sábado, 3 de octubre de 2015

Israel ha logrado todos sus objetivos

Israel nunca lo ha tenido tan bien y los palestinos nunca han tenido tan lejos la justicia. Los regímenes árabes no tienen opciones creíbles que puedan amenazar estratégicamente a Israel o no les preocupa que Israel siga desafiando las resoluciones de la ONU y las sentencias del Tribunal Internacional de Justicia. Están luchando contra su propio pueblo o entre sí. Los palestinos están irremediablemente divididos y cabe esperar que las masas árabes les ayuden, ya que están muy agobiadas con sus propios problemas. 

Foto: ActiveStills.org)
Desde la guerra de 1948, Israel ha tenido tres objetivos estratégicos y los ha logrado todos. El primero ha sido ganar tiempo, pues cuanto más dure el status quo, más se consolidará su posesión de los territorios ocupados y la negación del derecho al retorno de los refugiados.
Siete décadas después de la limpieza étnica de la población árabe de Palestina, llevada a cabo por su ejército y bandas terroristas, y casi cinco después de la guerra de 1967 y la subsiguiente ocupación de Gaza y Cisjordania, Israel no tiene ninguna intención de hacer una paz justa con sus víctimas. Si las últimas décadas han demostrado algo, es que Israel no cambiará de curso, no va a aceptar las resoluciones de la ONU y no va a permitir que los refugiados vuelvan a sus hogares ni va a renunciar a los territorios ocupados que han sido anexionadas o colonizados. Las crecientes divisiones entre Hamas y Fatah y la desintegración de los vecinos Siria e Irak juegan claramente a favor de los intereses de Israel.

