EN EL DÍA DE LA CULTURA PALESTINA
Reconocimiento a Luz Gómez García
Instituto Cervantes. Madrid, 10 de marzo de 2025
Texto de la profesora y catedrática Luz Gómez en la aceptación del Reconocimiento del día de la Cultura Palestina, concedido por la Embajada del Estado de Palestina.
Excelentísimo Sr. embajador de Palestina en España, querido amigo Husni, Excelentísima Sra. ministra de Juventud e Infancia, Ilmo. Sr. director del Instituto Cervantes, Estimado profesor López García, querido Bernabé,
Queridas amigas, queridos amigos todos de Palestina
اﻟﺴﻼم ﻋﻠﯿﻜﻢ
رﻣﻀﺎن ﻛﺮﯾﻢ
Es para mí un honor compartir hoy con todos ustedes este homenaje a Palestina coincidiendo con el nacimiento del poeta Mahmud Darwish y el Día de la Cultura Palestina. Y me llena de orgullo, como no puede ser de otra manera, dirigirles unas palabras con motivo del reconocimiento que me otorga la Embajada de Palestina en España.
Voy a empezar, es inevitable, con unos versos de Mahmud Darwish. Son el comienzo del último poema inédito que recitó. Lo hizo en Ramala, en julio de 2008, un mes antes de fallecer. Dicen así:
ﻣﻦ أﻧﺎ ﻷﻗﻮلَ ﻟﻜﻢ
ﻣﺎ أﻗﻮل ﻟﻜﻢ؟
Lo que podría traducirse:
¿Quién soy yo para deciros
lo que os digo?
Mahmud Darwish se dirigía a los suyos, a sus paisanos, y les interpelaba, casi de despedida, reconociéndose uno más entre los millones de palestinos y palestinas que vivieron y viven la Nakba, la única existencia que Palestina ha conocido desde 1948. “El jugador de taula” (el nard, el backgammon, las tablas reales del español clásico) es el título del poema. Es uno de sus poemas más hermosos, más conmovedores, una suerte de testamento vital y poético.
Hoy, me apropio de estos versos, a riesgo de pecar de inmodestia. Me valgo del iqtibás, una figura retórica característica de la literatura árabe, por la que un autor establece un vínculo con los mejores que le precedieron robándoles un verso, una frase, una idea, una imagen, para seguir por un camino propio. Y así me digo y os digo:
Quién soy yo
para deciros lo que os digo.
Al pensar estos días últimos en qué iba a decir desde este estrado, al buscar palabras apropiadas en este tiempo de ignominia, no sabía muy bien qué decir, de qué hablar. Se ha dicho tanto sobre Palestina y ha servido de tan poco... Pero “el lápiz tiene que seguir silbando”, para que algún día acalle a las balas, a los misiles, a los colonos israelíes. Debemos recordar, conmemorar, resistir. Es lo que hacemos esta tarde.
Permitidme que, en lugar de avanzar para ello por el camino de la poesía palestina, a cuya lectura y traducción he dedicado trabajo y pasión, haga un giro en el guion —y esto del guion es un guiño también muy darwishiano: “El guion es este” es el título del último poema que Darwish publicó—.
Así pues, en vez de traer a esta conmemoración del Día de la Cultura Palestina poemas de los grandes clásicos del siglo XX (Samih al-Qásim, Ráchid Huséin, Fadwa Tuqán, Taufiq Zayyad, Muin Bseiso) o de los clásicos más jóvenes (Ibrahim Nasrallah, Ghassan Zaqtan, Nasser Rabah) o de los nuevos poetas (Mosab Abu Toha, Asma Azaizeh, Dalia Taha, Hind Joudeh o Hiba Abu Nada), en lugar de eso voy a permitirme compartir con ustedes, con vosotros y vosotras, una reflexión sobre Palestina, la lengua española y la resistencia frente a la injusticia que nos une.
Quiere ser también un homenaje a este aquí y ahora donde nos hallamos, a la institución que vela por enseñar la lengua de Cervantes y llevar su cultura a quien quiera valerse de ella, y que hoy nos acoge en homenaje y reivindicación de Palestina.
Voy a contarles la historia de cinco palabras palestinas españolas. Sí, palabras hispano-palestinas. Son, por este orden —el orden como veremos es importante—, estas: fedayín, kufiya, intifada, Nakba, y sumud.
