miércoles, 29 de junio de 2011

Zohar, una joven judía a bordo del Gernika


Zohar, camina con dificultad; sin embargo llega donde todos los demás; para ella no hay obstáculos: no lo son distancias, las pendientes ni el fuerte calor del Mediterráneo; porque precisamente en un lugar del Mediterráneo de cuyo nombre no debo acordarme, los brigadistas del Guernika  esperamos el momento oportuno para zarpar rumbo a Gaza.
Zohar es una judía con doble nacionalidad alemana e israelí que dejo de vivir en Israel porque la atmósfera humana y política le resultaba irrespirable. De familia instalada en Palestina antes de la Segunda Guerra Mundial, nació en un kibutz cerca de Nazaret, pasó por la universidad y pronto se incorporó al trabajo como administrativa en Tel Aviv. Sohar habla varios idiomas, incluido el español con un leve acento francés y desde luego el haber perdido una pierna no le ha impedido trabajar.
Le pregunto por cómo y cuándo empieza a tomar conciencia de la situación y a movilizarse en pro de los derechos del pueblo palestino. Con la leve sonrisa de sus ojos profundamente azules comienza a relatarme las situaciones vividas; en determinados momentos de la conversación acelera el ritmo de las palabras según relata con indignación las barbaridades que le ha tocado presenciar. Muy pronto, ya con cuatro o cinco años vivió una experiencia que la marcó, fue con motivo de la destrucción de la casa  que una familia palestina  había construido en un terreno de su propiedad; el hecho de gozar de la propiedad no impidió que fuera demolida y los dejaron sin techo.  Zohar y su familia no entendían la actitud del gobierno y menos aún la de sus vecinos del kibutz que eran los primeros en exigir su demolición porque ponía en peligro su seguridad. A partir de entonces  empezaron a tener problemas con sus vecinos judíos por haber ayudado a aquella familia con tiendas de campaña, mantas y alimentos, un recelo que se incrementaba cuando en la fiesta del uno de mayo en lugar de la bandera sionista colocaban la bandera roja.
Poco a poco  empezó a corroborar que la sociedad israelí estaba enferma. Así que ya desde la adolescencia  comienza a participar como activista contra la construcción de los asentamientos en Hebrón, contra la intervención Israelí en Líbano y a protestar cuando el gobierno de Menagen Begin expulsa a palestinos trasladándolos en camiones hasta la frontera del Líbano.
Trabaja también en un centro de discapacitados; son años en los que toma contacto con  la AIC, una organización que trabaja por una paz justa en Palestina y mantiene encuentros entre israelíes y palestinos: son los años de verse con los palestinos en Beit Yala y Beit Sahur, protestar contra los acuerdos de paz y manifestándose  por los asesinatos de palestinos durante la Segunda Intifada. Durante estos años se implica también con una ONG que trabaja con los beduinos de Judea. Finalmente los asesinatos de Yenin le colman la paciencia y con su pareja abandona el estado de Israel.
-Allí no quiero ir. Me niego a vivir allí-me dice- solo acudo a ver a mi familia y a votar. Es un estado que me desagrada profundamente; no soporto el apartheid, la discriminación que sufren los palestinos  y menos aún el trato vejatorio al que los  someten cada día, el robo de sus casas, la ocupación de sus tierras y sus aguas, la destrucción de sus olivos. Pero lo que peor soporto es la indiferencia social ante tantos abusos e injusticias. Eso es fascismo y la sociedad israelí me recuerda a la indiferencia de la población alemana y de los estados europeos durante el holocausto nazi. Por otra parte se incrementa cada vez más las diferencias entre ricos y pobres: gente que vive en la opulencia y otros como los fadacha que ocupan los puestos más miserables en la escala social, hasta el punto de que el ambiente social resulta irrespirable.
Ahora Zohar  desde hace siete años vive con su compañero en Alhaja,  un pueblo de la Sierra de Aracena, de la explotación de un bar y potenciando experiencias de agricultura ecológica. En España participa en el programa BDS (boikot desinversiones y sanciones) y se integra  en el proyecto ”Gaza Libre” no logrando llegar a Gaza desde Egipto, por los impedimentos que les puso el dictador Mubarak. Desde el primer momento se puso en contacto con “Rumbo a Gaza” integrándose en la brigada española.
Zohar ve muchos problemas a la situación actual. Como mal menor se inclina por un estado palestino en lo que son los territorios ocupados aunque hay dificultades como la gran cantidad de asentamientos y vías de comunicación que desarticulan Palestina.  Aunque lo ve difícil se inclina por la solución de dos estados, que sería la forma en que los palestinos recuperaran la dignidad. Aunque pensándolo mejor la solución sería un territorio laico donde todos pudieran convivir, pero a corto y medio plazo lo ve inviable  porque hay demasiado odio.
Sostiene que la sociedad israelí esta deshumanizada y envilecida. Por ese camino el estado de Israel marcha hacia el suicidio, porque no podrá acabar con los palestinos.
Cuando acabamos la entrevista me dice:
-No vamos a callar, porque eso supondría perder nuestra humanidad.
Finalmente le hago una pregunta ¿Tienes miedo? Su respuesta es contundente y me responde mirándome a los ojos:
-No; aunque por declaraciones del gobierno, si me detienen, pueden condenarme a siete años de cárcel, pero en tal caso podría tener suerte y estar con mi hermano que está en prisión por insumiso. Y concluye con estas palabras:
-Sería un honor para mí ser una prisionera política en mi país.
Hasta luego, Zohar- le digo mostrándole mi total admiración.

Miguel Ángel San Miguel Valduérteles
27 de Junio de 2011. En un lugar del Mediterráneo

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