La cooperante española, encarcelada diez meses en Israel acusada de complicidad con el terrorismo, descansa en Asturias y prepara un libro sobre su experiencia.
La cooperante Juana Ruiz se entregó con un fuerte abrazo a Ana González, alcaldesa de Gijón, quien la recibía este viernes en el salón de actos del Ayuntamiento para reconocer su trabajo como cooperante en la ONG Comité del Trabajo para Salud que desarrolla tareas humanitarias en Cisjordarnia. Invitada por el Comité de Solidaridad con la Causa Árabe, Juana Ruiz fue condenada por los tribunales israelís por participación en una organización ilegal que apoyaba al Frente Popular para la Liberación de Palestina y retenida durante 10 meses en la cárcel de Damon, a las afueras de Haifa, en el norte de Israel. Durante ese breve periodo de tiempo, fue cuidada y protegida por otras mujeres reclusas que “se ocuparon de mi en todo momento, se encargaban de darme mis medicinas, nunca me dejaron sola. En todo ese tiempo aprendí mucho de ellas deben de saber que no me olvido nunca de ellas, de todo su cariño; ahora se lo pienso devolver”.
Durante su cautiverio, ONG´s y movimientos de solidaridad internacional se movilizaron activamente por su libertad. En Gijón se celebraron varias concentraciones de apoyo, y recibió el Premio Pasionaria de la vocalía de la Mujer de IU, que recogió en su nombre uno de sus hijos.
En noviembre de 2020, la cooperante española llegó a un acuerdo con la fiscalía castrense israelí y aceptó una pena por 13 meses ante un tribunal militar, tras ser condenada por un Tribunal Militar por “prestar servicios a una organización ilegal” y “tráfico de divisas en Cisjordania”, dentro de la ONG palestina con la que colaboraba desde hacía 28 años. El acuerdo evitó que Juana Ruiz fuera condenada por cargos de terrorismo. Considera que con su caso, la convirtieron en la cabeza de turco al ser española, condición que fue utilizada por Israel para enviar un mensaje a Europa y cortar el flujo de financiación de Palestina a través de ONG´s. Durante el interrogatorio la mantuvieron en estado de shock y la mantuvieron indefensa hasta que tuvo asistencia jurídica.
A lo largo de los 10 meses que estuvo encerrada, Ruiz padeció depresión y sólo pudo ver a su marido en tres ocasiones en visitas de a penas tres cuartos de hora. Aun así, se siente orgullosa de haber compartido la experiencia con otras cuarenta mujeres detenidas o condenadas de las que dice haber aprendido mucho, entre otras cosas, a tener capacidad de resistencia.
En el futuro más próximo, Ruiz, de 63 años sólo piensa en descansar. Después, planea un libro de memorias que deposite todos sus recuerdos a lo largo de estos meses y su experiencia como cooperante. Ahora disfruta de su marido y de sus hijos, en libertad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario