Tres días de terror terminaron con la vida de miles de seres humanos en el Líbano
El 16 de este mes se cumplieron 34 años de uno de los capítulos más sangrientos y horrorosos del holocausto palestino: la brutal matanza de miles de refugiados en los poblados libaneses de Sabra y Shatila. Sí, no se alarme, usamos el término "holocausto" sin acompañarlo de la palabra "judío". ¿Usted creía que el uso de este término es exclusividad del pueblo judío?... No. Sepa que la RAE define el vocablo como "gran matanza de seres humanos", así que no frunza el ceño con intriga y perplejidad, los palestinos son seres humanos, aunque se empeñen a diario en hacernos sentir y creer que no lo son.
Esta página de la historia del horror humano es una mancha indeleble en la conciencia de nuestra sociedad moderna y superficial; no la única, claro está, pero una con características singulares, con rasgos tan oscuros y tenebrosos, que apenas posamos nuestra atención sobre ella, nos sentimos tan espantados que damos vuelta a la hoja con rapidez.
Tan olvidado está aquel triste episodio de nuestra reciente historia que hoy ya nadie sabe qué demonios es Sabra y Shatila, ni qué ocurrió realmente durante esos tres días de espanto y horror. El olvido es la cereza de este repugnante postre, una falta absoluta de humanidad por nuestra parte, y una muestra más del profundo sueño en el que estamos sumidos.
Dentro de 20 años usted seguirá escuchando hablar del "atentado" a las torres gemelas; se harán homenajes y tertulias donde miles aún llorarán aquel
evidente ataque de falsa bandera. Se erigirán monumentos como
el museo del 11-S que ya hoy existe en Nueva York. ¿Por qué está borrada de la memoria colectiva la masacre de Sabra y Shatila? ¿Por qué no se recuerda al menos cada año lo que fue una descarnada muestra de la brutalidad humana? ¿Por qué ni siquiera hemos aprendido algo útil de estos trágicos eventos?
Es nuestra misión hoy reclamar un justo lugar para este oscuro suceso. Es nuestra intención hoy salpicarlo con la sangre de inocentes, que sienta las gotas calientes deslizándose por sus mejillas, goteando silenciosamente en un charco rojizo, y es nuestra esperanza hoy que usted despierte y vea que este horror no ha terminado, que este horror es nuestro pan de cada día, que esta tragedia es nuestra tragedia, y que pese a nuestros esfuerzos por condenar al olvido este acto atroz, nuestras manos están irremediablemente manchadas con la sangre de niños, mujeres, hombres y ancianos, que bien podrían ser nuestros hijos, padres, o abuelos. Déjenos contarle qué ocurrió aquel día...
Crónica de una brutal matanza
La mañana del 16 de septiembre de 1982 hubo una reunión en el cuartel de las Fuerzas Libanesas de la Falange (FLF) en la que participaron, entre otros, quien era en aquel momento el ministro de defensa israelí Ariel Sharon y varios miembros de la FLF. Como quien planifica un picnic, en ese fugaz encuentro, aquellos lobos sedientos de sangre acordaron llevar adelante una ofensiva sin precedentes y elaboraron un plan brutal y despiadado. Esa misma noche una horda de salvajes irrumpió en los poblados de Sabra y Shatila con armas dotadas de silenciadores, hachas, y cuchillos, que utilizaron para ensañarse con cientos de familias que creían estar a salvo.
Las fuerzas israelíes tenían como misión facilitar el acceso, y una vez introducidos en el interior de los poblados, cerrar todas las salidas de socorro de los campamentos para impedir la salida a los habitantes bajo la amenaza de abrir fuego, y obligarles a retroceder para forzarlos a encontrarse con su destino.
Como depredadores ávidos de caos y destrucción, las fuerzas falangistas comenzaron una descomunal cacería atacando sin piedad a palestinos y libaneses que dormían sin siquiera sospechar el trágico final que les aguardaba. Padres, madres, hermanos, niños, mujeres, maridos, viviendas... todo, absolutamente todo, fue devastado por esas bestias. El baño de sangre y horror cubrió la noche mientras sus socios israelíes iluminaban el cielo con bengalas para facilitar la feroz e inhumana barbarie perpetrada por esos auténticos psicópatas.
