miércoles, 1 de mayo de 2013

AL NAKBA: El Desastre. Prólogo de Pedro Martínez Montávez


Al Nakba
Ver en CSCAweb:
http://www.nodo50.org/csca/palestina/al-nakba/textos_al-nakba.html



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Notas:
  1. Véase al final de este volumen las referencias bibliográficas utilizadas en el informe de Abu Sitta.
  2. Versión en castellano, Jalidi, W. 1987. Antes de su diáspora. Una historia de los palestinos a través de la fotografía, 1876-1948. Revista de Estudios Palestinos, París.
  3. Morris, B. 1987. The Birth of the Palestine Refugee Problem 1947-1949. Cambridge University Press.
  4. Jalidi, W. Ed. 1992. All that Remains, the Palestinian Villages Occupied and Depopulated by Israel in 1948. Institute for Palestine Studies, Washington , D.C.
  5. Abu Sitta, S.H. 1997. The Palestinian Holocaust (Al Nakba), 1948. The Palestinian National Council: pág.4.
  6. Respectivamente, las ramas militares de las dos principales organizaciones sionistas, revisionista y laborista.
  7. Abu Sitta, S.H. 1997. The Palestinian Holocaust (Al Nakba), 1948. The Palestinian National Council: pág. 8.
  8. Este porcentaje del 85% corresponde a 41aldeas (12%) que fueron abandonadas por la expulsión directa de las fuerzas judías, 195 (59%) que lo fueron a causa de un ataque militar y 46 (14%) que lo fueron ante la previsión de un inminente ataque sionista tras la caída de un pueblo vecino. Otras 50 aldeas (10%) fueron desalojadas debido a la guerra psicológica. En 35 localidades no se ha podido determinar con precisión la causa de su desalojo.
  9. La expansión administrativa de Jerusalén, aprobada por el gobierno israelí el 21 de junio de 1998, que prevé la anexión a su área metropolitana de los dos cinturones de asentamientos que rodean la ciudad (y que constituyen ya el 30% de la Cisjordania ocupada), es el último ejemplo de esta lógica explícita de dominación territorial y demográfica: asegurar la judeización de Jerusalén, manteniendo como minoritaria a la población palestina, no más del 30%.




Palestina
 
El desalojo sionista de Palestina de 1948
 
Suplemento de Nación Árabe, núm. 35. Septiembre de 1998
ISBN: 84-930099-3 / Depósito Legal: M-34744-1998
Editado por el Comité de Solidaridad con la Causa Árabe con la colaboración del Área de Paz y Solidaridad de Ezker Batua. Edición a cargo de Loles Oliván. CSCA, 1998

Prólogo
Quizá, en determinadas ocasiones, sobren los prólogos y las introducciones. Especialmente, cuando se trata de cifras, que hablan por sí mismas y resultan contundentes y apabullantes; son un lenguaje totalmente elocuente y demostrativo, como ocurre con la documentación, inapelable y extensa relación que aquí se presenta. Casi siempre se puede añadir algo, sin embargo, que dé más cuerpo y contenido, que aporte savia a la seca referencia que la cifra es. En el caso palestino, en cualquiera de sus temas y aspectos, además se debe.
Cincuenta años después, aquel trágico 1948 que consumó la pérdida de Palestina ha crecido en volumen material y en dimensión simbólica. Entre la inmensa masa de lo ahora escrito sobre aquel desventurado entonces, recurramos al texto del gran poeta palestino Mamad Darwix que seguidamente traduzco, publicado precisamente el día 15 de mayo de 1998, "día de renovación de la fe en Palestina, y también de la paz":
"A pesar del éxito del proyecto sionista el año 1948, al ocupar la tierra y ahuyentar a la mayoría del pueblo palestino, por la fuerza de las armas y cometiendo grandes y pequeñas matanzas, cambiando los rasgos naturales y demográficos de la tierra, destruyendo 417 aldeas para demostrar que nosotros no habíamos estado nunca aquí ni habíamos existido, que no tenemos presente ni pasado, ni memoria... A pesar de ello, la verdad palestina sigue viva en la búsqueda por los árabes de su identidad y de su existencia en la historia. Sigue viva en el empeño de los pueblos subyugados en liberarse. Y esto es así gracias a nuestra firmeza corporal y cultural, a la conservación de nuestra memoria colectiva y nuestra dimensión árabe y humana".
