¿Por qué hay que romper el bloqueo de la palestina Gaza?
Santiago González Vallejo, Rumbo a Gaza
La actual situación que se vive en la palestina Gaza no empezó el 7 de octubre. El bloqueo formalizado por Israel tiene la fecha de 2007. Pero antes, ya había habido cierres periódicos. Ariel Sharon, primer ministro de Israel en 2005, y general que mandaba las tropas israelíes que rodearon los campamentos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila y consintió las matanzas de los falangistas (¿les suena el nombre?) libaneses a los palestinos, si bien cerró las colonias sionistas en Gaza, traspasó a los colonos a la Cisjordania ocupada.
La densidad de población en Gaza es de 5.750 personas frente a una densidad de población israelí en las zonas próximas de 48 personas por kilómetro cuadrado. El motivo de esa disparidad es la política de limpieza étnica que los pioneros del Estado de Israel llevaron a cabo junto a la creación de ese Estado de apartheid. La expulsión de palestinos de todas las zonas próximas llevada a cabo por los israelíes es la explicación. La población de Gaza tiene un porcentaje de los iniciales refugiados y sus descendientes de dos tercios. Israel entró como país miembro de las Naciones Unidas con la promesa de resolver la vuelta a sus hogares de los palestinos.
Todo proviene de un proyecto colonial. El movimiento sionista, hijo de la cultura nacionalista y colonial europea, decidió –como todo movimiento supremacista y colonial- sin contar con la población autóctona de un territorio, que los judíos europeos debían tener un Estado en… Palestina. Podrían haber escogido Patagonia o el Congo, qué más da. Lo relevante es que una decisión de unas personas, coaligadas a fuerzas imperialistas y absorbiendo la ideología discriminatoria hacia los judíos en muchas partes de Europa, construyen un movimiento con la intención de construir un Estado en un territorio ajeno a sus hogares, sin contar, por supuesto, con los habitantes del territorio elegido, los palestinos.
Sí, esto no ha empezado el 7 de octubre. La política de desposesión hacia los palestinos se remonta a todo el siglo XX y su resistencia también. Ya hay un llamamiento el 29 de marzo de 1914, en Falastin, que dice ‘Si las personas honestas no vienen al rescate de los palestinos (…) su suerte será similar a la de los indios americanos. El sionismo es un estado dentro del Estado otomano, y pone en peligro la existencia misma de los árabes en Palestina’.
Los palestinos reclaman su derecho a existir. En su propia tierra, con iguales derechos, sin colonias, sin expropiaciones, con la vuelta de los refugiados a sus hogares. Lo han intentado por todos los medios. Reclaman que, como en la Sudáfrica del apartheid (y no es casual que Sudáfrica haya interpuesto la demanda por genocidio ante la Corte Internacional de Justicia) se practique el boicot, las desinversiones y sanciones a las empresas israelíes y las que ayudan a la colonización israelí, entre las que se encuentran algunas españolas.
El Hándala, un barco de la Campaña de la Flotilla de la Libertad, de las que Rumbo a Gaza o el Moviment per la Pau de la Marina Alta formamos parte, quiere romper el bloqueo que sufre la población de Gaza. Somos ciudadanos que queremos dar esperanza a los gazatíes, de que no están solos, que el derecho internacional y los derechos humanos tienen defensores.
El acceso a la ayuda a Gaza, con control israelí de entrada, a su albur de camiones, lanzamiento por paracaídas o a un dique estadounidense, prefigura el mantenimiento de la ocupación. Por eso, el Handala irá por aguas internacionales, sin pedir permiso al pirata israelí. Los gobiernos que dicen trabajar por la paz y la soberanía palestina tienen en sus manos el hacer cumplir y dar coherencia a sus manifestaciones.
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