El mundo despertó la mañana del 17 y vio el horror de lo ocurrido. Charcos de sangre, cuerpos descuartizados desperdigados por las calles, niños que apenas podían comprender qué o quién decidía su destino, habían sido masacrados sin clemencia... casi nada quedaba, casi nada se escuchaba aparte del jadeo salvaje de las bestias que habían cometido ese atroz y despiadado acto. Durante las horas siguientes al ataque, los falangistas continuaron masacrando y aniquilando todo lo que estaba a su paso. Un
Informe publicado en la página web del
Movimiento de Resistencia Islámica de Palestina de septiembre de 2002, lo relata de este modo:
... la matanza comenzó rápidamente y continuó sin interrupción durante cuarenta horas. Durante las primeras horas, las milicias falangistas masacraron a centenares de personas, disparaban contra todo lo que se movía en los callejones, matando a familias enteras mientras estaban cenando, otros muchos murieron en sus camas cuando dormían. Se encontró a muchos niños de entre tres y cuatro años con sus pijamas, en sus camas y las mantas cubiertas de sangre. En muchos casos mutilaban a las víctimas antes de asesinarlas, rompían los cráneos de algunos bebés, chocándolos contra las paredes y hubo mujeres que fueron violadas antes de matarlas, hombres arrastrados a las calles para ejecutarlos, donde las milicias del terror, utilizaban hachas y cuchillos para asesinar de forma indiscriminada, dirigiéndose sobre todo contra niños, mujeres y ancianos. La primera noche se aseguraron utilizar armas silenciosas, para que los habitantes de los campamentos no se enteraran de lo que estaba sucediendo, y trataran de huir.
El relato es cuanto menos desolador; la barbarie vivida durante aquellas horas de horror es inexplicable, inconcebible, abrumadora...
Para el sábado 18 de septiembre la masacre había terminado, "...cientos de cadáveres que abarrotaban las calles y los callejones, yacían bajo toneladas de moscas, niños tirados por los caminos, mujeres y jóvenes habían sido violadas, algunas, seguían con vida y otras permanecían desnudas y maniatadas a sus camas o a los postes de electricidad, hombres que habían sufrido la amputación de sus órganos genitales y que luego se los habían introducido en sus bocas, ancianos que no tuvieron la compasión de los criminales para dejarles marchar de este mundo en paz; [...] embarazadas que fueron rajadas y sus fetos asesinados" (
extraído del mismo Informe).
Tras los fuertes ecos que provocó la matanza en el mundo, se constituyó una tímida comisión para investigar los hechos. La investigación culpó a la FLF de todo lo acontecido relegando la responsabilidad de Israel al difuso campo de la negligencia.
La vergüenza cubre como una espesa neblina las ridículas conclusiones de aquella comisión. Estimaron las víctimas en apenas 470, afirmando que la mayoría eran guerrilleros. Ni siquiera tuvieron la decencia de acordar la mentiras que publicarían. La CIA y el Mossad arrojaron sus números sobre la mesa: entre 800 y 1000 habían sido las víctimas de la masacre.
Pero la verdad prevalece aún en las voces afónicas de los testigos presenciales; periodistas, trabajadores sanitarios, fotógrafos extranjeros y árabes, y los supervivientes a la matanza, coincidieron en calibrar el número de mártires entre 2000 y 3000.
La negación de la realidad
Mirar hacia otro lado no hace que los hechos desaparezcan ni que sean menos reales. La realidad está ahí, queramos verla o no. Estamos hasta la coronilla de que nuestra cultura occidental nos inunde con la sugerencia (que, por cierto, roza la imposición) de que debemos concentrarnos en la belleza del mundo, de que debemos ver el rostro sonriente de Dios, de que debemos ciegamente "perdonar a nuestros enemigos", de que forzosa y deliberadamente debemos poner la otra mejilla. Ese no es el consejo sabio y amable de un padre protector, esa es la directiva primaria de un tirano que no tiene entre sus principales intereses nuestro bienestar, que desea poder llevar adelante su agenda de horror, y dominar y controlar a sus víctimas con la mínima resistencia posible.
"Si no lo veo no existe". Esa es la máxima con la que crecemos y nos desarrollamos en el seno de una cultura que nos enseña desde pequeños a "hacer lo políticamente correcto" y a no perturbar a "nuestros tutores" con preguntas incómodas. Ellos, los maestros del caos, son expertos en el arte de hacer invisible los "elefantes de realidad" que reposan ante nuestros ojos. Esta salvaje matanza no sólo está casi olvidada, sino que ha sido hasta cierto punto minimizada y denostada por las fuerzas propagandistas de sus autores. Si usted se toma el trabajo de hacer una búsqueda rápida por la Red de este suceso, se encontrará con un batallón de serviles lacayos dedicando "litros de tinta" a la causa.
Eche una mirada
a las palabras de Cesar Vidal publicadas en
Ilustración Liberal 10 años atrás:
La breve historia del Israel moderno es una trayectoria pespunteada por las agresiones continuas de los vecinos islámicos y el flagelo terrorista desde su fundación en 1948. Tan sólo entre 1951 y 1957, en una época en que Israel no estaba en lo que ahora se denominan territorios ocupados, fueron asesinados 967 israelíes por terroristas árabes que actuaban en el interior de las fronteras de 1949. [...] Durante esos años, Ariel Sharon -que había sido uno de los militares preferidos de David Ben Gurión- no sólo dio muestras de una notable capacidad táctica sino que además desarrolló una visión política que mantendría sin fisuras durante años.