El segundo objetivo de Israel ha sido neutralizar política y militarmente a Egipto en el conflicto palestino-israelí. Egipto es el único país árabe que tiene capacidad para desafiar las políticas expansivas de Israel. Los israelíes quieren que Egipto abandone su tradicional papel de apoyo a la causa palestina. Según el historiador israelí Avi Shalim, en muchas ocasiones, “Isaac Rabin repetía que el corazón del problema de Oriente Medio estaba en las relaciones entre Israel y Egipto”. Después de la guerra de 1973, Israel utilizó la retirada del Sinaí como el precio que estaba dispuesto a pagar por neutralizar a Egipto.
El equipo negociador israelí en las conversaciones para un acuerdo provisional con Egipto estuvo compuesto por destacados líderes de Israel como Isaac Rabin, Yigal Alon y Simón Peres. Sabían más sobre la importancia estratégica de Palestina para Egipto y tenían más sentido de la historia de Palestina y Egipto que los propios egipcios. Palestina fue una provincia de Egipto gobernada directamente o a través de poderes subordinados durante miles de años desde los tiempos antiguos. Si las reivindicaciones israelíes de Palestina se basan en haber gobernado parte de Palestina durante unos pocos decenios, Egipto ha gobernado todo el territorio palestino durante milenios. En los primeros días de la cristiandad, la familia palestina más famosa, la compuesta por la Virgen María, José el Nayar y Jesucristo, huyó a Egipto para evitar la venganza del Rey Herodes, designado por los romanos Grande de Jerusalén, porque el país del Nilo era el segundo hogar de los palestinos. Las tropas de Saladino, que derrotaron a los cruzados en Palestina en la década de 1180, eran egipcios que lucharon contra los invasores europeos. Y en los comienzos del siglo XIX, Ibrahim Pachá de Egipto liberó a Palestina y Siria de los turcos. Tal vez Israel no existiera hoy si no fuera por la intervención de las potencias europeas del Reino Unido y el imperio austríaco, que obligaron a los egipcios a retirarse en los años 1830s.
Los negociadores israelíes y el secretario de estado de EEUU Henry Kissinger supieron evitar la cuestión central del conflicto y centrarse en una paz separada con Egipto. Ofrecieron la devolución del Sinaí a sus legítimos propietarios con el fin de concluir un acuerdo de paz separada y completa con Egipto. Los gobernantes lo aceptaron sin reparar en las implicaciones políticas, dejando a los palestinos librados a su propia suerte. Los egipcios podrían haber exigido la devolución del Sinaí y los territorios palestinos y sirios ocupados a cambio de la normalización de las relaciones, pero no lo hicieron. La normalización de esas relaciones con Israel entró en vigor en enero de 1980, las leyes de boicot fueron derogadas y El Cairo comenzó a suministrar petróleo y gas natural a Israel, llegando a aceptar la humillación de cambiar su himno nacional a algo menos militarista, tal como exigió Israel.
El acuerdo firmado en 1979 ha sido aclamado como el logro más importante de EEUU en Oriente Medio. Desde entonces, miles de millones de dólares y ayuda militar a Israel y Egipto se han convertido en una partida habitual en los presupuestos anuales de Washington. A cambio, El Cairo se ha comprometido a cumplir con sus obligaciones derivadas del tratado de paz. Resulta interesante señalar que la primera cosa que hizo Israel después de firmar el tratado fue invadir Líbano en 1982. El ejército israelí rodeó Beirut, expulsó a la OLP del Líbano, puso sitio a los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila y envió a las milicias falangistas libanesas a masacrar a miles de civiles palestinos.
Ahora, Egipto apoya a Israel en el bloqueo de Gaza cerrando el paso fronterizo de Rafah y matando de hambre a la población palestina. Cuando Israel bombardeó a los palestinos y cometió masacres contra niños inocentes que conmovieron al mundo entero, Egipto se negó a abrir su frontera y acoger en sus hospitales a los heridos.
En una entrevista con Associated Press, el 27 de septiembre, el presidente egipcio general Abdelfatah al Sisi llamó a los estados árabes a normalizar las relaciones con Israel sin condiciones. El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu saludó la propuesta, pero en 2002 había rechazado un plan de paz de Arabia Saudí que ofrecía a Israel normalizar las relaciones con los árabes a cambio de su retirada a las fronteras de 1967. Al Sisi dio a Israel lo que este quería: paz y toda Palestina.
Al Sisi dio este consejo a los estados árabes mientras los palestinos de los territorios ocupados, del resto de la Palestina histórica, siguen estando oprimidos y son objeto de todo tipo de abusos bajo un régimen de apartheid, entre más de medio millón de colonos en Cisjordania y Jerusalén, y en Gaza siguen sitiados y muertos de hambre. Israel se niega a aceptar el retorno de un solo refugiado palestino y la congelación de la construcción de asentamientos en tierras palestinas que han sido progresivamente troceadas y robadas abarcando regiones enteras. Se ha anexionado Jerusalén y ha desplazado a miles de jerosolimitanos al otro lado del muro de separación y les ha negado la residencia en la ciudad en la que han nacido. Las oraciones en la mezquita Al Aksa son rutinariamente interrumpidas por extremistas judíos que incursionan con la protección de la policía israelí. Me pregunto si la junta militar que gobierna hoy Egipto habla en nombre de la mayoría del pueblo egipcio.
El tercer objetivo de Israel es mantener a EEUU en un rincón, presto a defenderlo en los organismos internacionales y a proporcionarle ayuda militar y económica para mantener sus fuerzas armadas y su superioridad económica en la región. Isaac Rabin se lo dejó claro a Kissinger cuando le dijo que Israel no ratificaría el segundo tratado de paz con Egipto, en 1975, accediendo a retirarse del Sinaí, a menos que estuviera acompañado por un acuerdo entre EEUU e Israel, por el cual Washington se comprometiera a apoyar de forma duradera a Israel con la última tecnología militar y con ayuda económica suficiente para cubrir sus necesidades, incluidas las energéticas. Israel tiene una alianza con EEUU en todos los sentidos, salvo en el nombre. La mayoría de los políticos estadounidenses tienen la idea simplista de que Israel no les hará ningún daño y que los palestinos no tienen ningún derecho.
Después de lograr todos sus objetivos estratégicos y tras décadas de apatía de los estados árabes y musulmanes respecto a los derechos de los palestinos, Jerusalén y los santos lugares, tanto musulmanes como cristianos, Israel ha cambiado el carácter árabe de Jerusalén mediante la construcción de grandes bloques de asentamientos en el sur de la ciudad. Sus líderes están convencidos de que pueden seguir por este camino. En julio de este año, el ministro israelí de vivienda y construcción, Uri Ariel, dijo que quería ver “la construcción de un Tercer Templo en el lugar de la mezquita Al Aksa”. Y añadió que “ahora que Israel ha vuelto a ser un estado judío soberano, el deseo de reconstruir el Templo es cada vez más fuerte”. El punto crítico de Jerusalén es la mezquita Al Aksa, el tercer lugar más sagrado del islam, que los judíos denominan Monte del Templo y lo consideran como el lugar más sagrado del judaísmo. Los palestinos están sometidos a una pandemia de intolerancia religiosa. Las fuerzas de ocupación solo permiten entrar y rezar en la mezquita Al Aksa a los palestinos mayores de 40 años, mientras bandas de colonos atacan y queman mezquitas por toda la Palestina histórica.
La historia dará su veredicto sobre la limpieza étnica de Palestina, la ocupación, el sistema de apartheid, los asentamientos, los puestos de control y la imposición de guetos de miseria en Gaza y los campos de refugiados sin esperanza, como un punto negro en la historia judía.
Sobre el autor: Hasán Afif el Hasán tiene el doctorado en Filosofía y es analista político. Su último libro, Is The Two-State Solution Already Dead? (Algora Publishing, Nueva York), está disponible en Amazon.com y Barnes & Noble.
Sobre el traductor: Javier Villate mantiene el blog Disenso, con artículos, análisis y traducciones sobre Palestina, Israel y Medio Oriente. Le puedes seguir en Twitter como @bouleusis
Fuente: Hasán Afif el Hasán, The Palestine Chronicle / Traducción: Javier Villate, Blog Disenso

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