La decisión de Stephen Hawking de boicotear un acto académico en Israel es de las que duelen en el Estado hebreo. Según ha publicado el diario ‘The Guardian’, Hawking ha decidido no participar en una conferencia organizada por el presidente Shimon Peres (nada menos), bautizada como Facing Tomorrow, a la que están invitados decenas de personalidades artísticas y científicas en junio y que este año, además, conmemora el 90º cumpleaños de Peres (nada menos). No es Hawking el primer nombre que rechaza acudir a esta cita: Elvis Costello, Roger Waters, Brian Eno, Annie Lennox y Mike Leigh son otros que no irán. El daño del ‘no’ de Hawking viene dado por su innegable reputación en el mundo científico, lo cual le da enorme trascendencia. Aunque tampoco debería caer como una sorpresa total en Tel-Aviv: ya antes Hawking se había referido a la ocupación israelí de los territorios palestinos como ‘apartheid’.
La decisión de Hawking es sin duda un éxito de la campaña BDS (Boicot, Sanciones y Desinversiones al Estado de Israel). Llega después de una carta abierta del escritor Iain Banks en la que se sumaba al BDS y convierte al Reino Unido en uno de los lugares más activos del movimiento de boicot a Israelbasado en la campaña internacional que tanto influyó en la caída del ‘apartheid’ de Suráfrica. En España y Catalunya, el BDS es especialmente activo, como prueban laspolémicas surgidas por las visitas a Israel deJoan Manuel Serrat, Joaquín Sabina y el escritor Antonio Muñoz Molina, a la que se le suma la prevista por el Barça para jugar un partido por la paz contra un equipo de israelíes y palestinos en los que no habrá palestinos de los territorios ocupados (aunque, probablemente, y si al final hay partido, sí jugarán palestinos con ciudadanía israelí que ya juegan en la selección del país). Peculiar partido para una peculiar aportación a la paz..
Del escueto comunicado de Hawking hay una frase que destaca, aquella en la que el científico dice que ha tomado la decisión de no aceptar la invitación de Peres (nada menos) basándose en su “conocimiento de lo que sucede en Palestina y bajo el consejo unánime” de sus contactos científicos allí, se interpreta que palestinos e israelíes. De verdad, me encantaría saber quiénes son los miembros de la academia israelí que le han aconsejado boicotear a Israel. Igual Ilan Pappe (“Boicotéame”) no está tan solo. Igual no toda la academia israelí apoya abrir una universidad en Ariel, colonia entre las colonias.
Es la del boicot una estrategia que causa debate. Noam Chomsky, por ejemplo, defiende que un boicot total (no sólo económico) sólo refuerza a la parte más intransigente de Israel. Entre otras razones más que dudosas, Muñoz Molina defendió su visita a Jerusalén para recoger de manos de Shimon Peres (nada menos) el premio literario que lleva el nombre de la ciudad con el argumento de que así reforzaba a los pacifistas israelíes. El debate es interesante, pero resulta curioso que sean los israelíes que están contra la ocupación los que piden que se les boicotee. De ahí mi curiosidad por saber qué parte de la academia israelí ha aconsejado a Hawking.
Es previsible una airadísima reacción de Israel y de sus voceros a la decisión de Hawking. No es una situación nueva: de José Saramago dejaron de venderse sus libros, y lo que se llegó a escribir y decir de Günter Grass por su poema sólo cabe definirlo, como editorializó el diario ‘Haaretz’, de histérico. Histeria tras la que se esconde el temor, de ahí la eficacia de campañas como la del BDS. Porque desafiando a la geografía, sus leyes, su política y su idiosincrasia, Israel se considera (y quiere ser considerado) un país occidental. Israel teme la (mala) imagen, que le hagan el vacío. A Israel le gusta ir por el mundo y que le den golpecitos en el hombro, la única democracia de Oriente Próximo, la luz entre las tinieblas (árabes) de Oriente Próximo, el vergel en el desierto. Más que cualquier resolución de la ONU, Israel teme que sus ciudadanos no puedan pisar Londres no sea que los detengan por lo que hicieron cuando estaban en el IDF, que su Maccabi no pueda jugar la Final Four, que sus cantantes no participen en Eurovisión, el espectro de Suráfrica. El peor miedo de Israel, país oriental, es que Occidente se levante y le diga: no eres de los nuestros. Por eso las campañas de boicot son tan virulentamente perseguidas y desprestigiadas y la política de comunicación constituye un pilar tan importante de la política exterior israelí.