¿Entiende cuál es la lógica detrás de estas palabras? Las víctimas son convertidas en victimarios y los villanos en héroes. La
retórica de la autodefensa lleva más de medio siglo justificando los peores crímenes, y nosotros seguimos aquí sentados, leyendo sus mentiras, escuchando sus disertaciones, y creyendo que lo que resulta ser claramente la aniquilación sistemática del pueblo palestino a manos de sus verdugos israelíes, es simplemente un vulgar conflicto de intereses o una disputa territorial, poco más que una escaramuza aislada donde ambos lados están en igualdad de condiciones.
Este supuesto "equilibrio de fuerzas", es lo que resulta en nuestras mentes como consecuencia de la falta de información y conocimiento sobre la realidad. Doug DiPasquale en el excelente artículo "
La falacia del punto medio en Gaza" lo expone del siguiente modo:
Como seres humanos, observando las acciones de los otros supuestos seres humanos, uno naturalmente asume que existe algún tipo de lógica en sus acciones. La situación es "complicada" porque lo "correcto e incorrecto" es difícil de desentrañar. Y debido a que se asume que nuestros líderes son personas lógicas, hay una tendencia natural a creer que la verdad del conflicto Israel/Palestina se encuentra en algún lugar en el medio, todo el mundo tiene una perspectiva y todas las perspectivas deben ser consideradas y validadas en cierta medida. Ciertamente, no es razonable rechazar totalmente un punto de vista a favor de otro, porque eso es ser "sesgado". Un lado dice X, el otro lado dice Y, por lo que la verdad de la cuestión debe estar en algún lugar en el medio. Ambas posiciones se toman como extremos en un continuo, el sesgo natural de cada parte que tira en direcciones opuestas.
Esto es lo que comúnmente se conoce como la "falacia del punto medio", donde se supone que la posición media entre dos extremos debe ser la correcta, simplemente porque es la posición media.
[...]
[Pero] hay una verdad fundamental en el conflicto de Gaza; la situación no es "complicada". Las aguas se enturbian aún más [...] cuando uno de los lados de la disputa es psicópata, es decir, carente por completo de la conciencia humana. En este caso, la falacia del punto medio sólo sirve para impulsar la agenda psicopática. Cada vez que un árbitro llama al termino medio, la agenda psicopática es puesta por delante y la verdad es puesta atrás.
Las fuerzas sionistas cuentan con las milicias mejor armadas (cortesía de su fiel eunuco EE.UU.) y los servicios de inteligencia más sofisticados del globo. Los palestinos no tienen fuerzas armadas ni posibilidad de conseguir armamento que les permita equipararse a la fuerza de su enemigo y defenderse; son un pueblo que sólo se resiste a ser exterminado, son las víctimas de un atropello sin precedentes, despojados de las tierras en las que vivieron durante miles de años, prisioneros en su hogar, y acarreando sobre sus espaldas una sentencia de muerte.
¿De qué equilibrio se puede hablar aquí? Israel invadió y ocupó un territorio que no le pertenecía, asesinó y masacró (
y aún hoy lo sigue haciendo) sistemáticamente al pueblo palestino sin piedad. El pueblo palestino sólo se ha resistido a su aniquilación.
¿En qué cabeza cabe que pueda encontrarse la verdad en algún lugar en el medio de la barbarie psicopática de Israel y la indefensión total de los palestinos?
La historia se repite en tanto no aprendamos de ella
Aun así, la fuerza de estos criminales no reside en su poder militar, sino en nuestro silencio, en nuestra falta de interés en saber y comprender qué diablos está ocurriendo en nuestro mundo, quiénes son los "malos de la película" y por qué están decididos a someternos a cualquier costo.
Nos conformamos con las "flatulencias" intelectuales de unos supuestos "expertos" que nos dicen que "es la naturaleza humana", "el hombre en esencia es un animal salvaje moldeado por la civilización", "la moral es meramente un acuerdo entre poco más que monos que decidieron que era mejor pactar que morir". Pero la realidad es que ELLOS son los salvajes y esa es SU naturaleza, no la nuestra. Ellos son
auténticos psicópatas y
gobiernan el mundo porque cuentan con nuestro descrédito, con nuestra ignorancia respecto a su existencia, con nuestra ingenua aceptación de que ellos son seres humanos comunes y corrientes como nosotros, que todo lo que ocurre es el resultado de un mal entendido y más tarde o más temprano entenderán.
¿Qué nos depara el futuro si no conocemos el pasado, si no comprendemos sus móviles, si no conectamos estos eventos con nuestro presente? El mundo está lleno hoy día de "sabras y shatilas" por doquier. La muerte, el horror y la miseria nos visitan constantemente, tocan a nuestras puertas, y nosotros hacemos oídos sordos, giramos la mirada y nos enfocamos en nuestra serie favorita de televisión o nos ofuscamos porque a nuestro equipo de fútbol favorito no le va muy bien esta temporada.
Sobre el autor: Mauricio Santecchia, nació en Argentina, es un Analista de Sistemas Informáticos especializado en consultoría en las áreas de Tecnologías de la Información y Comunicaciones. Desde el año 2011 es parte del equipo de editores de SOTT.