La importante y valiosa recopilación establecida por el Dr. Salmán Husain Abu-Sitta, objeto de esta publicación, es uno de los muchos ejemplos recientes de la importante labor de reconstrucción histórica, de nuevo análisis y valoración del traumatizador hecho palestino que se está efectuando, y que en el año actual [1998] ha adquirido particular relieve y significado.
Los investigadores árabes, y en primera fila seguramente -como es natural- los palestinos, saben muy bien que se trata de un compromiso y un desafío especialmente rigurosos y exigentes. El aumento cuantitativo y cualitativo de la documentación procura no sólo un conocimiento más correcto de los hechos sino que propicia también -y esto resulta no menos importante y necesario- nuevas reflexiones, otras reconsideraciones y análisis de los mismos, de la trágica experiencia que quebró una trayectoria nacional coherente y previsible, substituyéndola por otra forzada y arbitraria. Cincuenta años después, el compromiso intelectual, científico y ético ha crecido, haciéndose a la vez más necesario y obligatorio, irrenunciable.
Voy a hacer solo breve mención de algunas destacadas publicaciones recientes sobre esta cuestión. El profesor Walid al Jalidi (Khalidi a la inglesa), reconocido desde hace tiempo como uno de los principales especialistas mundiales en temática palestina, y que es precisamente una de las fuentes fundamentales del registro establecido por Abu-Sitta, escribió una serie de nueve largos artículos en el diario Al Hayat, entre los días 15 y 23 de mayo de 1998. Bajo el título genérico de Jamsún 'aman 'ala-harb 1948 (Cincuenta años desde la guerra de 1948) establece la secuencia de los sucesos acaecidos entre el 15 de mayo de ese año y el 20 de julio de 1949. Conviene seguidamente añadir que el mismo título genérico tenía también otra serie de cinco artículos publicados por el mismo diario entre los días 21 y 25 del mes de mayo de 1998, escritos por el experto sirio en temas militares Haizam al-Kilani.
El desastre de 1948 trajo un cambio radical en toda la existencia palestina, iniciando una fase nueva, sobre postulados, principios y objetivos en gran medida diferentes y que seguirían su propio proceso de cristalización. Yezid Sayigh lo analiza en un libro extenso y denso, muy importante, no exento tampoco, obviamente, de aspectos polémicos: Armed Struggle and the Search for State. The Palestinian National Movement. 1949-1993, Oxford University Press and The Institute for Palestine Studies, 1997. Para el autor, hasta aquella experiencia absolutamente trascendental y alteradora, el pueblo palestino vivió en estado de "palestinianess" -palestinidad-; a partir de entonces, lo haría en estado de "palestianism" -palestianismo-: el contenido político de la identidad que se busca se hace, pues, predominante, total. Recordemos por último que otra reconocida especialista, Nadine Picaudou, publicó también el año pasado, en Bruselas, otro libro de interés: Les Palestiniens. Un siècle d'histoire.
Tan tremenda y desgarradora experiencia, además, no es anónima, sino que tiene en lengua árabe un nombre particular, que en tan desventurada circunstancia deja de ser común para hacerse propio: Al Nakba. Permítaseme una pequeña acotación, que no tiene en este caso nada de pueril o petulante erudición lingüística. Este término significa literalmente desgracia, desdicha, calamidad, lo que ya es expresivo y elocuente. Si ha recibido el nombre es porque se tiene la convicción y el sentimiento de que se tarta de algo singular, y esa singularidad se refuerza con el empleo del artículo determinado al . Es, pues, "la desgracia", "la desdicha", la calamidad", concreta, individual, propia, inconfundible. De la misma raíz consonántica a la que el término pertenece; n-k-b, deriva otro término, directamente emparentado con aquél: mankib, que significa, entre otras cosas, "hombro". Está claro, por consiguiente, el campo semántico que la raíz original en cuestión cubre: "derrumbarse, porque la carga a sostener no puede seguir siendo soportada". Todo esto es lo que ocurrió, hace cincuenta años ahora, en Palestina. Todo esto es lo que ahora, cincuenta años después, se rememora, se reinterpreta, se actualiza.
