“En el Mundo Árabe lo que se está produciendo es una especie de gigantesco «Caracazo»”
09/04/2013 - Autor: Emiliano Teran
Mantovani
Hemos tenido un agradable encuentro con el conocido investigador Santiago
Alba Rico, filósofo y experto en temas del Mundo Árabe, quien ha visitado varias
veces Venezuela y ha hecho parte de la Red de Intelectuales y Artistas En
Defensa de la Humanidad. Con él, conversamos sobre el recientemente finalizado
Foro Social Mundial de Túnez, sus incidencias en las luchas de los pueblos
árabes, sobre cuáles son las claves para entender la dinámica del Mundo Árabe
desde América Latina, y en los posibles escenarios para el futuro próximo de
esta zona caliente del planeta.
-P: Luego de finalizado el Foro Social Mundial de Túnez 2013, ¿qué
saldo hemos obtenido del mismo tanto a nivel general, como para los países
árabes, y en especial para Túnez?
-SAR: En general, yo no había estado en un FSM, y lo que me
ha llamado la atención negativamente es un exceso de promiscuidad. El hecho de
que aquí estaban representadas no solamente las causas perdidas, sino también
las causas de que esas causas perdidas pierdan siempre. Según una cifra que daba
Samir Amin, en este FSM habrían estado representados solamente el 25%, que
serían movimientos sociales, y el resto sería organizaciones no gubernamentales
cuya financiación es cuando menos sospechosa. Por lo tanto ha habido un exceso
de promiscuidad entre movimientos sociales y enemigos de los movimientos
sociales por un lado, y por otro lado también, como reflejo de lo que son las
contradicciones dentro del marco de las revoluciones árabes, presencias también
difíciles de justificar: junto a los saharauis, que reivindicaban su derecho a
la autodeterminación, una delegación clarísimamente montada por el gobierno
monárquico de Mohamed VI de Marruecos, tratando de, por un lado, controlar a esa
delegación, y por el otro de boicotearla. Lo mismo respecto a la cuestión siria:
era muy doloroso el ver banderas pro-Bashar Al-Assad, en un FSM donde al menos
lo mínimo debe ser el reconocimiento del derecho de los pueblos a la
autodeterminación, cosa que está impidiendo Bashar Al-Assad.
Junto a esto, debo decir que hay aspectos positivos, que tienen que ver sobre
todo con Túnez, y con el hecho de que el FSM se haya celebrado en ese país.
Después de las revoluciones árabes, que como sabemos comenzaron aquí, el
conceder el protagonismo a Túnez es una manera de dar un empujón a los propios
movimientos sociales locales y a la izquierda que se está intentando reorganizar
frente a, tanto la derecha islamista, como a la derecha laica. También el FSM ha
tenido una vertiente interesante, que es si se quiere, de pedagogía visual: ver
a miles de personas procedentes de otros países, que se los haya tenido que
tragar el gobierno de Nahdha, que es un gobierno muy conservador, muy ceñido a
la identidad islámica, me parece que ha tenido un efecto visualmente muy
pedagógico, junto a ese otro efecto energético, vitamínico para los movimientos
sociales y para esa izquierda, que entre otras cosas, ha conseguido salir de un
aislamiento
de décadas como consecuencia de la dictadura, para afirmar su dimensión
internacional.
Por lo tanto lo más importante del FSM yo creo que es lo que ocurre entre
bastidores, en los pasillos, todos los contactos entre movimientos y
organizaciones, entre individuos, y digamos que todas estas conspiraciones
laterales, que no se reflejan directamente en los talleres, pero que son las que
dejan un poso, un sedimento que puede servir para futuras movilizaciones y para
coordinas acciones comunes.
-P: Más allá de la articulación entre movimientos y grupos
organizados, ¿piensas que este FSM pudo tocar las realidades de la gente común,
de los trabajadores, de los estudiantes? ¿Piensas que pudo haber logrado algún
efecto relevante para el pueblo tunecino?
-SAR: Sí, pero hay que también inmediatamente relativizar
ese efecto. Primero hay que recordar que el FSM se ha celebrado en la capital de
Túnez, que ya en sí mismo es un espejismo que impide muchas veces valorar lo que
está ocurriendo en el resto del país, recordando además que la Revolución
Tunecina no empieza en la capital, sino en las zonas más desfavorecidas y más
castigadas por el paro y la miseria; y al mismo tiempo también hay que recordar
que hay frenos y límites casi que de clase, que hace que el FSM no haya llegado
a toda la gente de la capital: el hecho que haya que pagar por entrar al FSM,
aunque sea poco, 5 dinares diarios, para un tunecino es una cantidad estimable.