En 1979 Edward Said, quizá con Mahmud Darwish el intelectual palestino más universal, adelantó en su libro La cuestión de Palestina, la razón de ser crucial para el futuro de los palestinos: que Palestina es un asunto de la conciencia de la humanidad. Y esto es así porque pone a la humanidad ante el desafío de la justicia y la igualdad, que o son universales o no existen. El fin de la Ocupación y el retorno de los refugiados son parte consustancial del derecho internacional, unos derechos que o lo son para todos o no son derechos, sino perpetuación de la injusticia. Palestina no es una idea, una entelequia, simplificación esta con la que quizá se conformaría el sionismo. Palestina son, ante todo, los palestinos y las palestinas, el pueblo palestino, un pueblo diverso y plural y sin embargo perfectamente reconocible por su fuerza, que lo preserva de la contingencia histórica, empeñada en empujarlo a la extinción. Esta “palestinidad”, por así decir, es la que ha dado al español esas palabras fundamentales que hoy transcienden lo meramente palestino y nos apelan desde su universalidad.
A efectos de historia y uso de la lengua, el Diccionario de la Lengua Española (DEL) de la Real Academia Española (RAE) es un instrumento de referencia para los casi mil millones de personas que hablamos español. De ahí el interés de que en la 23ª edición del DLE, de 2014, vigente en la actualidad, la RAE incorporase “fedayín” y “kufiya” a su repertorio. Fedayín es la persona, el guerrillero, la conciencia de Palestina; y kufiya es el objeto, la materialidad, el símbolo de Palestina. Los define así:
fedayín
Guerrillero o miliciano árabe, especialmente el palestino que lucha contra la ocupación israelí.
kufiya
Tocado beduino masculino formado por un paño cuadrado doblado en forma de triángulo y a veces sujeto por una banda o aro.
En la actualización de la edición de 2017, el DLE incorporó “intifada”: a los hombres y sus objetos se sumaban sus actos. Intifada es un acto y se define así:
intifada
Insurrección popular palestina protagonizada por los jóvenes frente a las fuerzas israelíes de ocupación.
La lengua, con su manera de vivir la realidad, había introducido en el español estos conceptos “fundamentales” que hacen del palestino un ser activo y lo insertan en la historia, desarticulando con ello uno de los más mortíferos instrumentos del sionismo: la espectralización del palestino, el palestino-sombra contra el que se reveló la poesía de Mahmud Darwish. Porque si fuera posible hacer una gradación del mal acumulado por 130 años de sionismo, quizá la deshumanización del palestino normalizada hoy en el discurso y la práctica del Gobierno de Israel sea un nivel previo al de su espectralización, a la conversión de todo un pueblo en seres fantasmales borrados de la historia, algo contra lo que vienen alertando filósofos e historiadores palestinos como Elias Sanbar. La resistencia palestina logra que se haga visible lo que el sionismo ha pretendido hacer invisible.
En cuanto a las otras dos palabras, Nakba y sumud, no figuran aún en el DLE. Pero lo harán, a buen seguro, me atrevo a aventurar. Porque son voces irremplazables, intraducibles. Son las dos caras de una misma moneda. La Nakba no fue solo un momento, un acontecimiento histórico, el Desastre de 1948: la Nakba, que no ha cesado, es un estado, el estado de desposesión y trauma que desata la furia palestina —según una caracterización de Nur Masalha—. Al asumirse en su continuidad, la Nakba se resignifica y convierte en guardián de la memoria personal y colectiva de cada palestino y palestina para obrar el presente y garantizar el futuro. Su capacidad de transformar la realidad es tal que la legislación israelí prohíbe el uso del término en documentos oficiales o libros de texto, por no hablar de la persecución penal de su conmemoración cada 15 de mayo.
La Nakba no ha cesado, la Nakba es a la vez el proyecto israelí de aniquilación de Palestina y los palestinos, y la experiencia/respuesta palestina que impide la aniquilación. Su arma es, precisamente, el sumud, la resiliencia/resistencia, una perseverancia inamovible en el tiempo y el espacio. Como la de Handala, el niño con cuatro pelos en la cabeza, siempre de espaldas, descalzo, de diez años, como los que tenía Nayi Ali, el caricaturista que lo creó, cuando fue expulsado de al-Shayara, su pueblo sito entre Tiberiades y Nazaret, arrasado en 1948. El sumud no se puede traducir, el sumud lo ejecuta cada palestino en su misma cotidianidad,
con su cuerpo aferrado a un olivo, viviendo,
sabiendo que “muero, luego existo”, en expresión del poeta Abd al- Rahman al-Shaij,
alzando su voz y su nombre para no ser un número más, otra cifra, en las morgues de Gaza,
en las prisiones israelíes,
en los campamentos de la UNRWA de Cisjordania, Líbano, Siria, Jordania,
en los noticiarios de todo el mundo.