De manera cruel, sistemática, inhumana, se ha intentado liquidar durante estos cincuenta años la memoria palestina. Ha resultado imposible. Seguirá resultando imposible, si se sigue siendo contumaz y ciego en el intento, si no se aprende de todo el horror acumulado. Al designio implacable de terminar con ella, de liquidarle, se ha opuesto, se seguirá oponiendo, el designio no menos implacable de recuperarla, de mantenerla, de definirla, de volver a implantarla en donde le corresponde, en su morada propia e intransferible. En donde tiene sus raíces y sus orígenes humanos, históricos, seculares. Acabo de leer en la prensa árabe una noticia que, para muchos, resultará insignificante, trivial, carente de importancia: la primera misión arqueológica de gestión y responsabilidad plenamente palestinas acaba de descubrir, cerca de la ciudad de Nablusa, los restos de una ciudad cananea cuya antigüedad se remonta a cinco mil años. La historia y la memoria no son continuistas, pero toda historia y memoria tienen su propia, legítima y respetable continuidad. Es delictivo tratar de establecer historias y memorias señoras e historias y memorias serviles, historias y memorias inmortales e historias y memorias muertas. Y doblemente delictivo decidir hacerlo solamente por la fuerza, por el engaño, por la sustracción, tergiversación o falsificación de la realidad. Esa historia, esa memoria, esa realidad, emergen de nuevo. En ellas se sustenta el texto que aquí se ofrece al lector. En ello radica su fuerza. En ello radica su verdad.
Pedro Martínez MontávezUniversidad Autónoma de Madrid. Agosto de 1998



Presentación
Este documento está basado en el informe titulado Al Nakba, 1948: Registro de las poblaciones desalojadas en Palestina, realizado por el palestino S.H. Abu Sitta en 1997 y presentado por la delegación del Consejo Nacional Palestino (Parlamento en el exilio) en la 99ª Conferencia Interparlamentaria (Windhoek, abril, 1998). El contenido de este informe recoge, entre otras fuentes, la compilación de las investigaciones desarrolladas por el propio autor así como por el historiador israelí Benny Morris y el palestino Walid Jalidi sobre el desalojo sionista de Palestina en 1948 (1).
La reciente apertura de los archivos oficiales israelíes relacionados con la fundación del Estado de Israel ha permitido a un minoritario grupo de historiadores israelíes iniciar una investigación revisionista de los acontecimientos que tuvieron lugar a lo largo de 1948 en Palestina y, particularmente, revelar la aplicación de un proyecto característico del sionismo desde los años 20: la eliminación de la presencia palestina con el fin de fundar, mediante un proceso artificial de inmigración judeo-europea, el llamado Hogar nacional judío en Palestina. Asimismo, tales archivos han venido a corroborar los estudios ya existentes de autores palestinos como Walid Jalidi, cuya vida ha estado dedicada a documentar la existencia antigua del pueblo palestino, para añadir a la propia realidad contemporánea de su drama la memoria recobrada en viejas fotografías que desentrañan la vida cotidiana palestina en toda su amplitud y riqueza, desde los antiguos manuales escolares, periódicos y ediciones de libros a los aperos de labranza y los utensilios domésticos que empleaban los antiguos palestinos; desde los vestidos tradicionales de las campesinas de Nazaret a las costumbres urbanas de los palestinos musulmanes, cristianos y judíos de Acre, Jerusalén o Haifa (2). Con su trabajo, Jalidi ha contribuido desde hace décadas a romper el primer gran mito fundacional del Estado de Israel: que Palestina era una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra.