Hay por lo tanto una selección de clase y regional ―se dejan fuera a las
regiones y se deja fuera un sector social. Dicho esto, yo creo que en cualquier
caso, en una sociedad que está viviendo un momento depresivo tras el entusiasmo
revolucionario, con una militancia con un bajo perfil de cultura política, para
un sector potencialmente comprometido, yo creo que ha sido una inyección de
fuerza y de conocimiento.
-P: Han sido conocidas las polémicas y debates que se han originado a
partir de tus artículos sobre los conflictos en Medio Oriente y Norte de África,
en los cuales problematizas directa o indirectamente, las posturas de algunos
analistas que han apoyado o justificado a algunos de los regímenes de estos
países en crisis. Has sido crítico de la posición que mantuvo el presidente
Chávez respecto a Gaddafi, y también respecto al apoyo al gobierno de Al-Assad
en el conflicto sirio. ¿Cuáles son las claves, el núcleo de estas polémicas?,
¿qué crees que no se está entendiendo en estos análisis del Mundo Árabe que has
criticado?
-SAR: Yo diría que desde ciertos sectores de la izquierda
latinoamericana, que en estos momentos tienen poder grande para determinar
también la posición de ciertos sectores de la izquierda europea, se ha incurrido
por razones ideológicas en eso que Luciano Canfora llama la “retórica de la
complejidad”, y a veces hay que dejar a un lado esa retórica de la complejidad
para fijarse en lo más simple, en lo que más se asemeja a lo que nosotros mismo
vivimos. Ha habido una tentación de pronto de alejarse de todas estas
revoluciones que incomodaban en términos geoestratégicos a los gobiernos
progresistas latinoamericanos, reproduciendo todos los clichés y estereotipos
sobre el mundo árabe, que cuando se trata de aplicarlos sobre América Latina,
muy lógicamente rechazamos.
Hemos visto hablar de nuevo de “eso es muy complejo”, tribus, sectarismos
religiosos, islamofobia ―marcadísima y creciente desde la izquierda―, cuando
aquí yo creo que el asunto es muy sencillo, y es desde donde hay que partir,
para luego introducir la complejidad. Yo siempre utilizo este ejemplo, me parece
eficaz para explicarlo, por ejemplo en Venezuela: en el Mundo Árabe lo que se
está produciendo es una especie de gigantesco «Caracazo». Esta zona del mundo
lleva muchos años de retraso respecto de América Latina, en términos de
acumulación de conciencia, de articulación con movimientos sociales y de
resistencias, pero hace 15 años en Venezuela nadie podía esperar que 15 años
después se estuviese en este punto, con todas las reservas y críticas que se
puedan hacer. Este es un enorme y gigantesco «Caracazo» al que hay que dar
tiempo, porque como digo, se va con un cierto retraso, por una razón sencilla,
porque mientras que la Guerra Fría en América Latina acabó hace 20 años, en el
Mundo Árabe está terminando ahora. Esto es un poco el deshielo de la Guerra
Fría, por primera vez la irrupción de unos pueblos a los que se les ha mantenido
completamente al margen de la gestión de sus territorios y de sus recursos, con
una formación política escasa, y además en un territorio en el que precisamente
por todos esos factores, el islamismo militante, el islamismo político, tiene un
predicamento fuerte.
Pero en todo caso hay que entenderlo así, lo que ha llevado a los pueblos
árabes a revelarse contra dictaduras de décadas, es lo mismo que llevó a los
venezolanos a salir a la calle en el “Caracazo” del 89, a las “Guerras del agua”
en Bolivia, o a otros pueblos de América Latina. Es una combinación de miseria
material y miseria vital, y esa combinación después de muchos años ha llevado a
unas revueltas populares que no fueron, ni puestas en marcha, ni gestionadas
directa e inmediatamente por ninguna fuerza política organizada.
