Los edificios huecos todavía dejan cicatriz en el paisaje del barrio de Shujaiyeh, en la ciudad de Gaza, el lugar que sufrió los peores bombardeos y las explosiones más fuertes durante la ofensiva israelí del año pasado.
Pero incluso entre las ruinas de Shujaiyeh, los niños palestinos vuelven al colegio, listos para aprender.
“Lo que más me gusta de volver al colegio es ver a mis amigos y a mis profesores”, decía el pasado mes de agosto Bara’a Habib, de 9 años, a Jehad Saftawi, un comunicador asociado para el Instituto para la Comprensión de Oriente Medio (IMEU), la organización sin ánimo de lucro y con sede en Estados Unidos que visitó su colegio para un proyecto fotográfico.
El colegio Subhi Abu Karsh -que tiene 1016 alumnos de entre 6 y 16 años- fue uno de los lugares más afectados por la ofensiva que tuvo lugar durante los meses de julio y agosto de 2014. Cuando los estudiantes volvieron al colegio en otoño, había agujeros en las paredes de las aulas.
Un año después, el legado de la ofensiva aún perdura. Aunque la mayor parte de los daños ya se han arreglado, todavía se están reconstruyendo las paredes del colegio Subhi Abu Karsh, declaraba Saftawi. A lo largo y ancho de Gaza, las familias han luchado por volver a sus hogares, a edificios dañados y destruidos. El esfuerzo -apoyado por la ONU- de reconstruir miles de hogares destruidos no comenzó realmente hasta este verano, después de pasar un año sin financiación ni procedimientos de seguridad, lo cual ralentizó la llegada de materiales de construcción a la bloqueada Franja de Gaza.
El número de estudiantes ha disminuido debido a que las familias huyeron del barrio y no tenían una casa a la que volver. Al menos un estudiante -Najiya Jehad Al Helou, de 15 años- murió en la ofensiva, contaba Saftawi.
“Lo más duro es lidiar con los diferentes traumas psicológicos [de los estudiantes]: algunos se ponen violentos, otros son introvertidos y otros quedan paralizados o minusválidos después de la ofensiva”, explicaba Saftawi Fadwa Abu Salem, la directora del colegio. “Nosotros interpretamos todos los papeles: profesores, asesores de salud mental… todos”, afirmaba.
Tan solo a una calle de allí, el colegio para chicos Beit Dajan prácticamente ha terminado de reparar los daños. Durante los seis primeros meses después de la ofensiva, sus 990 estudiantes -de 7 a 15 años- estudiaban dentro de aulas con las ventanas y las paredes rotas. Ahora, el reto principal para este colegio es proporcionar una educación de calidad, con pocos recursos, a los niños cuyas vidas han sido marcadas por la ofensiva.
“La situación económica es difícil para los niños: sus familias se han visto forzadas a abandonar su hogar, sus padres luchan para poder darles comida y comprarles uniformes…”, declaraba Aamir Salah El Mbayed, director del colegio, a Saftawi. El Mbayed explicaba que necesita desesperadamente más profesores: hay una media de 40 alumnos por clase, y le encantaría poder reducir ese número a 30 para que cada niño pudiera recibir una atención más individualizada.
Los profesores de los colegios de la ONU de Gaza hicieron huelga este verano por la falta de recursos y las clases superpobladas. Muchos colegios, incluidos Beit Dajan y Subhi Abu Karsh, han sufrido muchos daños a lo largo de las tres ofensivas israelíesque ha sufrido Gaza en seis años. La última guerra tuvo más víctimas mortales que ninguna -murieron unos 2200 palestinos y 73 israelíes- y quedaron dañados 258 colegios y guarderías de la Franja de Gaza, 26 de ellos sufrieron daños irreparables.
Echa un vistazo a las fotografías y a los extractos de las entrevistas que Saftawi realizó en los dos colegios.
Mahmoud Majid Sokkar, 9 años: “El año pasado tenía miedo de volver al colegio. Tenía miedo de que se volviera a repetir otra guerra y no queremos morir. Pero este año no tengo miedo, ahora me he acostumbrado. Quiero ser profesor de Matemáticas cuando sea mayor porque es la asignatura que mejor se me da”.
Alaa’ Habib, 9 años: “Cuando sea mayor, quiero ser médico y curar a la gente enferma. Mi casa quedó dañada por la ofensiva. Teníamos agujeros pequeños en las paredes y un agujero grande en la cocina, pero mi padre lo arregló”.
Mohammed Hani El Mamloki, 10 años: “Lo que más me gusta de ir al colegio es que aprendemos. Me gustaría tener más libros para aprender más. Mi libro de texto favorito es el de Inglés y mi profesor favorito es el de Inglés. Cuando sea mayor, quiero ser ingeniero”.
Bara’a Habib, 9 años: “Me gusta venir al colegio. Es mi tercer día de clase y está yendo bien. Quiero ser profesora de Árabe porque es una asignatura muy bonita, y lo leo y lo entiendo muy bien. Me gusta mucho”.
Ameer El Mbayed, 10 años: “No me da miedo volver al colegio. Ya estoy listo otra vez. Jugábamos un montón pero se hacía aburrido porque echábamos de menos el colegio. Mi asignatura favorita es Matemáticas y mi profesor favorito es el de Árabe. Cuando sea mayor, quiero ser médico”.
Mohammed Zakareia Al Banna, 9 años: “Ya había problemas con los niños y los colegios antes de la ofensiva israelí. Intentamos solucionarlos hablando unos con otros. Ojalá pudiera cambiar el sistema para evitar los problemas con los niños. Quiero ser médico en el futuro y me encantan todos mis profesores”.
Fadwa Abu Salem, directora del colegio Subhi Abu Karsh: “Mi asignatura favorita es Inglés porque es mi especialidad y es un idioma internacional. Me encantaría que todo el mundo supiera inglés para que pudieran entender otras culturas, lo que dicen los demás, lo que opinan de nosotros.
Aamir Salah El Mbayed, director del colegio Beit Dajan: “Lo que me gusta de ser profesor es estar seguro de que estoy haciendo el seguimiento apropiado de la educación de un estudiante. Si los estudiantes no siguen aprendiendo, pierden lo que ya habían aprendido. Hacer un seguimiento de los estudiantes les beneficia a ellos y a nosotros como educadores”.
Este artículo fue publicado originalmente en 'The World Post' en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero
Fuente: Charlotte Alfred, El Huffington Post
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