Palabras en el premio a Olga Rodríguez por la Comunidad Hispano Palestina Jerusalén
LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LA RESISTENCIA ANTE UNA NARRATIVA COLONIAL
En todos los genocidios de los últimos cien años siempre ha habido personas que han tratado de proteger sus privilegios a través de la neutralidad.
Un sector de la sociedad que se aferra a cualquier excusa para no posicionarse.
Por ejemplo, personas que no lo llaman genocidio porque esperan al dictamen de un tribunal para poder señalar con rotundidad lo que a todas luces es un genocidio.
A pesar de que la Comisión de Derechos Humanos de la ONU lo llame así. Los relatores de la ONU, las organizaciones humanitarias como Amnistía Internacional o Human Rights Watch.
A pesar de que el Tribunal de la Corte Penal Internacional diga que hay indicios y haya emitido una orden de arresto contra Netanyahu.
A pesar de que lo estén viendo con imágenes diarias que no son refutables. Los gazatíes pensaban que una imagen o un vídeo zanjarían cualquier tipo de debate, que verlo en toda su crueldad provocaría que el mundo se parara, pero como os cuento, no es la primera vez que a pesar de las evidencias, hay personas que prefieren la tibieza moral.
Ocurrió en el caso de Camboya, en Bosnia, en Ruanda, incluso durante el holocausto nazi, pero dentro de unos años volveremos a ver a estas personas que hoy se ponen de perfil ante el genocidio en Gaza, que se excusan en la complejidad del tema, en la distancia o en el cansancio informativo.
Las veremos denunciar indignadas. Ahora sí. Qué fuerte lo que pasó en Gaza, dirán.
Los gobiernos condenarán el genocidio. Los líderes globales honrarán a los muertos.
Se escribirán libros sobre lo nefasto que fue este periodo del siglo XXI.
Pero solo nosotros, los que estuvimos en el lado correcto, sabremos quién se levantó y confrontó su comodidad.
Quien denuncia crímenes incómodos suele pagar un precio alto. Pero los que no lo denuncian, aunque ahora no lo sepan, pagarán un precio aún mucho más alto.
Por eso os animo a que no desistáis en la lucha. A que deis un paso más cada día.
Todo lo que las sociedades contemporáneas han construido en los últimos años en esta parte del mundo se ha hecho para el interés de unas clases concretas. Y ya os desvelo que no somos nosotros.
Y para sostener y mantener el poder de esas clases se requiere de nuestra inconsciencia.
De que vivamos concentrados en nuestros problemas, en nuestro trabajo, en las redes sociales, en el consumo. Que al final del día solo nos quede media hora para pensar en los demás.
Porque así no tendremos energías para protestar, como deberíamos estar haciéndolo ahora.
Pero reitero, en todo genocidio, siempre ha habido personas trabajando para que la sociedad no se duerma.
Por eso, personas como las que hoy reconocemos, merecen todo mi respeto.
Por personas como ella algunos nos animamos a abrazar la profesión periodística.
y por personas como ella, muchos aún no la hemos abandonado.
Esta semana ha sido muy complicada para mí y quiero compartir con vosotros lo que me ha sucedido.
Trabajo en una cadena de televisión generalista, en el informativo, en la sección internacional. Estos días me he encontrado con compañeros de profesión que se niegan a utilizar la palabra genocidio. Que en vez de hablar de escuelas bombardeadas dicen viviendas atacadas. Que en lugar de hablar de niños asesinados prefieren referirse a ellos como personas muertas.
Con la manipulación de estas personas, que están ahora en medios de gran audiencia, está en juego la ética periodística.
Pensaba que nunca iba a encontrarme con esto de forma tan descarada y por un momento pensé que la solución era apartarme y dejar el medio, pero cómo iba a rendir cuentas conmigo mismo más tarde por haber dejado mi trabajo, teniendo en cuenta a los más de 200 periodistas asesinados en Gaza.
Que en su día a día escapan de la muerte,
del hambre,
del cansancio,
del trauma psicológico que supone sobrevivir a un genocidio.
y que además de todo esto, aún tienen la energía para coger un móvil o una cámara e informar.
No son ellos los que deberían estar asumiendo esa labor. Somos nosotros.
Por eso prefiero combatir. Prefiero estar ahí por la verdad y la realidad
y porque aún estando a miles de kilómetros, nosotros somos parte de la resistencia.
Lo hemos sido toda la vida.
Mi madre me enseñó que la resistencia está en la sangre, en la lengua, en la música, en la gastronomía. En la forma en la que nos levantamos y nos defendemos.
Somos parte de la heterogeneidad que caracteriza al pueblo palestino.
Por mucho que el mensaje del terror trate de estereotiparnos en una sola cosa.
Un mensaje simplista y racista, que es la única forma que han sabido idear para justificarse un genocidio, pero ya nos conocemos la historia. Esta ha sido siempre la narrativa de la entidad colonialista israelí
El mismo mensaje de potencias como Francia o Reino Unido cuando colonizaron el continente africano. Es la misma basura de siempre sobre la que han construido su privilegio.
Una historia de Europa que mucha gente ha olvidado. Si han olvidado que su comodidad se construyó a través de la masacre y de explotación de terceros países, es normal que se piensen que todo empezó el 7 de octubre y que se crean toda la propaganda israelí.
Por eso para mí es tan importante la profesión periodística, porque el uso de la información está siendo el arma más importante ahora.
Comparto vuestra impotencia. Comparto vuestro dolor.
Comparto la rabia con la que vemos la injusticia y la pasividad de la sociedad.
Hace unos días todo esto me superaba, pero ahora no puedo hacer otra cosa más que reafirmar con vosotros y con la sociedad mi compromiso como periodista.
A la verdad, a la justicia, al pueblo palestino y al trabajo de grandes informadores como Olga. Viva Palestina Libre.
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