Como en todo el Oriente árabe, en Palestina vivían judíos oriundos considerados, al igual que los cristianos y musulmanes, como palestinos. Por el contrario, la presencia de judíos sionistas procedentes de Europa en Palestina se documenta a partir de 1878 (ver cronología). Desde esa fecha hasta el momento previo al inicio de las hostilidades que marcaron el desalojo masivo de los palestinos a manos de las organizaciones judías sionistas, sólo un 5,5% de tierra palestina era de posesión judía, incluidas las tierras concedidas por el Mandato británico a los colonos judeo-europeos. Desde el inicio de 1948 hasta la retirada británica (15 de mayo del mismo año) los judíos ocuparon un 14% de Palestina sobre cuya tierra se declaró unilateralmente la creación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948. Dos meses más tarde, iniciada la guerra con los Estados árabes, los judíos ocuparon otro 9% de Palestina (parte de Galilea, el sector central de Lyda y Ramle, y el sur de Yafa). A finales de octubre de 1948 las fuerzas sionistas, ya convertidas en el ejército israelí, abatieron la defensa egipcia del sur de Palestina y ocuparon un 13% más de territorio, al tiempo que completaban la ocupación de Galilea y se adentraban en Líbano. Tras la firma del armisticio con Egipto a finales de ese año, Israel volvió a atacar el sur de Palestina ocupando un 42% más.
En total, un 78% de la extensión de la Palestina histórica fue despoblada por la fuerza militar, ocupadas de inmediato sus ciudades por inmigrantes judíos procedentes de Europa y sometida a la creación del Estado de Israel, colofón del proyecto colonial del ideario sionista. La puesta en marcha de este proyecto exigía la implantación de inmigrantes judíos de Europa para cuya atracción el movimiento sionista supo explotar el reclamo biblíco de la Tierra Prometida y, al término de la Segunda Guerra Mundial, el horror del holocausto nazi. Paralelamente, el movimiento sionista asentado en Palestina afrontó la exigencia de vaciar el territorio de sus habitantes originarios, los palestinos. Con ese fin se puso en marcha un proyecto meticulosamente programado para aniquilar la presencia de la población palestina por medio del desalojo y de la destrucción física de sus pueblos y ciudades. En menos de un año de presión y violencia militarmente organizada, el sionismo convirtió la mayor parte de Palestina en territorio despoblado y a sus habitantes, los palestinos, en refugiados obligados a perder no sólo sus posesiones y su tierra sino sus derechos colectivos y nacionales como pueblo.
El estudio de Morris (3) recoge un total de 369 pueblos y ciudades desalojadas; el de Jalidi (4) cifra un total de 418, registradas en el Índice del Diccionario Geográfico Palestino de 1945, incluidas dentro de las líneas del armisticio de 1949 y que tienen en común el "ser estructuras permanentes, tener sus propios nombres, estar documentada la presencia permanente de palestinos áraboparlantes propietarios de tierra árabe y haber sido desalojadas tras el comienzo de las hostilidades" (5). El registro de Jalidi excluye aquellas ciudades, campamentos de beduinos y aldeas cuyos habitantes perdieron sus tierras pero no sus hogares, así como las localidades de habitantes asentados en tierra judía o de propiedad extranjera, o que se fueron antes de que comenzase la agresión militar sionista. Por su parte, la lista de Abu Sitta -la que se reproduce en este documento- registra 531 poblaciones añadiendo a las de Jalidi y Morris las tribus beduinas asentadas en el distrito de Bir Sheba, que eran equivalentes en población a 125 pueblos y en extensión de tierra cultivada a la mitad de la superficie restante de Palestina. Además, otras seis localidades que no fueron definitivamente desalojadas al completo se añaden a la lista de Abu Sitta debido a que comparten con el resto el haber atestiguado masacres perpetradas contra su población en el contexto del desalojo sionista de 1948.
Las fechas del desalojo se conocen, en la mayoría de los casos, con precisión y coinciden mayoritariamente con el día en que tuvo lugar el ataque de las fuerzas sionistas. No obstante, hay casos registrados de localidades que, tras sufrir un primer desalojo, habiendo sido sus habitantes expulsados tras la operación militar y después de haber regresado de nuevo a sus casas, volvieron a ser desalojadas tras nuevas intervenciones sionistas. En otros casos, las fechas del desalojo coinciden con la fecha de salida de la población mayoritaria y más vulnerable (niños, mujeres y ancianos), si bien está documentada la permanencia temporal de la resistencia palestina, básicamente hombres que hicieron frente a los ataques sionistas con el fin de preservar sus propiedades y sus tierras hasta que fueron, finalmente, desalojados y hechos prisioneros.
