Carta del presidente de UNRWA España Jesús A. Núñez
Queridos amigos de UNRWA:
El año 2020 marcó el final y el principio de casi todo. La devastadora propagación de la
pandemia de la COVID-19 ha dejado tras de sí una cantidad incalculable de muertes,
sufrimiento y dificultades económicas en todo el mundo.
También fue el año de la desigualdad. Y entre la constatación de la vulnerabilidad humana
más doliente destaca la situación de las personas refugiadas de Palestina. Para los 5,7
millones de personas refugiadas de Palestina con las que trabajamos en UNRWA, esta
pandemia ha añadido otra dimensión trágica a lo que ya son más de siete décadas de
desplazamiento, desposesión y violencia.
La población refugiada de Palestina se enfrenta a la pandemia mientras que el territorio
Palestino ocupado sigue sufriendo la ocupación. En Cisjordania, incluido Jerusalén Este, las
incursiones armadas en los campamentos, los desplazamientos y las demoliciones son
amenazas constantes por parte de Israel. La economía está destrozada. El desempleo a
finales de 2020 estaba en uno de los niveles más altos de los últimos 20 años y la pobreza
aumentó considerablemente.
La franja de Gaza, por su parte, se encuentra en una situación crítica. Bajo el peso aplastante
de un bloqueo israelí que ya va por su decimocuarto año, su economía se ha desmoronado.
En la mayor cárcel a cielo abierto del mundo ocho de cada diez personas viven en la pobreza,
mientras que la mitad de su fuerza de trabajo está desempleada.
La inseguridad alimentaria es universal y tres ofensivas militares, combinadas con una
reacción desproporcionada a dos años de la Gran Marcha del Retorno, han llevado al sistema
sanitario al borde del colapso, incapaz de hacer frente a una pandemia que, lejos de
detenerse a las puertas de los campamentos de refugiados, arrasa.
El devastador conflicto de Siria no ha terminado. Para un pueblo que lleva mucho tiempo
sufriendo, la pesadilla está lejos de finalizar. El 90% de la población refugiada de Palestina en
el país vive en la pobreza. Sus mecanismos de supervivencia están prácticamente agotados.
La pandemia de la COVID-19 ha agravado su miseria económica, ha amenazado su salud y
ha puesto en peligro su educación. La situación empeoró aún más cuando estalló la crisis
financiera en 2020, duplicando la tasa de pobreza y dejando los alimentos fuera del alcance
de muchos.
Líbano está sumergida en su peor crisis en décadas. La devastadora explosión en el puerto
de Beirut destrozó la seguridad humana de miles de personas, entre ellas unos 200.000
refugiados y refugiadas de Palestina. El país se enfrenta a inmensos desafíos financieros,
económicos, sanitarios y políticos. Y Jordania, entretanto, se sume en una aguda crisis
económica. La población refugiada de Palestina vive en todos estos lugares y sufre muy
directamente el impacto de esas crisis y esas carencias.
A pesar de la creciente vulnerabilidad de las personas a las que debe proteger, UNRWA
mantiene intacto su compromiso de continuar trabajando. En todo caso, el déficit de
financiación básica ha crecido cada año y en 2020 llevó a UNRWA al borde definitivo del
precipicio.
Son tiempos críticos y por ello, más aún si cabe, en UNRWA expresamos nuestro más
profundo agradecimiento a quienes siguen apoyándonos, porque gracias a ello hemos
podido luchar contra la pandemia desde nuestros 144 centros de salud, habilitar escuelas
como centros de detección COVID, poner en marcha servicios de telemedicina, mantener la
distribución de alimentos en Gaza cuando era aún más necesaria, e incluso realizarla casa
por casa para evitar contagios, y llevar medicamentos esenciales a los hogares de las
personas más vulnerables. También, gracias a este apoyo, hemos podido seguir
proporcionando educación online y semipresencial a medio millón de niños y niñas refugiadas
de Palestina.
Es elemental entender que hasta que no haya una solución política a este conflicto, sólo
una UNRWA fuerte puede aportar una sensación de mínima normalidad a la vida de los
refugiados y las refugiadas de Palestina.
Por ellos tenemos que seguir mostrando nuestra solidaridad. Tenemos que recordar que las
personas refugiadas no eligieron serlo y que todavía no se ha logrado una solución justa y
definitiva para su situación tras 73 años.
Jesús A. Núñez Villaverde,
Presidente de UNRWA España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario