Hiroshima...y Nagasaki, “mon amour “, en el 75 aniversario
de horror atómico
Hace unos mese estuvieron en nuestra casa un matrimonio
japones que viven en Hiroshima, y ella hace un servicio voluntario de acompañar a visitantes al museo
y al centro donde sucedió una de las mayores atrocidades del S.XX. Fue una delicia la convivencia de unos dias
con personas de Hiroshima, que viven todavía para mostrar el horror , y lograr
la reconstrucción física pero sobre todo moral de los habitantes de Horoshima:
no olvidan, informan, y lo hacen con una serenidad y grandeza moral contagiosa:
que la paz no permita que se repita el horror.
Cada año en el aniversario se recuerda lo ocurrido en Hiroshima y Nagasaki y se
organizan actos emotivos para recordar a las víctimas como si todo hubiera sido
un accidente de la historia, olvidando que fue un acto premeditado llegado a
cabo con conocimiento de los daños que causaría y con desprecio absoluto por el
sufrimiento humano.
Estados Unidos ha justificado este inmenso acto terrorista culpabilizando a los japoneses y mostrándolo
como un mal necesario para un futuro mejor; esos son exactamente los argumentos
que los nazis usaron para que los ciudadanos alemanes participaran en el genocidio
nazi, pero ni las personas inocentes que estaban en sus casas eran culpables,
ni se consiguió un mundo mejor, todo lo contrario, llevó terrible dolor y
sufrimiento innecesario a millones de personas y algunas de ellas todavía
sufren las consecuencias y siguen muriendo a causa de la radiación.
Leyendo y escuchando los comentarios dominantes en los
medios de comunicación, me han parecido tan sesgados y evasivos que me siento
obligado a exponer otras opiniones absolutamente diferentes. Tuve la suerte de conocer en una visita a Gijón al
historiador norteamericano Gabriel Jackson, y oírle comentar uno de sus libros
más interesantes y documentados, “Civilización y barbarie en la Europa del
S.XX”. Me paren muy importantes sus reflexiones sobre este hecho terrible, que
me hicieron verlo de forma muy distinta de la que transmiten los gobiernos de
Estados Unidos, hoy las versiones dominantes.
La primera observación que me llama la atención es que en
los medios de opinión se habla del aniversario de Hiroshima pero apenas se
menciona que, tres día más tarde, fue
lanzada la segunda bomba atómica sobre la población civil de Nagasaki, sin
darle al gobierno japonés la menor oportunidad razonable de reconsiderar su
postura ante una acción tan singular y aterrorizante.
Para Jackson los actos de mayor barbarie del siglo fueron
los ejecutados por el nazismo, el estalinismo y las dos bombas atómicas sobre
ciudades. Se usó la atroz arma atómica de forma deliberada sobre poblaciones
civiles, buscando el mayor efecto posible, es decir el mayor número de muertos
civiles ( hoy ya se cuentan más de dos
millones de personas) que produjera un terror generalizado. Jackson hace un
detallado análisis crítico sobre las diversas justificaciones oficiales de este
genocidio, exponiendo otras posibilidades de un uso nuclear disuasorio sin
victimas civiles que se hubieran podido llevar a cabo; y cómo la
“justificación” de “rendición incondicional” que habían planteado los
americanos a Japón, no impidió que de hecho los Estados Unidos aceptaron
finalmente la principal condición en la que habían insistido los japoneses: que
no se obligara a abdicar al emperador y
que no fuera juzgado como criminal de guerra. Si se hubiera aceptado esta
condición previamente, el gobierno
japonés se hubiera rendido sin haberse
producido el bombardeo atómico.
Achacar tamaña decisión al pueblo norteamericano es injusto
y es un error. La democracia americana está dominada, como advirtió el mismo
Eisenhower, por el pentágono militar y la industria armamentística. Cito la
tremenda reflexión con la que termina Jackson este análisis:
“A mi como norteamericano que en aquel tiempo prestaba
servicio como cartógrafo militar, me pareció un “crimen de guerra”, y en
el (más de) medio siglo transcurrido
desde entonces jamás he leído ninguna explicación convincente de porque no se
pudo hacer una prueba en una zona deshabitada o escasamente habitada para salvar vidas humanas y no solo la de los
soldado norteamericanos. En las circunstancias específicas de agosto de 1945 el
uso de la bomba atómica demostró que un Ejecutivo desde el punto de vista
psicológico muy normal, elegido en elecciones democráticas, pudo utilizar el
arma exactamente igual que la habría utilizado el dictador nazi. Ninguna
persona a quien le preocupe las distinciones morales en la conducta de diversos
tipos de gobierno puede dejar de pensar que, con el lanzamiento de las bombas atómicas, Estados Unidos redujo la
diferencia entre fascismo y democracia” .
Una segunda observación sobre la ideas centrales que se
difunden en las opiniones oficiales y dominantes es la del peligro para la
humanidad del posible uso del arma atómica por otros países, particularmente
los del tercer mundo. Se habla del peligro atómico que supone que tengan el
arma atómica Rusia, Pakistán, la India, o sobre todo Corea del Norte, o Irán. No se suele citar a quienes más
amenazan de usar el arma atómica, al margen de los acuerdos internacionales, es
decir a Israel. Y no se dice nada de las opiniones de altos cargos políticos y
militares de Estados Unidos, particularmente los miembros del Té Party hace
años y ahora Trump y su grupo de descerebrados sobre su predisposición a
utilizar incluso como medio disuasorio, el arma nuclear. Y sobre todo no se
exige ni se plantea responsabilidad jurídica o moral alguna al gobierno que
tomó consciente y deliberadamente la decisión del pasmoso genocidio.
No es suficiente con recordar a las víctimas, ni se puede
perdonar a los verdugos mientras sigan justificando lo injustificable, mientras
no pidan perdón a las víctimas y reconozcan lo terrible e innecesario de sus
actos. Por el futuro de la humanidad, Justicia y Paz.
Manuel García Fonseca
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