Antes de la terrible explosión en el puerto de Beirut, el hartazgo de la población ante el modelo político de cuotas, la corrupción, el clientelismo y la pobreza era evidente.
Una pintada con la frase 'mi Gobierno hizo esto' frente a los destrozos causados por la explosión. Marwan Naamani /dpa
Ya antes de la explosión del pasado día 4 de agosto en el puerto de Beirut el desplome de Líbano parecía inevitable y próximo. Los síntomas de que se había tocado fondo eran apabullantes en un país de apenas 6,8 millones de habitantes que es el primero del mundo en número de refugiados per cápita (20%). Hace mucho que es un sarcasmo recordar que la capital libanesa se conocía en su momento de esplendor como la París de Oriente Medio. Hoy acumula graves déficits estructurales tanto en el terreno socioeconómico como en el político y de seguridad, sometido simultáneamente a un desestabilizador sectarismo interno y al tejemaneje de potencias regionales y globales que tratan de imponer su dictado en sus apenas 10.000 kilómetros cuadrados.Más...
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