La guerra en Palestina es internacional, desde su comienzo. No es un conflicto interno porque Palestina no pertenece a Israel. Además, es internacional por las acciones de Hizbollah en la frontera con Israel y por las acciones de las milicias sirias e iraquíes contra intereses de Estados Unidos.
Como si lo anterior fuera poco, hay otro actor activo política y militarmente: Yemen. Calificado como el país más pobre de Oriente Medio, presentado como estancado varios siglos atrás, poco conocido más allá de las consecuencias de su conflicto interno, es hoy el principal aliado de Palestina.
Yemen ha estado en tensiones internas desde hace décadas y su guerra trasciende la coyuntura actual. Su crisis humanitaria tiene que ver no sólo con las disputas internas, sino por el bloqueo impuesto por Arabia Saudita (su vecino) para tratar de golpear a los hutíes (plural españolizado de hutí), un movimiento que desplazó del poder a grupos aliados de Arabia Saudita en 2014, al tomar la capital, Saná.
Por esto, en 2015, los saudíes dirigieron una coalición para atacar Yemen, con la bendición de Estados Unidos y con el nombre de “Operación Tormenta Decisiva”, además de aplicar una serie de presiones económicas, que causaron una hambruna en 2016. A pesar de dichos ataques, los hutíes siguen en el poder y controlan los 463 kilómetros de costa yemení sobre el mar Rojo.
Los hutíes son una familia extensa, es decir, una categoría cultural que, entre otras formas, se expresa como una propuesta política. Aunque la mayoría son chiíes, en sus filas también hay suníes. Su lema central es más e islamista que nacionalista: “Dios es el más grande, muerte a Estados Unidos, muerte a Israel, maldición a los judíos y victoria para el islam». Desde hace algunos años, funcionan bajo un nuevo nombre: Ansar Allah o Ansarullah, que significa Partidarios de Allah.
Frente al conflicto en Palestina
Desde Estados Unidos y sus medios afines, siempre se ha querido vincular al movimiento Ansar Allah con Irán, de la misma manera como se le ha vinculado a Hizbollah, el partido político libanés. Lo cierto es que esas dos organizaciones reivindican ser independientes frente a Irán, pero también hacer parte de un eje de resistencia en el cual confluyen.
El Gobierno yemení de los hutíes ha dejado explícitamente claro su apoyo a los palestinos. En el plano militar han recurrido a dos medidas: el lanzamiento de misiles desde Yemen hasta el sur de Israel y el control del mar Rojo. Los misiles han afectado las actividades portuarias de Israel, especialmente del puerto de Eilat.
Pero el mayor impacto ha sido el bloqueo de embarcaciones que comercian con Israel a través del control del mar Rojo. Este el paso entre el mar Rojo y el golfo de Adén es la llamado “la puerta del lamento” (Bab-el-Mandeb) y su parte más estrecha no supera los 32 kilómetros.
Este estrecho es la ruta comercial más importante entre Europa y Asia, por allí pasa alrededor del 20% el transporte marítimo mundial, incluyendo 4,5 millones de barriles de petróleo al día (12% del petróleo transportado por mar en el mundo y el 8% del gas natural licuado, principalmente con destino a Europa).
Y, por supuesto, dentro de esto, hay miles de toneladas que van y vienen de y hacia Israel. Su cierre obliga a los barcos que quieran llegar a Israel a bordear todo el continente africano, con el correspondiente aumento de tiempos y costos.
Tanto Hamas como el Frente Popular para la Liberación de Palestina cuando hablan de las acciones de Yemen, han mencionado la idea de “Nación árabe”, el sueño panarabista fortalecido al final de la Primera Guerra Mundial y traicionado por Francia y Reino Unido.
La respuesta contra Yemen
La respuesta contra Yemen no nace de una preocupación sana, sino -en general- por el deseo de las grandes potencias de controlar las rutas de comercio y -en particular- por apoyar a Israel. Por eso, la decisión de Estados Unidos de atacar a los yemeníes.
Países que no se inmutan ante la muerte de palestinos en Gaza, sí se “conmueven” ante la situación de los yemeníes y plantean, en este momento, dos estrategias: por un lado, crear otra coalición militar, esta vez, para garantizar la navegabilidad de los barcos que surten a Israel y, por otro lado, explorar canales por tierra alternativos.
En esta coalición militar participan Estados Unidos, Reino Unido, Australia, Canadá, Dinamarca, Grecia, Países Bajos, Noruega y Seychelles. Tanto Egipto como Arabia Saudita declinaron participar en la coalición, más por táctica que por convicción. Curiosamente, sólo un país árabe se ha sumado a la llamada “Operación Guardián de la Prosperidad”: Bahréin.
Reino Unido ha dicho que se sumará a las medidas contra Yemen. No estamos ante mensajes vacíos por parte de Occidente, Yemen ha detenido varias embarcaciones relacionadas con Israel, mientras que Estados Unidos atacó cuatro embarcaciones yemeníes, y un barco de guerra iraní -el destructor Alborz– entró en las aguas del mar Rojo.
Obvio, la decisión yemení es también un desafió a Arabia Saudita. Los yemeníes conocen la guerra y, además, han ganado en control y capacidad militar. Por eso, las repercusiones de su participación son todavía impredecibles.
Consecuencias
El problema es que, si Estados Unidos y sus aliados escalan las hostilidades contra Yemen, podrían provocar una mayor internacionalización de la crisis, algo que -por lo menos en sus testimonios- no quieren los países occidentales.
Pero no actuar, mostraría su debilidad militar y, además, perpetuaría el costo económico de la guerra para Israel, que ya tiene afectado su mercado internacional, sus actividades económicas de la zona fronteriza con el Líbano, un alto gasto militar en Gaza y la presión de sus habitantes que han sido desplazados del norte del país. La presión es mayor cuando la realidad toca el bolsillo y eso lo está aprendiendo Israel. Aunque ha gozado, hasta ahora, del apoyo incondicional de los Estados Unidos.
La economía de la guerra se ha ido transformando, tener un gran portaaviones es relevante pero no por ello un seguro triunfo militar. Tal como en Gaza, cientos de costosos vehículos de guerra israelíes han sido destruidos por armas fabricadas por Hamas; asimismo, la superioridad de Estados Unidos frente a Yemen se puede relativizar: misiles SM-2 utilizados por Estados Unidos cuestan 2,1 millones de dólares cada uno, mientras que los drones de Ansar Allah cuestan 2.000 dólares cada uno. Además, cada misil demora en ser producido y su stock es limitado.
En todo caso, Yemen sigue teniendo en su agenda un conflicto armado interno, una crisis humanitaria, una gran debilidad institucional, y la presencia de Al-Qaeda y de otros grupos extremistas en su territorio. Con todo y eso, sólo ahora aparecen en el mapa por su solidaridad con Palestina.
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