Miguel A. San Miguel Valduérteles
Del Comité de Solidaridad con la Causa Árabe
En occidente
celebramos el nacimiento de Jesús, con los acordes del conocido villancico “Noche de paz…”: esa melodía que lejos de
conmemorar una efemérides cristiana ha acabado por convertirse en seña de
identidad y en banda sonora de los
templos del consumismo: los grandes almacenes.
Pero ¿es
noche de paz en Palestina?
Los que hemos
recorrido esa tierra y hemos pasado allí
¿la Nochebuena? Sabemos de sobra que la noche del 24 es cualquier cosa
menos una noche de paz, pues un día sí y otro también los casi imberbes
muchachos y las muchachas del ejército sionista practican el deporte nacional:
el desprecio al palestino, la humillación de sus niños, ancianos, incluso el tiro al blanco en que
las siluetas son seres humanos.
Cualquiera que visite la
ciudad de Belén, salvo que sea ciego y sordo, verá que esa ciudad nada tiene
que ver con esas estampas idílicas de “alabanza de aldea” que reproducen los
belenes: con molinos, lavanderas, pastores, herreros y pescadores… Todo lo contrario, Belén es una ciudad en estado de sitio; esto
no lo digo yo lo han relatado con todo detalle también los tres Reyes Magos en
las paginas de su “blog; nos dicen que
cada año, les resultaba más difícil llegar hasta la cueva y que, de un tiempo a
esta parte la amenaza no viene del temible
rey Herodes sino del estado sionista, con soldados persiguiendo a los
inocentes en sus todo terreno y sus
blindados, prestos a disparar a los niños palestinos que les increpaban porque
estaban derribando sus viviendas y arrancando sus olivos; pero cuentan que lo
que más los impactó fue ver la ciudad de
Belén rodeada de colonias israelíes pobladas de nidos de ametralladoras,
y la basílica cercada por el muro.
Siguen relatando que no salieron de su asombro cuando supieron que los pastores
de Beith Sahur y de Beith Yala, no podían salir para llegar a la cueva porque
el muro los tenía encerrados en sus pueblos.
Pero incluso
ellos, como Reyes Magos, tampoco corrieron mejor suerte; de camino por el desierto de Judea tuvieron problemas para
abrevar a sus camellos, porque las autoridades israelíes habían sellado los
pozos y al haber echado a los beduinos
del desierto de Judea y al haberles
derribado las escuelas que les hizo “Siloé” , no pudieron hacer un alto
en el camino para tomar con ellos una taza de té; el camino hacia Belén fue un
sobresalto tras otro, con los continuos controles militares y, en un momento
determinado, teniendo que esquivar los disparos que les hicieron algunos
colonos de Maaleh Adumín.
Dicen que
aquel año sus peores pronósticos se cumplieron, cuando llegaron al “check
point” de Calandia; de nada sirvieron sus pasaportes diplomáticos y sus ruegos
de que su única intención era dirigirse a la cueva de Belén. Aquellos soldados los tuvieron retenidos como al resto de los
palestinos; allí asistieron al espectáculo, desolador, de parturientas esperando la orden para poder ir al hospital
más próximo, de madres con niños de pocos meses que no cesaban de llorar, de
muchachos desesperados porque iban a llegar tarde al colegio.
Por un momento
creyeron atisbar un rayo de esperanza cuando sobre el cielo vieron un objeto
brillante; pensaron que era la
estrella, pero tenía un brillo frío, era
un objeto metálico; tomaron los prismáticos y comprobaron que era un “dronne”,
con la mueca fría del verdugo y todo su arsenal de misiles dispuesto a poner en
practica los asesinatos selectivos.
Nos relatan en
su “blog”, que, por lo que les dijeron los pocos que habían llegado hasta la
cueva, aquella noche en el portal no hubo pastores ni música de panderos y zambombas; incluso
María, José y el Niño, ante el peligro de que la cueva fuera tiroteada
precipitaron su salida y, en lugar de marchar a Egipto como cada año, optaron por el camino más corto y
salieron huyendo con miles de conciudadanos palestinos a los campos de
refugiados de Jordania.
Aquel año, Melchor, Gaspar y Baltasar decepcionados por no haber
podido llegar hasta la cueva decidieron volver a sus hogares; pero nos cuentan
que todavía les esperaba lo peor; en el retorno a Tartesós, al pasar por Gaza,
oyeron tronar el cielo y vieron la tierra desangrada: montones de muertos y
cientos de heridos clamando al cielo en
busca de socorro; a su lado, indiferentes al dolor, pasaban sacerdotes,
levitas tenían prisa por llegar al
templo a sacrificar el becerro; también, ajenos a la tragedia, pasaron algunos
purpurados, con sus oropeles, camino de una basílica donde los esperaban los
mercaderes del templo. Aquellas víctimas sólo hallaron el amparo de unos pobres
samaritanos.
También nos
relatan que aquel año en Belén no faltó la música; en este caso no fueron
villancicos interpretados por voces infantiles, sino tambores de guerra
anunciando, de nuevo. la llegada a Palestina del Ángel Exterminador, con sus
“drones” y blindados prestos para dejar aquella tierra convertida en
cementerio.
Desde
entonces, los Magos nos dicen que no han
vuelto a Belén en Nochebuena
Miguel A. San Miguel Valduérteles
Del Comité de Solidaridad con la Causa
Árabe
No hay comentarios:
Publicar un comentario