lunes, 25 de mayo de 2015

Volver al principio: Palestina



Hoy en día, cualquier informativo está lleno de noticias sobre estados fallidos como Iraq, Siria, Libia; de satrapías, como Arabia Saudí, Qatar; de frustraciones de primaveras árabes como las de Egipto, Argelia, Marruecos…y esto cuando no aparecen nombres de organizaciones como Estado Islámico, Al Qaeda y otras más, algunas propiciadas, protegidas y armadas por príncipes de la guerra de los estados antes mencionados, y el sempiterno problema israelo - palestino que nunca se acaba, pero cuya importancia está diluida por todos los asuntos anteriores y forma parte ‘natural’ de lo conflictivo de la zona. Casi se olvida el papel que las potencias occidentales han desempeñado y desempeñan en todos estos dramas, y parecería que somos socorristas y asistentes sociales obligados a invadir, bombardear, torturar y destruir vidas y esperanzas, aunque seamos los ‘buenos’, pacíficos, prósperos y listos de este mundo.
Hasta hace poco, era común la idea de que el ‘conflicto’ (nunca han querido decir los formadores de opinión ‘ocupación’) israelo-palestino era el causante de los problemas de inestabilidad de toda esa zona y que los problemas de otros estados o interestatales se podrían explicar (y resolver) si se afrontaba seriamente (?) la resolución de ese conflicto. Aunque no decían cómo se podría resolver si ya se ocultaba que el conflicto era ocupación y que habría que obligar al ocupante a que dejara de ejercer su dominio. Parecía que ‘hablando’ se convencería a… los palestinos de que dejasen de tener el problema de su aniquilación como pueblo. Vamos, como los pieles rojas americanos, los indios que eran los 'malos' en las películas de Hollywood, que en realidad fueron las víctimas de los 'americanos', 'los buenos', aunque llevaron a cabo uno de los genocidios más notorios de la historia.
Pero ya se está pasando de esa idea común a un ecosistema en el que se puede convivir con el caos y en el que una cosa no es más importante que otra cosa. No hay principio ni fin. El espectador, abrumado por sus propios problemas y con cientos o miles de horas tragándose noticias inconexas, sucesos de violencia sin par y con una gran dosis de películas cortadas por el mismo patrón a sus espaldas, baja la guardia y concluye que ese mundo de Oriente Medio o Próximo, según donde occidentalmente esté, relativamente, es imposible de entender o en el mejor de los casos, es imposible de solucionar y, aburrido, pasará a otra cosa y denostará que su país se involucre en esos avisperos, obviando que su país ha estado siempre participando en la construcción del drama.
Esa es la primera victoria del imperialismo y de la ideología dominante. Normalizar el caos, acostumbrarse y deshumanizar, o crear indiferencia hacia tus enemigos u otras personas a las que hay que quitarles la semejanza humana con tus próximos, tu tribu.
Pero muchas de las cosas narradas al comienzo, no lo olvidemos, tienen causas explicables. No son fruto de cataclismos o de un meteorito. Son producto de políticas forjadas durante decenios o siglos y, para mayor ahondamiento, de políticas coloniales, seguidas de un imperialismo occidental que ha estrechado ese dominio con élites locales contra el conjunto de los pueblos de esas zonas.
Ahora parece que ante la barbarie de los sectarios del Estado Islámico que matan a personas próximas por tener otro credo o destruyen vestigios culturales ancestrales, se hace prioritario otra vez intervenir explícitamente contra ellos. Estamos en contra de que se degüellen personas. Degollar personas, exhibir esos asesinatos grabados por internet revela la barbarie e inhumanidad de esos fanáticos que quieren implantar lo que sea a costa del resto de las personas que viven allí o que incluso publicitan que quieren conquistar el resto del mundo.
Antes, la prioridad era el arsenal iraquí. Antes, la prioridad fue la destrucción de las armas de destrucción masiva, nunca encontradas. Antes de antes, proteger al shah de Persia, aliado de Occidente. Antes de antes, garantizar a su Majestad Imperial de Persia (actual Irán) su estabilidad política, a pesar de las violaciones de derechos humanos en el país bajo su dictadura. 
Y antes de antes y antes, siempre, mantener esos gobiernos y satrapías, repúblicas o monarquías, con palo y zanahoria, que sostengan las directrices de sometimiento con respecto a los recursos petrolíferos, mercados cautivos y -esto todavía no está asumido por la mayoría de la población occidental- un plan ideológico, racista, de implantar una población-Estado dentro de ese espacio que ayude a la consolidación de esos parámetros de dominación.
