Los presos
palestinos son el iceberg de la ocupación
Santiago González
Vallejo, Comité de Solidaridad con la Causa Árabe
Los
medios de comunicación gotean periódicamente incidentes entre
palestinos y el ejército israelí. También hay una nebulosa
interesada, que no se quiere despejar, en la que parece que hay un
proceso de paz o negociaciones o algo, entre la llamada Autoridad
Palestina y el gobierno israelí, que muchos adjetivan como
democrático. Sólo porque hay elecciones. También en Sudáfrica
había elecciones.
Pero la
realidad es otra. La Conferencia de ¡Paz! en Madrid, en 1991, tras
la primera guerra del Golfo, empezó con una asimetría que nunca se
ha modificado. Los palestinos, la mítica Organización de Liberación
de Palestina, la OLP, habían reconocido a Israel en su congreso de
Argel de 1988, en las fronteras de 1967. Israel nunca ha reconocido a
los palestinos en ninguna frontera. De hecho, en Madrid, obligó a
que la delegación palestina se subsumiera en la jordana. Y así,
seguimos, la comunidad internacional ampara al fuerte, resta al
débil. La partición de las Naciones Unidas en 1947 estableció que
habría un estado judío en el 57 % del territorio, cuando sólo eran
propietarios del 6,6 % de las tierras. Los palestinos aceptaban en
1988 querer un estado propio en sólo el 22 % del territorio
histórico. Pero con la pretensión de ser ciudadanos libres y
cambiar la suerte de los palestinos israelíes y refugiados.
Nunca se
han paralizado las nuevas construcciones en los territorios ocupados.
Ocupados. ¿Podemos olvidarnos del significado de esta palabra?
Sumisión y expulsión son las banderas sionistas cara a los
palestinos. Siempre ha habido un engaño por parte israelí y, en el
mejor de los casos, un autoengaño por parte de los medios de
comunicación del que nos alimentamos y cuerpos diplomáticos que
querían la paz y no estaban atentos a los detalles.
Con los
acuerdos de Oslo, en 1993, se daba carta de naturaleza a la
administración palestina, que se puso como nombre rimbombante
Autoridad Nacional, para que llevase los asuntos de las comunidades
de vecinos, ni siquiera municipales, de unos islotes –un
archipiélago- dentro de la Cisjordania ocupada, militarmente, con
control israelí sobre el agua, sobre los pasos fronterizos, sobre el
desarrollo económico palestinos, con las mismas leyes represivas,
con las mismas normas que hacen que cualquier judío del mundo, de
Burgos o de Terranova, puede adquirir la nacionalidad israelí, pero
un palestino refugiado en Siria –y eran muchos- no puede regresar a
su hogar. Y siguieron las expropiaciones y más colonias. Resistencia
golpeada, torturada, detenida, asesinada, presa. Los palestinos no
quieren bantustanes y
llamarlo estado y ser extranjeros en su propia tierra en el 8 % de
territorio histórico que es, en la práctica, a lo que se ha
reducido la ‘soberanía’ de la AP.
Esa
Autoridad Palestina, en un desarrollo esquizofrénico, tiene más de
cien mil funcionarios que dependen de una soldada que procede de la
ayuda internacional, pero no tiene ningún poder, y tampoco reconoce
que su rol, dibujado por Israel y la comunidad internacional, es
mantener la ficción de que tiene vida y pensamiento propio. Esa
entelequia tiene escaso coste, las que suponen las ayudas de
mantenimiento de la superestructura municipal. Los israelíes ni
siquiera soportan los costes, tal como establecen las Convenciones de
Ginebra, de la población ocupada. La comunidad internacional,
incoherente con la defensa del derecho internacional, lo considera un
mal menor y por sus actos, mejor dicho, sus omisiones, tiene escaso
problema moral con la ocupación israelí, a los que considera
socios. Los israelíes siguen desplazando a la población palestina
autóctona. Más colonias. El agua y la electricidad palestina,
comercializada por empresas israelíes, son más caras que las que
pagan los israelíes, de Israel o de las colonias. Antes, los
palestinos podían comercializar los productos en Jerusalén, ya no
pueden. Las tiendas palestinas, de esos islotes, sólo comercializan
productos israelíes. Los palestinos son los únicos que no pueden
hacer boicot a Israel porque dependen totalmente de ellos. ¡Hasta
las colonias son construidas por trabajadores palestinos que no
tienen otro medio de vida que trabajar en negro, autodestruyendo, día
a día, su posibilidad de autodeterminación! Resistencia, detención
de menores para amedrantar, hogares destruidos, olivos arrancados.
Frustración diaria. Hijos, hermanos sin futuro.
Gaza, con
dos millones de habitantes, lleva cerca de diez años bloqueada.
Exportaba naranjas. Sus pescadores y agricultores están a merced de
los caprichos israelíes. El gas gazatí es robado por los israelíes,
mientras una de sus centrales eléctricas no tiene combustible.
Siguen sin llegar los materiales prometidos para reconstruir,
¿cuántas veces van?, esa Gaza bombardeada por tierra, mar y aire en
el año 2014. ¿Cuántos muertos? ¿Los mismos que en Sabra y
Chatila?
Las leyes
racistas israelíes, de posesión de la tierra y expulsión paulatina
de los palestinos, de exclusión, las coloniales del periodo
británico como la detención administrativa, sin cargos, e
indefinida, nunca han sido derogadas. Forman parte del ADN de la
ocupación. Ya desde el principio de la llegada de sionistas, las
normas internas establecían que cuando se comprara tierras, se
expulsara a los aparceros palestinos y sólo se contratase a judíos,
también inmigrantes. Esa política excluyente y discriminatoria es
la que rige este mundo sionista, donde sólo eres considerado
ciudadano si eres judío y el derecho internacional, no tiene valor,
ante un destino manifiesto. Tres de los jueces del Tribunal Supremo,
el que ejerce la ‘justicia’, son colonos y todos ellos defienden
la supremacía de israelíes judíos sobre el resto, en cualquier
asunto y disputa. ¿Cuántos expulsados de sus casas, cada año, como
en Deir Yassin, como Al Nakba? Hay resistencia, se lucha por dignidad
y libertad, aunque estén abandonados.
¿Y
preguntas por qué hay presos palestinos?
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