinos dentro de las fronteras de 1948; poner fin al control sobre Gaza y Cisjordania; y promover el derecho al retorno de los millones de refugiados palestinos en todo el mundo.
Entre la gente de izquierdas se acepta de común acuerdo que la ocupación es nociva, que debe terminar. No hace falta ser un israelí radical para apoyarlo. También es lugar común la convicción de que no existe igualdad real para los palestinos ciudadanos de Israel. Pero promover el derecho al retorno tes oca la noción misma de un Estado judío. Incluso para la muy progresista izquierda israelí es algo duro. Hay que hacer un esfuerzo emocional por combatir algunos de los remanentes sionistas que uno ha interiorizado para darse cuenta de que no se puede tener paz y libertad con alguien que vale más que otra persona. Por ello ya no esperamos más a la gente del interior de Israel.
-RRB: Ha pasado casi tantos años de activista como en el ejército. ¿Qué te sostiene? ¿Hay señales de esperanza?
-YS: A pesar de que hago cosas como participar en la flotilla a Gaza y pagarlo un poco pasando algunos días en la cárcel, es sorprendente la cantidad de veces que caminando por la calle me encuentro con gente que no veo desde hace años y se acercan, me abrazan y me dan las gracias Representamos algo que la gente piensa aunque no se hayan radicalizado hasta ese extremo. Así que no somos sólo un pequeño grupo de lunáticos.
Si vas a algún campus estadounidense el ambiente es totalmente diferente de lo que era hace diez años. He recorrido varias veces Estados Unidos desde 2004 y cada vez veo una actitud diferente y un cambio para bien. Muchos de los activistas de los comités por Palestina son estudiantes judíos. Sus padres apoyaban al AIPAC y a los grupos de presión judíos de derecha, pero la segunda generación está con los palestinos y trabajan codo con codo.
En 2005, en una gira de conferencias que di, Jewish Voice for Peace tenía siete capítulos, hoy tienen más de cuarenta. Representan el futuro y la nueva generación de los judíos estadounidenses.
El movimiento BDS no espera a los políticos. Millones de personas en Europa, en Estados Unidos y en el resto del mundo nos apoyan. Puede que comparado con los judíos israelíes sigamos siendo una minoría, pero en general, en el mundo, hay un apoyo creciente. Y no es en contra de los judíos ni contra los israelíes. Es por un futuro de existencia mutua en este pedazo de tierra. Y sobre la cuestión deuno o dos Estados: ya hay un Estado. La única pregunta es si va a seguir siendo un Estado de apartheid o si llegará a ser un lugar de igualdad para todos.

Ryan Rodrick Beiler es fotoperiodista independiente y miembro del colectivo ActiveStills. Ha vivido en Palestina desde 2010 hasta 2014. Ahora vive en Oslo, Noruega. 
Fuente: http://electronicintifada.net/content/i-was-part-terror-organization-says-israeli-pilot-turned-activist/14253?utm_source=EI+readers&utm_campaign=e6f20d0236-RSS_EMAIL_CAMPAIGN&utm_medium=email&utm_term=0_e802a7602d-e6f20d0236-290670097

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