Yo creo que eso es lo primero que hay que decir, lo que nos une, lo que une a
América Latina y al Mundo Árabe, que son muchísimas cosas, en términos de
agresión imperialista, en términos de oligarquías que gestionan grandes recursos
minerales o naturales en beneficio de una minoría, y en términos también de
represión política feroz. Hay que pensar en todas las dictaduras de América
Latina en los años 50, 60 y 70, hasta bien entrados los 80 en algunos sitios, y
eso es un poco lo que se ha vivido aquí. Por lo tanto es absurdo interpretar lo
que está ocurriendo en el Mundo Árabe con esos esquemas de Guerra Fría ya
perimidos o caducos, o por otro lado, con los clichés islamofóbicos que tanto
hemos denunciado cuando se trataba de América Latina ―se decía que Latinoamérica
era incapaz por razones antropológicas o culturales de comprender lo que era la
democracia, que eran pueblos irreductiblemente marcados por el cesarismo y el
caudillismo. Pues creo que desde América Latina, por una combinación de
distancia e ignorancia, y de aplicación de esquemas geoestratégicos de la Guerra
Fría, se ha dejado a un lado lo más sencillo que es lo que los une a esta zona
del mundo, para enredarse en esa retórica de la complejidad, dejando a un lado a
los pueblos que se están pronunciando por primera vez en cinco décadas.
-P: Entonces, ¿cuál es el papel que está jugando el imperialismo, las
fuerzas externas, Estados Unidos, OTAN, entre otros, en estos conflictos en la
región árabe?
-SAR: Si partimos de lo que une a todos los países árabes,
nos encontramos con esta combinación de miseria vital y miseria material, con
autoritarismos o despotismo muy semejantes en todas partes, independientemente
de que estemos hablando de teocracias como en el golfo, o de presuntas
repúblicas como es el caso de Túnez, o de Siria ―el caso de Siria repúblicas
hereditarias para colmo. Todas compartían estos rasgos comunes, miseria vital y
miseria material, como resultado de la intervención del neoliberalismo, de la
privatización, del capital financiero, la concentración corrupta de los recursos
en pocas manos, y todo iba acompañado de una represión política feroz. Eso es lo
que les une.
¿Qué es los que les separa? Sobre todo desde el momento en que se desatan
estas revueltas, pues yo creo que es precisamente la intervención imperialista.
Cuando hablamos ahora de especificidades, tenemos que juzgarlas a la luz de los
distintos modelos de intervención que el imperialismo posee, en todas sus
vertientes. Veo un poco absurdo, y a veces no se comprende bien de América
Latina, cuyo vecino del norte está tan presente que parece que no hay otras
fuerzas, y eso puede llevar incluso a buscar aliados en Irán, o en Rusia, que
son aliados no naturales de procesos progresistas emancipatorios. En todo caso,
lo que marca las especificidades de todos estos países es el distinto tipo de
intervención imperialista.
Digamos por ejemplo, Túnez es un país pequeño, sin mucha importancia
geoestratégica en términos de recursos naturales, pero simbólicamente
fundamental. Es una especie de laboratorio para los distintos imperialismos.
Estados Unidos queda más lejos de Túnez que la Unión Europea, que Francia, que
ha sido la potencia colonial, o que Qatar, o que la propia Arabia Saudí. Hay
muchas fuerzas, todas ellas interesadas en que el experimento tunecino triunfe
de manera limitada. Algunas veces lo he alertado, no lo descarto, pero yo creo
que en principio los intereses de los imperialismos, de las potencias
neocoloniales, está más bien en que este experimento triunfe, que haya una
transición democrática ejemplar que siente las bases de un nuevo modelo de
gestión de la zona, que pasa obviamente por negociar con los sectores islamistas
que previamente se habían perseguido.
Todas estas dictaduras, la dictadura tunecina se justificaba y se legitimaba
como perseguidora y represora de los movimientos islamistas. Bueno, ahora hay
que negociar con ellos, lo que demuestra en cualquier caso que no ha habido
ninguna conspiración detrás, que han sido los pueblos que se han puesto en
marcha, y como obviamente los imperialistas siempre están mejor preparados que
nosotros para intervenir, y tienen siempre un plan B, un plan C y un plan D,
pues han aplicado el plan D, que no es probablemente el que más les hubiese
gustado, pero que en cualquier caso es necesario aplicar para seguir defendiendo
sus intereses.
En ese sentido, creo que Túnez se puede permitir ir más lejos que otros
países que juegan un papel central en términos geoestratégicos, por ejemplo
Egipto. En Egipto vemos el papel que cumple el ejército, que es la columna
vertebral, y que recibe la mayor ayuda de Estados Unidos, si exceptuamos la que
recibe Israel, por lo que los límites de los procesos populares van a estar
constantemente chocando con ese ejército, que de alguna manera sigue teniendo la
sartén por el mango, lo que no quiere decir que esos movimientos populares estén
descartados o definitivamente derrotados, porque vemos hasta que punto
continúan.
