“Imagínese que usted está confinado a un pequeño pedazo de tierra, teniendo a la vista un territorio mucho más extenso, que no puede tocar. Su casa está en un campo de refugiados, rodeado de elegantes conjuntos de viviendas construidas por y para los extranjeros que se apoderaron de su territorio sin previo aviso ni permiso.
Los intrusos, asentados sobre colinas que les permiten espiar hacia su casa, están protegidos por uno de los ejércitos más poderosos del mundo, pues sus tanques, misiles y helicópteros le son suministrados por el mayor poder militar del planeta. Y los soldados restringen fuertemente sus movimientos dentro de su propio territorio.
También someten a su familia a revisaciones aleatorias en los puestos militares ubicados a lo largo de la carretera, en los que ustedes se ven obligados a presentar sus documentos y, a veces, a desvestirse y quedar en ropa interior. Por la noche, sin previo aviso, los soldados pueden entrar a su casa y arrestar a sus hijos en edad escolar. De hecho, lo hacen a menudo.
Una vez que finalmente usted averigua adónde los llevaron, puede que tengan que enfrentar cargos o no. Si no son procesados, los tribunales militares pueden mantenerlos detenidos indefinidamente. Si son incriminados, las posibilidades de que sean declarados inocentes son de 1 en 400.
Imagine que usted vive en tal lugar, en una tierra que durante mucho tiempo había soñado que algún día sería un país soberano, pero que ahora está fragmentada en numerosos pequeños enclaves que lo mantienen confinado. ¿Qué haría usted?
Y si decide resistir, ¿cómo lo haría?”
María Landi (fuente Al Jazeera)
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