viernes, 16 de septiembre de 2016

Refugiadas de Palestina: mantener viva la memoria del 48

Tras pasar 10 meses en la cárcel, Dunia Ali Muslih, del campo de refugiados de Dheisheh, en Belén, nos cuenta su historia. 

Dunia en el campo de Dheisheh / IZASKUN SÁNCHEZ AROCA
La Basílica de la Natividad, en Belén, donde dice el cristianismo que nació Jesús de Nazaret, es una de las paradas ineludibles de las hordas turísticas que viajan a tierra santa. Miles de personas llegan cada año en paquetes cerrados que incluyen madrugones, subidas y bajadas de autobuses con el aire acondicionado a todo trapo, largos periplos culturales aderezados con hummus, zumos naturales y compras varias de supuesta artesanía local en muchos casos made in China. Todo en un marco incomparable, eso sí.
Sin embargo, rara vez el turista verá en lo que se intenta camuflar como una barrera de sonido de la autopista un muro ilegal construido por Israel que se anexiona un 20% de Cisjordania y divide familias, ciudades y pueblos.
También es probable que entre milagro y parábola se confundan con peajes los puestos de control militar israelíes (check point) donde la población palestina, ambulancias incluidas, puede pasar horas y horas esperando a que abran.
El muro visto desde el pueblo de Qalandia. Por encima una carretera del apartheid, solo para coches con matrícula israelí. / IZASKUN SÁNCHEZ AROCA
El muro a su paso por Belén. / IZASKUN SÁNCHEZ AROCA
También es probable que entre milagro y parábola se confundan con peajes los puestos de control militar israelíes (check point)  donde la población palestina, ambulancias incluidas, puede pasar horas y horas esperando a que abran.
Check Point de Qalandia que comunica Ramala con Jerusalén. / IZASKUN SÁNCHEZ AROCA
Interior del Check Point de Belén que lleva a Jerusalén. Izaskun Sánchez Aroca.
Lejos de la mirada del turista, a tan sólo tres kilómetros de donde estuvo el Portal de Belén se ubican varios campos de población refugiada de Palestina. En este caso hablamos de Dheisheh, pero lo cierto es que podríamos hablar de cualquiera de los 27 que hay entre Gaza y Cisjordania que reciben servicios de Naciones Unidas.
En sus inicios, en 1949, Dheisheh estuvo formado por un conjunto de tiendas de campaña que acogieron a unas 3.000 personas de 45 pueblos palestinos diferentes expulsadas con la creación del Estado de Israel en 1948, lo que se denomina como la Nakba (el desastre),
Más de medio siglo después, la población del campo se ha multiplicado por cinco, llegando a los 15.000 habitantes, que continúan viviendo prácticamente en el mismo espacio que en 1949. Eso sí, en vez de tiendas de campaña, ahora hay familias enteras instaladas en una amalgama de viviendas de hormigón, muchas de ellas inacabadas, hacinadas y sin apenas intimidad. Más que calles, lo que hay son pequeños callejones entre las casas con graves problemas de saneamiento donde ponen un poco de color y memoria las pintadas, dibujos o fotos de mártires, los asesinados por Israel.
La llave, el símbolo del retorno de la población refugiada, está presente casi en cada esquina. Entre los callejones surgen pequeños comercios locales y alguna arteria principal que atraviesa parte del campo. Resulta imposible encontrar un espacio público en el que sentarse, tomar la fresca o echarse unas carreras en el caso de los más pequeños y pequeñas.
La llave es el símbolo del retorno de la población refugiada de Palestina. /IZASKUN SÁNCHEZ AROCA
Comunidad
Dheisheh, como muchos otros campos, está formado por una comunidad muy fuerte, que se apoya y se ayuda en el día a día. No en vano ha sido muy castigado durante las intifadas. Fue cercado, tuvo toque de queda y a día de hoy casi todas las semanas hay incursiones de militares israelíes que registran las casas, detienen y se llevan a gente para interrogarla.
Dunia Ali Muslih es una de ellas. Tiene 19 años y en el momento de esta entrevista apenas lleva cinco días fuera de la cárcel. Ha cumplido una condena de 10 meses. Salió el pasado 24 de agosto. Está cansada y tiene ojeras, pero a pesar de todo no puede evitar sonreír por estar en casa de nuevo. “No duermo bien y me está costando coger el ritmo. Sólo quiero volver a mi vida cotidiana, ir a la universidad, ver a mis amigas, estar con mi familia”, explica. Cuenta cómo todo comenzó con una llamada del Ejército israelí a sus padres. “Vamos a detener a su hija porque es una maleducada y aquí la vamos a educar”.
