Karen Manor /
Activestills
Una empresa española
está construyendo un ferrocarril del apartheid en Israel y ahora quiere
participar en la HS2
Las empresas que instigan las
violaciones de los derechos humanos no deberían ser recompensadas con
lucrativos contratos gubernamentales.
por Zakaria Odeh
24 de febrero de 2021
Publicado originalmente en Novaramedia
Traducción. CSCA
La principal organización de
derechos humanos en Israel B’Tselem fue noticia el mes pasado tras emitir un informe
que precisaba lo que los palestinos han estado diciendo durante décadas: que
Israel mantiene un régimen de ocupación militar no solo en Gaza y Cisjordania,
incluida Jerusalén oriental, sino un régimen de apartheid que se extiende a todo el pueblo palestino.
En Jerusalén oriental, donde
vivo, hemos experimentado ese apartheid todos los días desde 1967. Israel derriba
nuestras casas y roba nuestra tierra. La policía israelí y los soldados nos
atacan y nos encarcelan,
atrapados en enclaves cada vez más reducidos por checkpoints militares y muros gigantes. Mientras tanto, Israel
anuncia nuevos asentamientos
ilegales en nuestras tierras robadas a un ritmo frenético, y los más de 675.000
colonos israelíes que viven en ellas gozan de derechos superiores a los
nuestros.
Por supuesto, los asentamientos
conllevan infraestructuras: muros, puestos de control y carreteras devoran la
tierra palestina y afianzan el apartheid. Como explica el observatorio sobre la
ocupación israelí, Who Profits: “Para la
población de la Palestina Ocupada, estos proyectos de desarrollo de
infraestructura están estrechamente ligados a los procesos de desposesión y
facilitan la apropiación de tierras. De esta manera, los proyectos de
transporte son un medio de anexionar tierras, fragmentar y aislar comunidades y
destruir los medios de vida agrarios al separar a los agricultores de sus tierras
agrícolas”.
Israel ha construido
cientos de kilómetros de carreteras para los asentamientos que atraviesan
Cisjordania incluida Jerusalén Este, por las que transitan vehículos
palestinos, que suelen estar restringidas o incluso prohibidas. El muro del apartheid de ocho metros de altura
construido por Israel en Jerusalén, atraviesa nuestras comunidades,
separándonos de nuestras familias, tierras agrícolas y lugares de trabajo.
Mi familia es del pueblo de
Lifta, en las afueras de Jerusalén. Las milicias sionistas nos limpiaron
étnicamente de allí en 1948 y huimos hacia el este, a Jerusalén. En 1967, los
soldados israelíes volvieron a expulsarnos de nuestras casas para ampliar el
campus de la Universidad Hebrea.
Ahora vivimos en el barrio de
Sheikh Jarrah, en Jerusalén Este, que Israel está limpiando
una vez más, casa por casa, de sus residentes palestinos, sustituyéndonos
por colonos. Estamos rodeados por todos lados por nuevos asentamientos y
proyectos de infraestructura israelíes: el muro del apartheid al este; el
puesto de control de Qalandiya al norte; los asentamientos israelíes al sur; y
el nuevo Tren Ligero de Jerusalén (JLR en sus siglas inglesas) al oeste.
Terminado en 2011, el JLR
arrebata tierras a pueblos palestinos como Shu'afat, en la parte norte de
Jerusalén Este. También conecta los asentamientos ilegales israelíes de la
Jerusalén Oriental ocupada entre sí y con la Jerusalén Occidental, ayudando a
los asentamientos a prosperar y aislando a nuestras comunidades.
Se trata de una clara violación
de los derechos humanos de los palestinos y del derecho internacional
humanitario. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU ha condenado el JLR como
una "clara violación del derecho
internacional y de las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas",
mientras que la Federación Internacional de Derechos Humanos lo ha calificado
como "una herramienta de la política
israelí de asentamientos y anexión" que supone "una flagrante
violación del derecho internacional".
En abril de 2018, Israel anunció
el concurso de ofertas para ampliar la red JLR. La nueva línea verde prevista
afianzará las violaciones existentes, cortando a través de ciudades palestinas
como Issawiya, ya asediada por el ejército de Israel, y se construirá en
tierras palestinas, incluidas las aldeas de Beit Sfafa y Sharafat. Conectará el
asentamiento ilegal de Gilo, de rápido crecimiento, con el resto de la ciudad,
y aislará la aldea palestina de Walaja, así como la histórica ciudad palestina
de Belén, de la vecina Jerusalén Oriental.
