Dos narrativas y el supremacismo que impide que se encuentren
Una vez más, un estallido de violencia nos devuelve la mirada sobre lo que ocurre en Palestina. Muertos, los hay a diario. Los dramas de la ocupación, la expulsión de palestinos de sus hábitats, acosados por colonos o las leyes discriminatorias israelíes ya hace tiempo que no aparecen en los medios. Pero ocurren y los palestinos van llenando sus vasos de paciencia. La violencia de baja intensidad, aunque se prolongue décadas, no quieren que sea noticia. Tiene que haber muchos muertos, muchos, para que se filtre como noticia lo que ocurre en Palestina, eclipsada por la guerra en Ucrania, los avatares de terremotos y las ligas de beisbol.
Y, sin embargo, el estallido de violencia extrema, unas veces protagonizado por palestinos, otras por razzias israelíes, precedida por supuesto de otros acontecimientos no informados, son periódicos sin que la Comunidad Internacional, eufemísticamente limitada al bloque Occidentalista de Estados Unidos, la Unión Europea, quieran tomar medidas que tengan la virtud de mediar y menos resolver la tragedia que está sucediendo en Palestina.
Todo está documentado
Uno de los elementos de la tragedia de la que somos testigos es que, en contra de lo que algunas personas suponen, la tragedia en Palestina está documentada y es fácil de explicar.
Nace por medio de un movimiento denominado sionismo en Europa, anclado en un nacionalismo en este caso étnico, en el siglo XIX que considera que los judíos tienen que tener un Estado. Esta ideología es una respuesta a sentimientos racistas dentro de varios países europeos contra sus ciudadanos judíos y es querida por algunos rectores políticos que, así, en lugar de la búsqueda de cohesión social, exportarían ese problema a otro lugar. Además, el movimiento sionista comparte la ideología colonizadora de los rectores políticos de esa Europa que consiste en conquistar territorios y riquezas, porque además son ‘superiores’ que los pueblos a conquistar.
Esa conjunción de factores da alas y aliados al movimiento sionista que, despreciando otras posibilidades, decide instalarse en Palestina y, desde el principio, no como simples emigrantes para integrarse en esa sociedad y tierra ya habitada, con un desarrollo equivalente a otras partes del mundo. Despreciando a los judíos orientales, integrados como una minoría más religiosa en los países árabes, los judíos del movimiento sionista europeo promueven la compra de tierras con la condición de que el trabajo fuera sólo para emigrantes judíos, expulsando a los aparceros palestinos. Ya hay revueltas palestinas bajo el mandato otomano frente a las prácticas de los nuevos emigrantes. Ya hay artículos en la prensa palestina de que los nuevos emigrantes quieren hacer a los palestinos como los anglosajones con los indios norteamericanos, expulsarles de sus propias tierras, aniquilarles o ponerlos en ‘reservas’(Kayyali).
Este año 2023, se conmemora el aniversario de la proclamación de la Declaración de Derechos Humanos, también la Declaración de la Independencia del Estado de Israel (que tendría que tener un Estado árabe contiguo, según establecía las propias Naciones Unidas). ¿Cómo se puede colegir una fecha y otra? Fácil. Sólo hay que pensar que la Constitución estadounidense, considerada la más liberal y promotora de derechos a la ciudadanía, se hizo existiendo la esclavitud y sin que las mujeres pintasen nada. Algo similar ocurrió en los años posteriores a la guerra mundial, los ganadores de la II Guerra Mundial, todavía inmersos en el colonialismo dictaron órdenes contrarias al derecho de autodeterminación de los pueblos (que se consagraría años después). La partición de Palestina fue una vez más contraria a los palestinos, mayoritarios en su propia tierra: En ese momento, según datos de la Administración Británica, tras décadas de colonización del movimiento sionista, la población judía en Palestina llegaba al 30% y ni siquiera en el territorio asignado al Estado judío eran aún mayoría; en cuanto a la propiedad de la tierra, tan solo el 6% estaba en manos de las colonias sionistas, el resto, más de un 90% del territorio, era propiedad árabe (Aranguren). La planificada expulsión de palestinos con el objetivo de vaciar el Territorio asignado al Estado judío ocasionó una masa de refugiados cercano al millón (700.000 de los cuales fueron reconocidos por las Naciones Unidas con ese estatus). Gaza cuenta con que más del 70 % de su población son refugiados, expulsados de sus hogares y tierras de lo que ahora es considerado Israel. ¿Alguien se pone en su lugar?