La joven, como cualquier otro día, volvía a casa después de clase. Hacía unos meses había empezado a estudiar contabilidad: “Me encantan las matemáticas”, confiesa. “Devolví la llamada y efectivamente me contestó el comandante de la zona para decirme que si no quería que me detuvieran delante de mis padres me presentara en el puesto de mando”, dice. Ali Muslih nunca se presentó, y 20 días después el Ejército israelí irrumpió en su casa a las tres de la mañana para arrestarla. Un capitán se identificó y le dijo que era a él a quien le había colgado el teléfono. “Si quieres arrestarme, hazlo ahora, no hace falta que hagas tanto teatro”, le dijo ella.
Dunia durante un momento de la entrevista. / IZASKUN SÁNCHEZ AROCA
Dunia pasó maniatada por siete centros diferentes sin saber de qué se la acusaba, para terminar siendo interrogada en Moscobiya, un edificio en pleno corazón de Jerusalén, en lo que llaman el Russian Compound, rodeado de bares y terrazas. La acusaron de recaudar fondos para el Frente Popular para la Liberación de Palestina y de estar planificando un ataque a Israel. “Nunca reconocí los cargos y en el juicio me sentenciaron por las declaraciones de un supuesto testigo”. La primera vez que consiguió ver a un abogado ya llevaba un mes en la cárcel. En la corte militar en la que fue juzgada pidieron dos años de cárcel, pero finalmente el abogado consiguió negociar diez meses.
Dunia Ali Muslih es una de las 10.000 palestinas que han pasado por una cárcel israelí desde 1967, una cifra que se eleva hasta 800.000 personas si incluimos a los hombres y a los menores. Esto es el 20% de la población palestina. Actualmente hay unos 7.000 prisioneros y prisioneras políticas, 70 son mujeres y 414 menores, y 715 se encuentran bajo detención administrativa, es decir, sin que se hayan presentado cargos contra ellos y sin haber sido juzgados.
Estrategia de ocupación
Desde distintas organizaciones, como Addameer, se coincide al señalar la política de detenciones y encarcelamientos como una estrategia más de la ocupación israelí que criminaliza especialmente a jóvenes, activistas, periodistas, políticos y organi­zaciones de la sociedad civil.
“El efecto es muy negativo, se siembra el pánico continuo porque no es la detención, sino el hecho de llegar por la noche, de asustar a la familia –afirma Ali Muslih–. Algo que, sin embargo, no logra detener el movimiento de la gente, por eso recurren a métodos más extremos”. En uno de los últimos ataques israelíes, el capitán de la zona declaró públicamente que la política de detención de jóvenes iba a terminar: “Sólo los vamos a inmovilizar, les dispararemos a la pierna izquierda para que ya no puedan moverse”. La amenaza se ha consumado y, efectivamente, un breve paseo por el campo permite ver a varios chavales con muletas, entre ellos el tío de Dunia, Mahmoud Add Alazez, de 23 años, que un mes después de haber salido de la cárcel tras una condena de año y medio recibió un disparo en la pierna.
Cuando le preguntas a Dunia por qué los campos de refugiados y refugiadas están continuamente en el punto de mira del Gobierno israelí, su respuesta es muy clara: “Es uno de los sitios donde se mantiene vivo el origen de la causa, la memoria del 48. En un lugar como Dheisheh se cría a los niños y niñas, generación tras generación, recordándoles su lugar de origen, ayundándoles a mantener sus raíces, esperando poder regresar a sus tierras. Yo misma, a pesar de haber nacido y de haberme criado en Dheisheh, mantengo esta identidad fuerte de refugiada. Este campo no es mi lugar de origen”.
La historia de Dunia Ali Muslih junto con más testimonios forma parte de un proyecto audiovisual realizado por Addameer y Sodepaz sobre los prisioneros y prisioneras políticas palestinas que se estrenará a finales de año.

Fuente: Izaskun Sánchez Aroca , Periódico Diagonal - España

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