Por otro lado, Libia era un país que se podía intervenir militarmente, sin
invasión, pero con bombardeos aéreos porque Gaddafi estaba completamente aislado
del resto del Mundo Árabe, desde hacía muchos años nadie lo apoyaba. De hecho
Libia entre la izquierda árabe no planteó ningún problema, todo el mundo estuvo
a favor con la revolución libia, y condenaron obviamente los bombardeos de la
OTAN, pero no se generó ninguna tensión dentro de la izquierda tunecina o
egipcia, que son los dos países fronterizos. Y Libia hoy es un país donde hay
una tensión fuerte permanente entre un Estado que no acaba de controlar todo el
territorio, y unas milicias armadas que no quieren dejar las armas sin estar
seguros de que van a recibir parte del pastel en el reparto de las riquezas
petroleras. Pero probablemente, al contrario de lo que se piensa, Libia no se
precipita hacia un caos a la afgana, porque también hay muchos intereses, por
ejemplo de Qatar, en que eso más o menos funcione.
Cuando nos ocupamos de Siria, nos encontramos con una situación más
complicada. Siria se levanta por las mismas razones que Túnez, y además es
curioso que sea el levantamiento popular que más se parece al de este país,
porque no surge en las grandes ciudades, surge en Deera, surge en las zonas
rurales más castigadas por las políticas económicas del último decenio de Bashar
Al-Assad, de retirada de subvenciones a la agricultura, de aumento de precios,
privatizaciones, etc.; lo único que ocurre es que Siria cumple un papel
geoestratégico que no cumple Túnez, y por lo tanto en seguida ha desencadenado
una caja de los truenos, en términos geopolíticos, con intervención de todas las
partes. Y yo diría que no con dos bloques muy claramente definidos, como en la
Guerra Fría, sino que dentro de cada bloque, cada potencia tiene sus propios
intereses. Los intereses, al contrario de lo que se pretende, de Qatar y de
Arabia Saudí, no son los mismos. Arabia Saudí, está financiando en estos
momentos a los yihadistas, a los salafistas más extremos, próximos a Al Qaeda,
porque sobre todo lo que no quiere es que haya una revolución democrática en
Arabia Saudí, y sus enemigos dentro de Arabia Saudí son los hermanos musulmanes.
Qatar está más bien financiando a los hermanos musulmanes. Y luego tenemos a
Rusia e Irán, que están mucho más activos dentro de Siria que los Estados Unidos
o la Unión Europea, que se muestran muy cautelosos porque en razón de los
intereses de Israel, quieren más bien provocar un colapso lento y controlado del
régimen de Bashar Al-Assad que ha garantizado la estabilidad en la zona durante
muchos años. Entonces, hay que pasar de la simplicidad, que nos obliga a decir
que hay muchos puntos en común entre América Latina y el Mundo Árabe, en
términos sociales, en términos de demandas populares; a la complejidad, que es
introducida por los distintos modelos de intervención geoestratégica en una zona
con grandes recursos naturales, y donde hay luchas de décadas por apoderarse de
territorios decisivos en el marco geoestratégico del imperialismo.
-P: Más allá de la dimensión de los gobiernos y los partidos
políticos de corte religioso, ¿qué papel puede jugar el islam en estas
movilizaciones populares en el Mundo Árabe?
-SAR: Yo empezaría diciendo algo muy provocativo, y es que
Chávez ha citado muchas más veces a Cristo que a Marx en sus discursos. Hay que
entender que al igual que el pueblo venezolano es mayoritariamente cristiano, y
además con distintas formas de expresión ―en cualquier caso lo es de una manera
sincera―, y tiene ese referente también en la cabeza, el Mundo Árabe en su
mayoría es musulmán, aunque hay minorías cristianas, pero se reconoce a sí mismo
en términos de identidad religiosa, y no en términos de identidad de clase o
ideológica.
