Desde la terraza de una vivienda palestina de la antigua ciudad de Hebrón, la presencia de soldados israelíes parece lejana, pero se encuentra a tan solo unos metros. Detrás de los miradores y abajo, en un centenar de controles instalados en las principales vías de la ciudad:
Según los propietarios de esta casa, los colonos les han llegado a ofrecer hasta un millón de dólares por su vivienda, pero han declinado la oferta porque su vida, sus raíces y sus amigos están aquí.
Sin embargo, el corazón de Hebrón está ahora prácticamente vacío. Israel, que controla el casco antiguo, ha cerrado calles enteras y tiendas. Quiere “asegurar” este enclave, situado junto a la Tumba de los Patriarcas, que es lugar santo tanto para musulmanes como judíos.
El acceso a la Tumba está limitado por numerosos puestos de control. Una medida que obstaculiza la vida de los palestinos y la de los estudiantes de una escuela adyacente.
Todo en nombre de Abraham-Ibrahim, cuya tumba se encuentra entre la mezquita y la sinagoga. Su sarcófago, en medio de los dos edificios religiosos, es el símbolo de lo que une y separa al mismo tiempo.
Padre fundador para los dos pueblos; los judíos descendientes de Isaac, concebido con su mujer, Sarah. Los musulmanes de su hijo ilegítimo, Ismael.
Para colmo, las tumbas de Isaac y de su esposa Rebeca están situadas en la mezquita, al igual que la de Sarah. Mientras, del lado de la sinagoga reposan Jacob y su mujer, Lea.
La paz que se respira en el interior de estos muros contrasta con la agitada situación política entre israelíes y palestinos. Pero el conflicto también llegó a este lugar sagrado. En 1994, el extremista judío Baruch Goldstein, mató aquí a 29 palestinos e hirió a más de un centenar mientras oraban un viernes de ramadán
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Fuente: Euronews.com
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