La evaluación de los datos sobre las fechas permite afirmar que la ejecución del proyecto del desalojo masivo fue un proceso meticuloso, acelerado y ejecutado en su mayor parte en tan solo 3 meses (febrero-mayo de 1948). De la eficacia y rapidez con las que actuaron las fuerzas sionistas da cuenta el hecho de que el 15 de mayo, al término del Mandato británico en Palestina, más de la mitad de los palestinos (414.000) se habían convertido en refugiados y que 213 aldeas y ciudades habían sido ya destruidas. Desde esa fecha hasta finales de mayo de 1948, otras 79 localidades fueron desalojadas y 86.700 palestinos más fueron expulsados, sumando un total de 500.700 refugiados. La consideración de que el desalojo mayoritario del territorio palestino tuvo lugar antes de que entrasen las fuerzas árabes en Palestina (el mismo 15 de mayo), es decir, antes de que se iniciase la primera guerra árabe-israelí, quiebra otro de los mitos fundacionales del Estado de Israel, el de la necesidad de autodefensa israelí frente a los ejércitos árabes. A ello hay que unir que la posterior defensa árabe fue notablemente ineficaz: desorganizadas, sin un mando unificado e inferiores en número y en equipamiento militar, las fuerzas árabes representaban frente a la israelí la proporción de 1 a 4 combatientes (65.000 árabes y 212.000 israelíes). Otro mito fundacional de Israel, el de David contra Goliat, resulta también falso.
El análisis de las causas del desalojo y su clasificación permite determinar el tipo de operaciones llevadas a cabo por las organizaciones sionistas (Irgun, Stern (6) y la Haganah, embrión del posterior ejército regular israelí) y la cuantificación de las mismas. Así, se han establecido seis causas fundamentales: a) expulsión directa por las fuerzas sionistas; b) ataque militar por tropas judías; c) campañas de rumores y difamación de la Haganah o de las Fuerzas de Seguridad Israelíes (guerra psicológica programada para obtener la evacuación árabe); d) temor ante un ataque judío o a ser capturados en los enfrentamientos; e) influencia ejercida ante la caída de una localidad próxima o ante el éxodo de sus habitantes; f) abandono siguiendo las órdenes de las autoridades palestinas. En algunos casos se registraron dos o más de estas operaciones en una misma aldea o ciudad. De acuerdo con las fuentes, existe una amplia correlación entre las fechas en que tuvieron lugar las operaciones y aquéllas en que se produjeron los desalojos. Asimismo, en cada desalojo la población rodeaba la aldea a la espera de un posible retorno; cuando ello no se producía por el establecimiento de las fuerzas sionistas o por la extensión de un nuevo ataque, la población se dirigía a una aldea próxima hasta que ésta era también atacada y provocaba una nueva salida forzada: "El éxodo adquirió así un efecto de bola de nieve. Salvo para aquellos que salieron de Palestina por mar, los refugiados siguieron una ruta tortuosa hasta su lugar de refugio final, mostrando su reticencia a abandonar sus hogares" (7).
En total, según Morris, de las 330 localidades registradas en el mencionado estudio, el 85% (8) (282 localidades) fueron desalojadas por una acción militar directa, mientras que sólo un 1% (5 localidades) lo fueron como consecuencia del abandono de sus habitantes ante las órdenes decretadas por las autoridades municipales árabes (8). Este porcentaje aumenta al 89% (441 localidades) en el trabajo de Abu Sitta. Ello echa por tierra la pretensión israelí de que los refugiados palestinos abandonaron sus aldeas bajo órdenes árabes -es decir, por propia voluntad- y no por los brutales ataques a que fueron sometidos por la violencia sionista. De hecho, las masacres entendidas como "el asesinato intencionado de grupos de civiles" están cuantificadas hasta un número de 25 durante 1948 (11 antes del final del Mandato británico y 14 después), cifra que excluye el asesinato individual de civiles, la muerte de grupos de población durante los ataques aéreos, el asesinato de prisioneros de guerra y las masacres cometidas después de 1948. La matanza de 254 civiles palestinos en Deir Yasin, perpretada en la madrugada del 9 al 10 de abril, perdura en el recuerdo como ejemplo de esta política sistemática de terror sionista contra la población palestina.