Del escueto comunicado de Hawking hay una frase que destaca, aquella en la que el científico dice que ha tomado la decisión de no aceptar la invitación de Peres (nada menos) basándose en su “conocimiento de lo que sucede en Palestina y bajo el consejo unánime” de sus contactos científicos allí, se interpreta que palestinos e israelíes. De verdad, me encantaría saber quiénes son los miembros de la academia israelí que le han aconsejado boicotear a Israel. Igual Ilan Pappe (“Boicotéame”) no está tan solo. Igual no toda la academia israelí apoya abrir una universidad en Ariel, colonia entre las colonias.
Es la del boicot una estrategia que causa debate. Noam Chomsky, por ejemplo, defiende que un boicot total (no sólo económico) sólo refuerza a la parte más intransigente de Israel. Entre otras razones más que dudosas, Muñoz Molina defendió su visita a Jerusalén para recoger de manos de Shimon Peres (nada menos) el premio literario que lleva el nombre de la ciudad con el argumento de que así reforzaba a los pacifistas israelíes. El debate es interesante, pero resulta curioso que sean los israelíes que están contra la ocupación los que piden que se les boicotee. De ahí mi curiosidad por saber qué parte de la academia israelí ha aconsejado a Hawking.
Es previsible una airadísima reacción de Israel y de sus voceros a la decisión de Hawking. No es una situación nueva: de José Saramago dejaron de venderse sus libros, y lo que se llegó a escribir y decir de Günter Grass por su poema sólo cabe definirlo, como editorializó el diario ‘Haaretz’, de histérico. Histeria tras la que se esconde el temor, de ahí la eficacia de campañas como la del BDS. Porque desafiando a la geografía, sus leyes, su política y su idiosincrasia, Israel se considera (y quiere ser considerado) un país occidental. Israel teme la (mala) imagen, que le hagan el vacío. A Israel le gusta ir por el mundo y que le den golpecitos en el hombro, la única democracia de Oriente Próximo, la luz entre las tinieblas (árabes) de Oriente Próximo, el vergel en el desierto. Más que cualquier resolución de la ONU, Israel teme que sus ciudadanos no puedan pisar Londres no sea que los detengan por lo que hicieron cuando estaban en el IDF, que su Maccabi no pueda jugar la Final Four, que sus cantantes no participen en Eurovisión, el espectro de Suráfrica. El peor miedo de Israel, país oriental, es que Occidente se levante y le diga: no eres de los nuestros. Por eso las campañas de boicot son tan virulentamente perseguidas y desprestigiadas y la política de comunicación constituye un pilar tan importante de la política exterior israelí.
Por eso, lo de Stephen Hawking, por ser quien es, es un ‘Big Bang’ sideral, de los que hacen ver las estrellas.
PD: “En este mundo en el que estamos todos conectados los unos con los otros, de forma casi instantánea, una injusticia cometida contra alguien o contra un grupo de personas, es una injusticia cometida contra todos, contra cada uno de nosotros”. Iain Banks
Añadido tardío: Curiosidad satisfecha. Horas después de escribir el post, ‘The Guardian’ publicó la carta que envió Hawking a la organización del encuentro Facing Tomorrow. En ella, el científico expplica que los académicos que le acosenjaron el boicot son palestinos, no israelíes. Ilan Pappe, pues, sigue solo.