lunes, 24 de febrero de 2014

Moriscos y Sefardies

1492 señala el final de la “Reconquista”, con la caída del último reino
“moro” de Granada. Es también el final de la diversidad religiosa y
cultural de la península ibérica, con la unificación de España por los
Reyes Católicos, que imponen su hegemonía. En 1492 los judíos son
forzados a la conversión o al exilio y los musulmanes sufren la misma
suerte, con su expulsión definitiva en 1609. Pero además, 1492 es la
fecha del llamado descubrimiento de América, por el cual el modelo
hegemónico imperial será exportado al Nuevo Mundo, con consecuencias
históricas de inmenso calado.

Para España misma, las consecuencias del modelo “una nación, una religión”
se hacen sentir hasta la época contemporánea, con la referencia clara en
la guerra contra la república llevada a cabo por Francisco Franco y
hasta la actualidad, en la actitud hacia la diversidad de pueblos y
lenguas presentes en el Estado español por parte del gobierno central.

Ahora, el gobierno del PP mediante Gallardón pretende otorgar la nacionalidad
española a los sefardíes, descendientes supuestos de aquellos judíos
expulsados -dondequiera que se encuentren-, tal como lo viene haciendo
para filipinos y otros sujetos del otrora imperio, hijos de la Madre
Patria.
 
¿Se trata de un gesto de reparación para con los judíos expulsados y
despojados de sus bienes hace  cinco siglos? ¿Es el tan esperado
reconocimiento de la diversidad religiosa, cultural y étnica de la
España medieval, y de sus raíces judías?
 
Si este es el caso, entonces ¿por qué no extender la misma medida a los
descendiente de aquellos que compartieron el mismo espacio-tiempo, los
musulmanes de Al-Andalus, a veces convertidos al catolicismo pero que
acabaron también siendo expulsados en 1609, y que hoy se encuentran
dispersos desde Siria hasta Malí, conservando algunos rasgos culturales
propios, como lo es la música arabo-andalusí?

Si así fuera, sería la señal del nacimiento de una sociedad verdaderamente
plural y abierta que ha superado los prejuicios contra sus minorías
religiosas (fruto de cinco siglos de propaganda de la Iglesia católica) y
ha decidido otorgar  los mismos derechos a todos sus ciudadanos. Sería
reconocer la diversidad de los pueblos que conforman el mosaico ibérico y
que hoy reivindican su personalidad histórica.  

Sin embargo, sospechamos que se trata puramente de intereses económicos, y
que a través del reconocimiento del hecho sefardí, es decir, siendo
“amigo de los judíos”, el gobierno del PP solo quiere granjearse los
favores de Israel –pues para él Israel y los judíos son una misma cosa.
El trato del gobierno hacia Adelson y el proyecto “Eurovegas” son una
buena ilustración de esta servil actitud.
Efectivamente, como lo saben los ciudadanos de este país, cuando la crisis
azota todas las oportunidades de negocio son buenas, aunque sean negocios
poco transparentes; incluso manchados de sangre, como el  negocio de las
armas.

Por otra parte, Israel es un país cada vez más aislado a nivel
internacional, que necesita abrir mercado para su industria
armamentística y de seguridad –que podría representar hasta 20% de su
PIB- y necesita sobre todo recuperar su dañada legitimidad estrechando
vínculos comerciales, académicos, científicos y de seguridad con la
Unión Europea, y en particular con el Estado español, que le puede
servir de puente para exportar a América latina. Lo que explica la
ofensiva de seducción lanzada por Israel no sólo hacia el gobierno
central, pero también hacia Cataluña, plasmada  en la visita de Artur
Mas a Israel y la firma de numerosos acuerdos bilaterales.

Al Partido Popular, heredero del franquismo, poco le importa la diversidad
religiosa  o de otra índole, ni los tiempos de la época dorada de
Al-Andalus; más bien lo contrario: durante la guerra de Irak ha mostrado
claramente su postura y sus alianzas internacionales.

Por esta razón, IJAN (red judía antisionista internacional) y sus
integrantes en el Estado español, algunos de los cuales somos
descendientes de aquellos judíos expulsados,
insistimos en que no se nos
identifique con el Estado de Israel, un Estado nacido de una ideología racista,
colonialista y excluyente: el sionismo, que ha dado la espalda a los valores
de tolerancia y humanismo que fueron los del pasado andalusí en sus momentos
de máximo esplendor.
 
Instamos al Gobierno de España a que rompa sus relaciones con Israel
hasta que éste reconozca plenamente los derechos del pueblo palestino y
acate las resoluciones de Naciones Unidas sobre  ese territorio,
implementando las medidas adecuadas en el terreno.

Pedimos que se equiparen los derechos de los Moriscos con los Sefardíes,
para el reconocimiento pleno de la diversidad del Estado español, en un
gesto de reparación simbólica por los daños sufridos en el pasado.

Así se enviará un mensaje claro y fuerte hacia Europa, y hacia la orilla
sur del Mediterráneo, para derribar los muros de la discriminación, del
racismo y de la desigualdad, dando así el Estado español un ejemplo
digno de la brillante herencia de Al-Ándalus

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