Omar Barghouti
The Guardian, 16 de octubre de 2023
La obligación ética más profunda en estos tiempos de carnicería es actuar para poner fin a la complicidad
En tiempos de carnicería, agitación gregaria y polarización tribal, muchos pueden descartar los principios éticos como una molestia o un lujo intelectual. Yo no puedo y no lo haré. Nada deseo más que ver el fin de toda violencia en Palestina y en todas partes, y precisamente por eso me comprometo a luchar contra las causas profundas de la violencia: la opresión y la injusticia.
El movimiento antirracista y no violento de BDS, que cuenta con el apoyo de sindicatos de trabajadores y agricultores, así como de movimientos por la justicia racial, social, de género y climática que representan colectivamente a decenas de millones de personas en todo el mundo, se inspira en la lucha sudafricana contra el apartheid y en el movimiento estadounidense por los derechos civiles. Pero tiene sus raíces en una herencia centenaria, a menudo no reconocida, de resistencia popular palestina indígena al colonialismo de colonos y al apartheid. Esta resistencia no violenta ha adoptado muchas formas, desde huelgas masivas de trabajadores a marchas encabezadas por mujeres, pasando por la diplomacia pública, la construcción de universidades, la literatura y el arte.
Una línea importante, aunque a menudo olvidada, del breve llamamiento del BDS apelaba a las personas de conciencia de todo el mundo a "presionar a sus respectivos Estados para que impongan embargos y sanciones contra Israel", e invitaba a "los israelíes concienciados a apoyar este llamamiento, por el bien de la justicia y de una paz genuina". De hecho, un pequeño pero significativo número de judíos israelíes se ha unido al movimiento y ha desempeñado un papel importante en nuestras campañas, que han conseguido que importantes fondos de inversión, iglesias, empresas, asociaciones académicas, equipos deportivos y artistas, entre otros, pongan fin a su complicidad, o se nieguen a implicarse, en las violaciones de los derechos humanos cometidas por Israel.
Esta vez, sin embargo, muchos gobiernos y medios de comunicación occidentales están repitiendo como loros una desinformación perniciosa, al tiempo que afirman que la última crisis comenzó el 7 de octubre con un ataque "no provocado" contra Israel. Calificar de "no provocada" la incursión de los grupos palestinos no sólo carece de ética, sino que además es un típico tropo racista anti palestino que nos considera relativamente seres humanos que no merecemos plenos derechos humanos. ¿Por qué si no se consideraría invisible o indigna de condena y rendición de cuentas la implacable y lenta muerte y la violencia estructural resultante del régimen de injusticia que Israel mantiene contra nosotros desde hace 75 años?
Me inspiran las palabras del filósofo brasileño Paulo Freire, que escribió: "Con el establecimiento de una relación de opresión, la violencia ya ha comenzado. Nunca en la historia la violencia ha sido iniciada por los oprimidos... La violencia es iniciada por aquellos que oprimen, que explotan, que no reconocen a los demás como personas - no por aquellos que son oprimidos, explotados y no reconocidos". La reacción del oprimido se considere o no legal o éticamente justificable, es siempre eso, una reacción a la violencia inicial del opresor.
Incluso antes del 7 de octubre, el desenmascarado gobierno de extrema derecha de Israel, el más racista, fundamentalista y sexista de su historia, había estado intensificando sus despiadados ataques contra las vidas y los medios de subsistencia de millones de palestinos, con total impunidad. El hecho de que Cisjordania ocupada esté bajo el control parcial de la Autoridad Palestina, implicada en la "coordinación de seguridad" con la ocupación israelí, no ha salvado a los palestinos de allí de una Nakba continua de pogromos, ejecuciones extrajudiciales, desposesión, anexión, construcción de asentamientos ilegales, humillación diaria y negación de derechos básicos.
Para agravar este horror, el ejército israelí ha cortado completamente el suministro de agua, alimentos, medicinas y electricidad a Gaza, aplicando su Doctrina Dahiya. Desarrollada en 2008 en colaboración con la Universidad de Tel Aviv, esta doctrina exige atacar a civiles e infraestructuras civiles con una "fuerza desproporcionada" para infligir una destrucción devastadora, lo que constituye un crimen de guerra. El martes, un portavoz del ejército israelí admitió: "En los ataques [en Gaza] se hace hincapié en el daño, no en la precisión." Tratando de justificar su decisión de imponer un "asedio total" a millones de palestinos, el ministro de Guerra israelí, Yoav Gallant, declaró: "Luchamos contra animales humanos y actuamos en consecuencia". Lamentando la pérdida de vidas civiles en ambos bandos, sin tomar partido ni ignorar la opresión de décadas, la Voz Judía por la Paz en Estados Unidos condenó el racismo de Gallant diciendo: "Como judíos, sabemos lo que ocurre cuando se llama animales a las personas. Podemos y debemos detener esto. Nunca más significa nunca más - para nadie".
Omar Barghouti es uno de los fundadores de la campaña Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS)
En armonía con el derecho internacional, el movimiento BDS ha defendido sistemáticamente el derecho del pueblo palestino a resistir la ocupación militar y la colonización de Israel "por todos los medios disponibles, incluida la resistencia armada", tal y como ordenan numerosas resoluciones de la ONU, entre ellas la Res. 37/43 de la AGNU) y la Res. 45/130 de la AGNU, con estricto cumplimiento de la prohibición de "atacar a no combatientes". Está prohibido dañar a civiles, ya sea por parte del opresor o del oprimido, a pesar del enorme desequilibrio de poder y de la igualmente inmensa asimetría moral entre ambos.
Comprender el contexto y las causas de la resistencia no implica aceptar sus tácticas de atacar a civiles, y el contexto en este caso es estremecedor. Los palestinos de Gaza se enfrentan a una oleada sin precedentes de bombardeos israelíes indiscriminados, con munición de fósforo blanco incluida, que han tenido como objetivo escuelas, universidades, barrios residenciales enteros, redes de telecomunicaciones, mercados, mezquitas, así como trabajadores sanitarios de la Media Luna Roja [el equivalente a la Cruz Roja] (CICR), personal de la ONU y ambulancias, matando a más de 1.030 niños.
De hecho, hace unos meses, el estudioso del genocidio Michael Barnett planteó la pregunta: "¿Está Israel al borde del genocidio?". Dada la total impunidad de Israel, envalentonado por la arraigada complicidad estadounidense y europea, y en una atmósfera de deshumanización imperante, el estudioso israelí del genocidio Raz Segal cree que su ataque a Gaza es "un caso de genocidio de manual". En una situación de violencia tan espantosa, la coherencia moral es indispensable. Quienes no han condenado la violencia original y continuada de la opresión carecen de legitimidad moral para condenar los actos ilegales o inmorales de violencia cometidos por los oprimidos.
Y lo que es más importante, la obligación ética más profunda en estos tiempos es actuar para poner fin a la complicidad. Sólo así podemos esperar realmente acabar con la opresión y la violencia. Como muchos otros, los palestinos amamos y nos preocupamos. Tememos y nos atrevemos. Esperamos y a veces desesperamos. Pero, por encima de todo, aspiramos a vivir en un mundo más justo, sin jerarquías de sufrimiento, sin jerarquías de valor humano, y en el que se aprecien y defiendan los derechos y la dignidad humana de todos.
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