En agosto de 2019, el gobierno
israelí adjudicó un contrato de 1.800 millones de dólares a dos empresas para
completar el proyecto JLR: La constructora israelí Shapir, y la empresa
española de transportes Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles (CAF). Según
los términos del contrato, CAF y Shapir ampliarán 27 km de nuevas vías y 53
nuevas estaciones para la Línea Roja y construirán la nueva Línea Verde, de
20,6 km de longitud; suministrarán 114 nuevos tranvías y sistemas de
señalización, energía y comunicación; y operarán y mantendrán ambas líneas
durante 15 y 25 años respectivamente.
Sabemos que las empresas
internacionales sostienen el régimen de opresión racista de Israel. También
sabemos que excluirlas de los principales contratos puede poner fin a su
complicidad con el apartheid.
Inspirados por el movimiento mundial que contribuyó enormemente a poner fin al apartheid en Sudáfrica, la sociedad
civil palestina ha lanzado un llamamiento a los boicots, desinversiones y
sanciones pacíficas (BDS) dirigidos al gobierno israelí y a las instituciones
que lo secundan, con el fin de presionarlos para que respeten los derechos
palestinos. Hemos conseguido importantes victorias, incluso en el proyecto JLR:
en 2015, Veolia se retiró del proyecto después de que una campaña de BDS le
costara a la empresa francesa miles de millones en licitaciones internacionales
en Europa, Estados Unidos y países árabes.
Ahora, grupos de España,
Palestina y de todo el mundo están presionando a CAF con la esperanza de forzar
un giro similar. Los sindicatos que representan a los trabajadores de la
fábrica de CAF en Beasain, así como dos sindicatos de Zaragoza, España, han
pedido a CAF que se retire del proyecto; 70 grupos de la sociedad civil vasca
también han exigido a CAF que se retire. 18 grupos de derechos humanos en
España han instado al ministro de transportes a excluir a CAF de las
licitaciones públicas, mientras que ocho sindicatos en Noruega han pedido a los
organismos públicos que hagan lo mismo.
Mientras tanto, en la Cisjordania
ocupada, un grupo de activistas israelíes protestó contra el JLR, y la
participación de CAF en el mismo, al comenzar la construcción en el
asentamiento de Gilo.
31 organizaciones de derechos
humanos y sindicatos palestinos y europeos han pedido a la ONU que añadiera a
CAF a su base de datos de empresas implicadas en la empresa de asentamientos
ilegales de Israel, uniéndose a su socio de JLR, Shapir, que ya figura en la
base de datos.
En el Reino Unido, la necesidad
de un boicot es especialmente urgente. Ya que, al mismo tiempo que ayuda a
afianzar el sistema de apartheid
israelí, CAF también está licitando para apoyar la construcción del proyecto de
ferrocarril de alta velocidad británico HS2. CAF espera ganar la licitación,
cuyo valor se estima en 2.750 millones de libras, para diseñar, construir y
mantener al menos 54 trenes de alta velocidad.
La oposición ya está creciendo.
En el Reino Unido, 4.000 defensores de los derechos humanos han exigido al
gobierno que excluya
a CAF de HS2. En un nuevo informe
jurídico, expertos legales británicos y europeos concluyen que las autoridades
británicas tienen derecho a hacerlo, debido a la implicación de CAF en
violaciones del derecho internacional.
Con la decisión sobre la
licitación de HS2 prevista entre abril y junio, ahora es el momento de actuar.
Debemos exigir al gobierno británico que excluya de HS2 a CAF y a cualquier
otra empresa que se beneficie de graves violaciones de los derechos humanos, en
Palestina o en cualquier otro lugar.
El creciente consenso mundial de
que Israel es un régimen de apartheid
debe ir acompañado de una acción global. A las empresas como CAF, que permiten
el apartheid, se les deben negar
lucrativos contratos públicos hasta que pongan fin a su complicidad con el
apartheid, hasta que mi pueblo, en Jerusalén y en toda nuestra patria, logre
por fin la libertad, la justicia y la paz real.
Zakaria Odeh es el coordinador de
la Coalición Cívica por los Derechos de los Palestinos en Jerusalén.
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