Sí, el sionismo se forjó dentro de una parte de la comunidad judía en una doble dimensión, retroalimentándose de odio-amor, como reflejo de envidias, odios y miedos de una población mayoritaria que estaba forjando estados-nación en diferentes partes de Europa, que no quería judíos dentro de sí, y el interés de las élites de esos mismos estados, especialmente Inglaterra, pero también Francia,…de tener una población cercana a ellos que estuviera en la zona colonizada y que sirviera de grupo humano, Estado, aliado en esa tarea de dominio. Esa es la explicación de aliento a la emigración y colonización sionista, como un quiste, contra los habitantes originarios, en Palestina, que muy bien explica Kayyali en su libro ‘Una historia moderna de Palestina’, recientemente traducido al español por la Editorial Bósforo, y que revisa, entre otros, los archivos británicos y sionistas.
Las traiciones de ingleses y franceses, su continuidad por parte del gigante estadounidense o ya la Unión Europea, el flirteo ideológico de soviéticos o rusos por intereses propios a lo largo de décadas, fijando fronteras de conveniencia, monarcas y dictadores; el doble discurso de las élites gobernantes árabes mostrando un panarabismo estéril mientras ejercían su alianza estratégica con las metrópolis y sus compañías internacionales en sus mercados cautivos, reprimiendo, golpeando y ejerciendo su labor liberticida en todas las ocasiones en que el pueblo se ha amotinado, han creado una frustración estructural de los pueblos árabes. Si los movimientos de liberación fueron pervirtiéndose, fosilizándose en estructuras de poder, desclasados de sus orígenes y corrompiéndose, si se ha pasado de reivindicar el poder del Tercer Mundo o de los no alineados y se ha caído en brazos de los mismos que han conducido a este desastre; si el nacionalismo regenerador laico se ha transformado en posiciones tribales y sectarias, todo ello con la inestimable ayuda de la maquinaria occidental de dividir a tu posible enemigo o al que podría reivindicar una autonomía de tus designios, ¿quién fomentó el proceso? ¿Quién creó Al Qaeida? ¿Cómo, en plena ocupación israelí, se desarrollaron las asociaciones de Hamás contrarias a la OLP? ¿Quién aceptó en la Internacional Socialista a los Ben Alí, a los laboristas ocupantes israelíes como Peres o a Mubarak? ¿Quién se escandaliza de las necesidades de Irán respecto a la energía nuclear y ayudó a Israel a construir sus armas nucleares y bendice a los Saud?
Esa miseria, corrupción moral, desigualdad, frustración e impotencia, creo que son los mimbres de esta descomposición interesada del mundo árabe.
Volvamos al principio. Las imágenes que nos asaltan con guerras civiles y estados fallidos (porque los han hecho fallidos, porque interesa que sean fallidos y que no representen ninguna posibilidad de autonomía ni de velar por el desarrollo de sus poblaciones) y bandas que se nutren de gentes sin nada que perder y a las que les dicen que tienen todo por ganar, alimentadas por dineros y contrabandos ideológicos, pero también mercantiles, son los efectos de esa miseria, corrupción y ocupación iniciales, aliadas a unas élites locales que sirven a sus propios intereses. Pero son los efectos de tantos años malgastados y de los que Occidente es causante y cómplice.
Por eso, hay que volver al comienzo: Palestina.
Sí, es la explicación de los problemas que perturban la paz. Y no se podrá solucionar nada, y seguirán creciendo los seguidores de cualquier barbarie, porque tendrán presentes las barbaries y la complicidad cometidas contra ellos. El Holocausto existió, como la expulsión de 700.000 palestinos de sus hogares, las matanzas de Deir Yassin y el robo de las bibliotecas palestinas. Si hay tantos hitos del martirologio palestino es porque no se ha acabado. Degollar es un crimen. Los bombardeos que han matado a 2.205 palestinos este verano en Gaza, también. Pero no sólo ha sido Gaza, la represión israelí en toda Palestina registró una cifra de 2.314 muertos y 17.125 heridos sólo en el año 2.014, según las Naciones Unidas, que, por cierto, participan en el cuarteto que ‘patrocina’ unas negociaciones de paz inexistentes y que forma parte de la complicidad de la ocupación.
No decimos que si se resolviera la ocupación de Palestina se resolverían los problemas estructurales de esos estados fallidos y dejarían de existir esas gentes bárbaras, pero sí quitaríamos basamentos de su capacidad de captación y fuerza ideológica, posibilitando que las poblaciones busquen caminos más acordes a su propio desarrollo.
Si quisiéramos una paz justa y una mayor cohesión de las poblaciones mundiales, tendríamos que ir a las causas. Si sólo nos preocupan los efectos y sólo los combatimos militarmente y con propaganda, realmente lo que haremos será mantener y fortalecer la complicidad con la ocupación y alimentar las causas de más sufrimiento y barbarie, ya sea con degollamientos o con bombardeos de aviones no tripulados.
Sí, la ocupación de Palestina es el nudo gordiano de los problemas de convivencia y cohesión de estos tiempos. 


Santiago González Vallejo, Comité de Solidaridad con la Causa Árabe 

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