En esta zona del mundo durante décadas, mientras Estados Unidos permitía que
Arabia Saudí aprovechase el dinero del petróleo para difundir y expandir la
versión más retrógrada, reaccionaria, puritana y fanática del islam, este
wahabismo que hasta hace pocos años, hasta que Estados Unidos y Arabia Saudí
llegaron a un acuerdo en el 45, era una minoría sectaria que todo el islam
rechazaba; mientras Estados Unidos permitía esto, las potencias occidentales no
han dejado de perseguir el islam político como si fuera el que impedía los
progresos del Mundo Árabe, tanto en términos económicos como políticos. Han
apoyado dictaduras, golpes de estado y guerras civiles contra el islam político,
y hoy nos encontramos aquí.
Yo con algunos otros investigadores a los que respeto, como Gilbert Achcar,
insisto en que no se debe cometer el error, ahora que hablan los pueblos, de
hacer lo que se hizo en el año 91 en Argelia. Eso ha retrasado la derrota del
islamismo político por lo menos 20 años. Yo creo sinceramente, y basta juzgar a
través de las revoluciones árabes que no se han hecho ni en nombre del laicismo,
ni en nombre del islam, que las posiciones islamistas radicales son minoritarias
en el mundo árabe, y creo en cualquier caso que la única manera de superar el
islam político es dejarlo gobernar, si así lo desean los pueblos árabes cuando
se les permita expresarse democráticamente.
En Túnez mismo estamos viendo cómo obtuvieron el 40% de los votos en las
primeras elecciones, y hoy, año y medio después, han perdido muchísimo apoyo y
se han desgastado mucho. El islam político no tiene alternativa, no tiene
respuestas a las verdaderas demandas de estos pueblos, por las que se han
rebelado, que son demandas sociales, económicas y políticas.
Por lo tanto, creo que es inevitable el paso por el islam. Si no lo
integramos y luego lo vencemos una vez integrado, estamos condenados a vivir un
eterno día de la marmota, en el que precisamente por impedirle gobernar las
potencias occidentales -rechazadas instintivamente- esas fuerzas pueden volver a
tener un predicamento y una influencia entre los sectores más jóvenes, que en
realidad ahora no tienen. Por lo tanto digo, la única manera de superar el islam
es pasar por él. Los atajos violentos han conducido a guerras civiles y a
dictaduras feroces que han tenido un altísimo coste, no sólo para las
poblaciones, sino también para la izquierda, que se ha visto un poco fuera del
contexto político, inhabilitada a consecuencia de todas estas políticas
anti-islamistas que han conducido a dictaduras de las que las propias izquierdas
han sido víctimas, tanto en las dictaduras más pro-occidentales, teocráticas o
republicanas; como en las dictaduras panarabistas de países como Siria, o antes
Irak, o el propio Egipto de Nasser, que ante el autoritarismo, acabó
convirtiendo en objeto de persecución a las propias izquierdas.
-P: ¿Cómo se visualiza el futuro próximo en esta zona caliente que es
el Mundo Árabe? ¿Qué importancia tiene lo que ocurra en esta región del mundo en
el desenlace de la crisis sistémica global?
-SAR: Respondiendo a la primera pregunta, es necesario
recordar que tanto en América Latina como en Europa, todos los procesos de
despertar de los pueblos han llevado mucho tiempo. Si pensamos en Europa, la
Revolución Francesa se hizo en 1789, y dos siglos y poco más tarde, no podemos
tampoco jactarnos de nuestros grandes logros democráticos. Decía antes, el
tiempo que llevó pasar del “Caracazo” a este bloque anti-hegemónico que se está
construyendo con dificultades en América Latina contra el imperialismo. Yo creo
que hay que conceder tiempo al Mundo Árabe, y el hecho de esperar que en dos
años, como a veces se hace desde la izquierda, en países donde no había una
izquierda organizada, ni movimientos sociales, ni demasiada cultura política, se
introduzcan cambios estructurales frente a esa presión antiimperialista feroz,
es demandar a los pueblos árabes más de los que nos hemos demandado a nosotros
mismos.
Por lo tanto falta tiempo. Yo siempre he hablado de 15 ó 20 años. ¿Qué va a
ocurrir en esos 15 ó 20 años? No sabemos a qué resultado se va a llegar, lo que
sí sabemos es que de entrada va a haber violencia, va a haber conflictos muy
duros, podemos asistir a procesos como el sirio, en el que hay enfrentamientos
civiles con intervención de fuerzas exteriores, y con violencia y muerte. Estoy
seguro que estos próximos 15 ó 20 años no van a ser fáciles para el Mundo Árabe,
y además no se a donde van a llevarnos. Pueden ser derrotados estos pueblos que
empiezan ahora a despertarse.