A la planificación del desalojo se añadió la destrucción física de las aldeas y campamentos beduinos, mientras que las ciudades fueron mayoritariamente preservadas para el asentamiento de inmigrantes judíos. Sólo un 12% de las aldeas fueron ocupadas por colonos; el resto fueron literalmente borradas del mapa. La escasa población palestina que permaneció en su lugar de origen no pudo nunca recuperar sus propiedades, quedando, además, sometidos administrativamente al nuevo Estado de Israel, bajo legislación militar hasta 1967 y convirtiéndose, con el paso del tiempo, en ciudadanos árabes israelíes marginados: hoy son más de un millón, la quinta parte de la población israelí; de ellos, 150.000 desplazados interiores, expulsados de sus pueblos en 1948.
Concebida como un proyecto estratégico, destinado a perdurar, la colonización de Palestina por el sionismo exacerbó el fenómeno colonial europeo en Oriente Próximo, al imponer mediante la fuerza militar la aniquilación brutal de todo un pueblo. Israel, como proyecto colonial inmerso en el entramado de los intereses europeos, primero, y norteamericanos, después, en la región tiene, no obstante, por la ideología sionista que lo sustenta, una característica definitoria mantenida después de 50 años de existencia: el ser un Estado racista basado en la exclusividad étnica judía. Su autoproclamado lema de ser la única democracia de Oriente Próximo se revela así de todo punto improcedente en tanto que su creación y existencia están basadas en la exclusión del pueblo palestino y en la negación de sus derechos nacionales. Que el plan que el sionismo impuso en 1948 en Palestina sólo haya podido realizarse mediante la negación del derecho de otro pueblo, el palestino, a establecer su propio Estado en la tierra que habitaba ininterrumpidamente desde milenios, ilustra la injusticia inherente a su proyecto; que ello haya sido justificado en su etapa final, al término de la Segunda Guerra Mundial, por el horror del holocausto nazi contra las comunidades judías europeas, insulta la dignidad humana.
Tras su fundación, con cada nueva guerra contra sus vecinos árabes, Israel ha proseguido con esta lógica implacable: ocupar militarmente el espacio, desalojar por medio de la violencia a sus pobladores e, inmediatamente, anexionar el territorio al Estado para asentar nuevos colonos judíos. Y ésta ha sido también, durante las tres últimas décadas, la lógica de la colonización de los territorios de Gaza y Cisjordania ocupados en 1967: escindir a la población palestina de su territorio, aislándola en núcleos densamente poblados -la Franja de Gaza, las grandes ciudades de Cisjordania-, separados unos de otros por una tupida red de asentamientos judíos en expansión y por una retícula de carreteras y autopistas. Este es el fundamento del proceso de paz palestino-israelí iniciado en Madrid en 1991 tras la Guerra del Golfo: lograr por medio de una negociación desequilibrada con la dirección palestina el mantenimiento del control sobre el territorio palestino y desentenderse administrativamente de sus pobladores árabes (9).
Al Nakba, el desastre palestino de 1948, se extiende hasta nuestros días en los más de 4.900.000 refugiados palestinos que hoy siguen reclamando, desde el abandono y la miseria en la que subsisten, desde su resistencia y el mantenimiento de su conciencia nacional su derecho al retorno, tal y como les reconoce internacionalmente la resolución 194 de Naciones Unidas, aprobada en 1948. Medio siglo después, la mitad de los palestinos siguen siendo refugiados. La resolución justa de su problema, el reconocimiento de sus derechos inalienables al retorno o a percibir indemnización si renuncian a ello es, junto con la exigencia de la retirada israelí de los territorios ocupados en 1967 (Cisjordania, Gaza y Jerusalén Oriental), el fundamento de una paz duradera en Oriente Próximo. E igualmente, la solución definitiva del problema de los refugiados palestinos habrá de ser la única vía para que el Estado de Israel adquiera alguna legitimidad y pueda afrontar internamente la reconciliación colectiva con su propia Historia.
Loles OlivánComité de Solidaridad con la Causa Árabe


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