Estas cinco palabras (fedayín, kufiya, intifada, nakba, sumud) son lo que el historiador alemán Reinhart Koselleck llamó “conceptos fundamentales”: “Ser irremplazable, y por lo tanto controvertido, es lo que diferencia a un concepto fundamental y sumamente complejo de otros conceptos. Todo concepto fundamental contiene un potencial histórico de transformación”.
Los conceptos fundamentales son intraducibles.
El potencial de transformación del nuevo fedayín palestino
es una mujer que hace el signo de victoria sobre los escombros de su casa en Masafer Yatta;
es un chaval de diez años al que arrastra herido un soldado israelí en Yenín;
es un joven que recupera en un invernadero las semillas autóctonas de las sandías de la baja Galilea;
es una chica que escribe poemas a Jerusalén sin haber salido jamás del campamento de Chatila;
es un abuelo que acuna inconsolable el cadáver de su nieta asesinada en Jan Yunis.
El fedayín es intraducible, único y común, fundamental: es la encarnación del sumud.
En cuanto a la kufiya, es tan palestina que el DLE se ve forzado a especificar su uso restringido y ejemplifica: “la kufiya palestina”. Con ello, Palestina está presente en las tres entradas del diccionario.
Con la definición de “kufiya” la RAE debería replantearse la masculinidad que otorga al tocado. Hay argumentos incontrovertibles: si tradicionalmente fue un atuendo masculino, y su imagen está indisolublemente asociada a la de Abu Ammar, Arafat, ya a comienzos de los setenta Leila Khaled la mostró al mundo como símbolo revolucionario, y hoy la kufiya la llevan tantas o más mujeres que hombres. La kufiya contiene tal potencial histórico de transformación que su sola presencia supone un peligro, una provocación para los guardianes del orden: cuántas veces no hemos visto a las fuerzas de seguridad (en EEUU, sí, pero en Europa también, incluso aquí en España) arremetiendo contra individuos sospechosos porque portaban kufiya. Los estudiantes de las acampadas universitarias del curso pasado contra el genocidio de Gaza han desafiado, con buen criterio, esta lógica, haciendo de la kufiya su bandera y su símbolo.
Y qué decir de la sola mención de la palabra “intifada”: su capacidad subversiva es tal que una simple canción con ese título, “Intifada”, del grupo Ska-P, alertó a las autoridades alemanas, que prohibieron el concierto de este grupo español en Berlín en julio de 2023.
Más interesante aún a efectos sociolingüísticos es este otro caso. En las últimas semanas, la crónica política española ha dado a conocer una genial invención lingüística: el término “intifalla”. Intifalla es el nombre de un colectivo de activistas vinculados a los movimientos sociales valencianos que se movilizan para reclamar la asunción de responsabilidades políticas y penales por la corrupción en su comunidad, especialmente activos tras la Dana de 2024.
A la espera de que el DLE recoja los términos Nakba y sumud, los hablantes siguen, seguimos creando con el uso nuevas realidades lingüísticas, que siempre son sociales, y que a la postre son políticas. Hace poco, en el diario El País, se publicó una crónica teatral titulada “Del Holocausto a la Nakba”. Me lancé a leerla emocionada... Apenas se hablaba de Palestina y no se explicaba qué era la Nakba: señal de que el término está incorporado al uso. Es la prueba más real, más lingüística, de que Palestina obra y existe.
Dejo esta historia española de las palabras palestinas, pido perdón por el excurso de filóloga arabista y concluyo volviendo al comienzo, a Mahmud Darwish y Edward Said y a sus voces.
En las paradojas, en las contradicciones y la dialéctica del ser palestino que se abordan en sus respectivas obras, se halla el germen de la esperanza, que es lo que quería traer a este auditorio. A veces lo imposible es más fácil que lo difícil. La esperanza, esa “fuerza indómita del débil” como la definía Mahmud Darwish; un “mal crónico palestino”, dijo también.
En 2004 Mahmud Darwish dedicó una elegía a Edward Said. Se titula “Contrapunto”. En el poema, se escenifica un diálogo entre dos hombres, ellos mismos, que saben cercana su muerte y piensan en el futuro, en el verdadero significado de la herencia como futuro. Dice así un fragmento de este diálogo:
Y dijo: Si muero antes que tú,
¡te lego lo imposible!
Pregunté: ¿Queda lejos lo imposible?
Dijo: A una generación.
Pregunté: ¿Y si muero antes que tú?
Dijo: Consolaré a los montes de Galilea
y escribiré: «Lo bello no es sino dar con lo apropiado». Pero no lo olvides:
si muero antes que tú, te lego lo imposible
Muchas gracias
ﺷﻜﺮا ﺟﺰﯾﻼ
¡VIVA PALESTINA LIBRE!
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