Pero respecto de cómo se vivía antes en el Mundo Árabe, yo creo que es
necesario decir que en estos momentos hay una posibilidad que antes no existía.
Que ese deshielo desde una zona del mundo petrificada, congelada, precisamente
porque por primera vez introduce un factor con el que nadie contaba, que son los
pueblos, no podemos tampoco descartar que esos pueblos, con trabajo, a mediano
plazo, consigan algunos logros.
Para valorar lo que puede ocurrir hay que afirmar al mismo tiempo estos dos
polos: un polo muy fuerte que no va a dejar de intervenir, que está muy bien
organizado pero que está en un momento también de debilidad como consecuencia de
esa crisis global de la que hablaremos ahora ―son las distintas formas de
imperialismo, las distintas potencias que intervienen en la zona―; y por el otro
lado, unos pueblos que por primera vez se han puesto en marcha, que han
conquistado muy pocas cosas pero que no están dispuestos a cederlas porque han
sufrido mucho. Del choque entre esas dos fuerzas no podemos saber que surgirá,
si una derrota total, o una victoria parcial. Lo que sabemos es que esa lucha en
los próximos años va a prolongarse, y junto a violencia, conflicto y muerte,
vamos a ver también el proceso de acumulación de conciencia y de articulación de
movimientos sociales y populares, que hasta ahora no existían en el Mundo
Árabe.
Respecto a la segunda pregunta, y por eso también mis críticas a Chávez, y en
general a los gobiernos latinoamericanos, cuyos proyectos desde luego apoyo,
desde aquí, desde Túnez. Porque la posición de Chávez, y de vuestros gobiernos,
el propio gobierno de Cuba, en un perfil más bajo, o de Ecuador, o de Bolivia, o
de Nicaragua, no solamente ha introducido efectos negativos, incluso en términos
de impedir la solidaridad de la izquierda mundial respecto de estos procesos,
sino también es criticable por los efectos positivos que podía haber introducido
y que no ha introducido. Yo a lo largo de estos análisis que he hecho, he creído
insistir mucho en que América Latina y el Mundo Árabe están más unidos que
separados, son dos zonas con los mismos problemas socio-económicos y con un
nivel de agresión imperialista muy semejante. Por lo tanto, un apoyo explícito
de América Latina a las revoluciones árabes podía haber introducido efectos de
acercamiento entre esos dos polos, con un resultado a medio plazo infinitamente
más positivo del que puede tener el hecho de que Venezuela, por ejemplo, se
apoye en Irán. Ese efecto positivo no introducido tiene que ver justamente con
la lucha contra el capitalismo global, en un momento de crisis del que puede
surgir lo mejor y lo peor; en el que en cualquier caso, como es una crisis
estructural y global que afecta no solamente a la economía, es decir, a la
acumulación de beneficios de las clases que gestionan la economía global, sino
que también es una crisis ecológica, y es una crisis ética, y es una crisis de
solidaridad también entre los pueblos, yo creo que el Mundo Árabe y América
Latina juntos, podían haber ofrecido una resistencia mayor de la que van a
ofrecer por separado.
Sin embargo, a nivel mediterráneo, sí se ha comprendido entre los partidos de
izquierda, los movimientos sociales, que hay una dimensión regional de
aproximación, que por ejemplo, lo que une a Túnez y a España es mucho más de lo
que une a España con Alemania, o con Suecia, en todos los sentidos. Que la
crisis está afectando por igual, y homogeneizando zonas al norte y al sur del
mediterráneo, que parecían separadas por modelos tanto políticos como económicos
insondables, y que por lo tanto la lucha debe ser común. La prueba de que eso se
ha entendido es que los movimientos por ejemplo de “indignados” en España,
tienen como referente claro, incluso en la Puerta del Sol, lo que ha ocurrido en
Tahrir en Egipto, lo que ha ocurrido en Túnez, y eso además vuelve de rebote al
propio Túnez y a Tahrir. Creo que lo que ocurra en el Mundo Árabe, y si se
entiende así desde la izquierda mundial, puede servir para armar alternativas
frente a un modelo cuyo fracaso vemos tan claramente hoy, como vimos hace 20
años el fracaso del socialismo realmente existente.
* Emiliano Teran Mantovani es sociólogo de la Universidad
Central de Venezuela, investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos
Rómulo Gallegos, y hace parte
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