Bahira Abdulatif es escritora y defensora de los derechos humanos de las mujeres en Irak. Hemos hablado con ella para preguntarle por la situación actual de los derechos de las mujeres en su país, los avances y los retos pendientes. Este es su pronóstico.
Lamentablemente no puedo hablar de logros en cuanto a los derechos de las mujeres en Irak. Más bien tengo que hablar de retrocesos sistemáticos que comenzaron en 2003 con la ocupación americana hasta la actualidad y que han desembocado en la fragmentación del país entre varias fuerzas locales, radicales y sectarias, con un intervencionismo flagrante de las fuerzas regionales e internacionales.
Los interlocutores de los ocupantes, que hoy en día acaparan el escenario político y social, en su mayoría son fuerzas reaccionarias, sectarias y tribales, que no son precisamente las más amigas o defensoras de los derechos de las mujeres. Estos interlocutores las han sometido a todo tipo de vejaciones, persecuciones, asesinatos, cárceles y merma de derechos civiles y políticos. Ellas sufren la violencia de todos los grupos beligerantes de un islam político sectario manipulado por las fuerzas regionales. En este contexto no puedo hablar de logros colectivos.
Durante el 2014, las mujeres iraquíes han sufrido con sus familias dos olas colosales de desplazamiento masivo. La primera, a manos del ejército del ex jefe de gobierno Al-Maliki que bombardeó la población civil en la zona de Al-Anbar, causando la huida masiva de decenas de miles de familias cuyos miembros aún siguen dispersos y a la intemperie.
La segunda huida masiva de la población civil tuvo lugar en verano, en Nineve, donde yazidíes, cristianos y musulmanes chiíes y suníes, huyeron a raíz de la caída de esta zona y de otras provincias en manos de los radicales del Estado Islámico (EI). Las atrocidades cometidas por parte de estos, contra las mujeres en especial, llegaron a convertirlas en víctimas esclavizadas, como fue el caso de las mujeres yazidíes. Mujeres médicas, periodistas, abogadas o profesoras, de entre las mismas musulmanas suníes de Mosul, fueron intimidadas o incluso ejecutadas por el mero hecho de negarse a acatar las oscuras pautas de los elementos terroristas del EI.
Sawsan Hassan y sus hijos. Su marido fue secuestrado por miembros del Estado Islámico el 3 de agosto de 2014. Lleva desaparecido desde entonces. En imagen, Sawsan llama por teléfono a su marido. No hay respuesta. © AI
A este macabro panorama se puede añadir las nefastas prácticas de decenas de milicias sectarias, apoyadas por el gobierno, que están haciendo estragos en la población civil. Por todo esto, miles de mujeres de toda condición social se ven desarraigadas y atrapadas en campamentos de refugiados esperando un milagro que las devuelva a sus casas junto a sus familias. Otras muchas siguen encarceladas o sencillamente recluidas en sus hogares por miedo.
Revisando los sucesos del año 2014, el único logro para las mujeres fue la congelación de la ley yaafarí –o chií– que permitía a las familias casar a sus niñas a partir de los 9 años con el marido que estimasen oportuno. Esta congelación pone fin, de momento, a los matrimonios pactados, cuyas víctimas principales suelen ser las niñas menores de edad, especialmente aquellas pertenecientes a familias con menores recursos económicos. Esta victoria momentánea se debe a las campañas de protesta organizadas por asociaciones de mujeres y de derechos humanos, dentro y fuera de Irak –entre ellas Amnistía Internacional–. Pero la ley sigue vigente –solo está aplazada su aprobación en el Parlamento por las circunstancias bélicas actuales y la caída de varias provincias bajo control de rebeldes y fuerzas radicales–, por lo que hay que seguir luchando.
Las mujeres de Irak, a pesar de la descomposición del Estado, de la corrupción y la ausencia de un gobierno central que garantice los derechos de los ciudadanos, y en concreto de las mujeres, no han perdido la esperanza. Siguen estudiando, trabajando y luchando por superarse para recuperar unos derechos que, en gran parte, ya los habían conquistados hace más de medio siglo.
Ellas siguen denunciando injusticias a través de todos los foros y las redes de comunicación, exigiendo el derecho a una igualdad plena, al tiempo que reivindican libertad, democracia y justicia social en un sistema laico, lejos de ocupaciones e intervencionismos, de militarismo y milicias, de sistemas teocráticos autoritarios y arcaicos que instrumentalizan la religión para someterlas.
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