Una oportunidad que no fue tal
Este agosto viajé a Palestina / Israel. En el aeropuerto de Tel Aviv había una exposición temporal de la Fundación de Isaac Rabín, uno de los firmantes con Arafat, en presencia de Clinton, de los Acuerdos de Oslo. Había fotos de su paso por el ejército y sus victorias en la guerra de 1948, contra Egipto de Nasser en la conquista de Suez en 1956, en su entrada en Jerusalén Este en la guerra de 1967, fotos con Sadat y Hussein cuando las paces separadas con Egipto y Jordania, pero no la foto archiconocida con Clinton y Arafat. ¡La Fundación Rabin eliminaba un hecho crucial de su biografía! ¡Reescribiendo la historia!
Para Israel, los Acuerdos de Oslo eran un escenario estable de estatus quo. Las conquistas sobre Territorio Palestino y las colonias se mantenían (y podrían aumentarse); a los palestinos, se reconocía a la OLP pero no a un Estado Palestino en las fronteras de 1967. Se controlaba las fronteras con Jordania y Egipto y su economía se la hacía depender de la israelí. Para algunos palestinos, con la promesa de discutir un Estado palestino con capital en Jerusalén Este y una posible respuesta al drama de los refugiados, evaluaron que ese posible Estado era un embrión de independencia y, quizá, un encuentro supraestatal con los palestinos israelíes... Pero, los asentamientos, ni con Rabín se pararon…Y su asesinato quitó la máscara de un sionismo asilvestrado.
La visión sionista, semejante al Destino Manifiesto de evangelistas y la cultura promovida por los WASP estadounidense, es excluyente. Es tener el máximo de tierra con el menor número posible de palestinos dentro. No se hace un Holocausto, pero sí un genocidio lento a los palestinos. Se planifica su pobreza, su dependencia, su expulsión. Emigra y obedece al Estado Nación Judío. Te dejamos bantustanes, de momento. Hazte jordano y asume que eres extranjero en tu propia tierra, dicen los más generosos sionistas.
¿Se puede parar la violencia, se puede buscar la convivencia?
La ideología sionista es incompatible con la democracia y la convivencia, al igual que la ideología del apartheid en Sudáfrica.
Las múltiples manifestaciones de israelíes contra la decisión de su gobierno de limitar la capacidad del Tribunal Supremo israelí, que se publicitan en el exterior sobre la capacidad democrática en Israel, no deben engañarnos. Esos manifestantes no ponen en cuestión la ocupación y la colonización de Palestina. El Tribunal Supremo es otra pata del aparato de colonización. Interpreta las leyes israelíes de apartheid y de colonización israelí y ampara a su Ejército, exculpándole de todos sus crímenes, frente a las leyes internacionales.
Todo esto con la complicidad de ese occidente que declara que defiende y arma a Ucrania frente a la invasión rusa, trata como heroica su resistencia y como terrorista a la resistencia palestina; que dice que hay que defender el derecho internacional y poner sanciones, cuando ha sido protagonista de la invasión de Iraq o de Granada.
Los palestinos han perdido hasta a los regímenes árabes como aliados.
En esa tesitura, la resistencia palestina sólo ofrece sus cuerpos como grito para que cambie la situación.
Para cambiar las cosas y forzar un cambio en la mente israelí hay que ayudar desde el exterior.
Reconocimiento de pleno derecho al Estado Palestino en las Naciones Unidas.
Modificar los parámetros de los Acuerdos de Libre Comercio de Mercosur o Colombia con Israel para excluir el comercio con las colonias que se hacen pasar por israelíes.
No comerciar con armas o empresas securitarias con Israel como Pegasus.
Integrar a Palestina en los BRICS.
Rechazar la doble vara de medir en las relaciones internacionales, sancionando a Israel, a las empresas privadas que facilitan la ocupación y colonización palestina, como las empresas españolas CAF y COMSA, la israelí Mekorot con amplio desarrollo en América Latina o la holandesa Booking o las estadounidenses, General Mills o Airbnb.
Mientras tanto, los cientos o miles de muertos continuarán, dado que no hacemos caso a la violencia cotidiana y muerte diaria de la población palestina.
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