domingo, 21 de julio de 2024

RACISMO Y REFUGIADOS. Manuel García Fonseca

 

RACISMO Y REFUGIADOS. 

Donde alcanza  el racismo termina la humanidad.

Estos días han sido noticia las comunidades autónomas  que se han prácticamente negado  a acoger el número de niños sin padres, asignado durante un tiempo limitado y  recibiendo una aportación económica.  

 Parece una noticia increíble por su dureza, por su inhumanidad.

En Canarias hay más de 5000 menores sin padres a la espera de ser acogidos formalmente por alguna comunidad. En la reunión de las comunidades organizada por el gobierno de España no fue posible ni adquirir un compromiso de acogida: 110 niños de cinco de las comunidades gobernadas por VOX y el PARTIDO POPULAR en grupos de 30 Extremadura, 16 en Murcia y 10 en Baleares

Este reparto de atención ya se propuso el 2023, pero ya entonces de los 396 menores asignados solo 67 fueron trasladados. El hecho en sí mismo es de tal deshumanidad que sólo produce vergüenza.

Pero si graves son los hechos, más repugnancia producen  los motivos que se exhiben, públicamente, para justificarlos;  los menores son culpabilizados con carácter general de todos los delitos más graves y más sucios, y todo ello sin aportar ningún estudio o prueba contrastada. Es una muestra más  del avance del racismo, explícito o camuflado, que está detrás de las medidas frente a los extranjeros de países pobres o en guerras.

 ¿Qué otra cosa, además de racismo, está en el núcleo de las posturas de la ultraderecha hoy en ascenso en los países europeos?

Ya a mitad del siglo pasado una de las mentes más lúcidas en sus estudios de los totalitarismos, Hannah Arendt, señalaba al  racismo como una epidemia que podía acabar con el mundo occidental: “El racismo puede, desde luego, llevar a la ruina al mundo occidental y, qué duda cabe, al conjunto de la civilización humana”…”porque la raza no es el origen de los pueblos, sino su declive; no es el nacimiento natural del hombre, sino su muerte antinatural”

 Arendt escribe esto hace más de sesenta años. Ya entonces señalaba el problema de los refugiados como el más grave y profundo de la sociedad actual. Los refugiados, como los actuales emigrantes del tercer mundo, se convierten de facto en apátridas, sin patria, y esto conlleva que dejan de ser considerados sujetos de derecho;  se convierten en infrahumanos, porque los derechos están ligados a la pertenencia a un Estado/nación.…”es fácil entender que quien está privado de mundo (hogar, tierra natal, pertenencias, referencias culturales, etc) y privado de formar parte de una pluralidad que lo reconozca como uno de los suyos (sin patria, sin ciudadanía) es decir sin status político, queda también privado de aquello que le permite a los demás reconocerle como humano, pues sólo conserva aquello quela naturaleza le ha dado: su cuerpo desnudo y sus funciones biológicas”.

  Para ser reconocido como ser verdaderamente humano es pues preciso, como dice Arendt, tener un status político, ser ciudadano, tener un “lugar” en el mundo a partir del cual hablar.

Tratar a los inmigrantes, a los que huyen de las guerras, guerras con las que cooperamos cuando no promovemos, como delincuentes, como apátridas, es radicalmente inhumano. Cuando ya no son personas singulares, sino los partidos y las instituciones europeas las que legalmente así los consideran, hemos terminado con la ética fundamental, dejamos de ser humanos, estamos acabando con la humanidad.

Para quien tenga oídos para escuchar, va dirigida la proclama de Jesus de Nazaret cuando vio a la gente que apartaban a los niños y jóvenes: “El que acoja a alguno de estos chiquillos, me acoge a mí. En cambio el que escandalice o diga mal de estos chicos más le convendría que le colgase al cuello una rueda de molino y lo sepultaran en el fondo del mar”                                                                                                                                                                                                                                                              El racismo tiene estrecha relación con la actitud neoliberal hacia los pobres

“Según las normas burguesas, aquellos que son completamente desafortunados y los 

que son derrotados son automáticamente eliminados de la competición, que es la vida en sociedad. La buena fortuna es identificada con el honor y la mala suerte con la ignominia”…”La diferencia entre un delincuente y un pobre desaparece: ambos se  hallan fuera de la sociedad”.

La relación intrínseca de la sociedad burguesa con la corrupción, las guerras fratricidas, y el racismo se manifiesta hoy con más claridad que nunca.


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