La Unión Europea y sus Estados miembros han tenido un alto grado de responsabilidad en los conflictos bélicos actuales, bien por la intervención de sus ejércitos, bien por formar parte de la más terrible maquinaria de guerra que haya dado la historia de la humanidad: la OTAN. Los bombardeos y acciones de esta organización están destruyendo una gran cantidad de pueblos: Afganistán, Yugoslavia, Iraq, Libia, Burundi, Sudán, República Centroafricana, Eritrea, Ucrania, Yemen, Siria, y así hasta un largo etcétera.
En paralelo, vamos estrechando relaciones de todo tipo con regímenes nada democráticos ni respetuosos con los Derechos Humanos como el israelí, el saudí, el catarí o el turco; regímenes promotores de la práctica totalidad de los conflictos bélicos que desestabilizan Oriente Medio. Valga como ejemplo el récord histórico de venta de armas españolas a Arabia Saudí alcanzado el primer semestre de 2015, cuando se vendieron aviones a Riad por 447,6 millones de euros, y la consiguiente denuncia de organizaciones como Amnistía Internacional: “ las armas que Arabia Saudí usa contra civiles en Yemen tienen sello español”.
El conflicto (la intervención extranjera) que más desplazamientos está provocando es el de Siria. Más de once millones de desplazados hasta el momento. De ellos, cuatro millones han salido de su país y se han trasladado a Jordania, Líbano o Turquía. Muchos han conseguido, con la venta de todos sus bienes, el dinero suficiente para poder trasladarse a Europa y soñar con iniciar una nueva vida en espera de que se acaben los bombardeos que destrozan sus casas, hijos y sueños, y poder volver a su tierra, de la que nunca quisieran haber salido.
El pueblo sirio protagonizó en marzo de 2011 una serie de protestas contra el Gobierno de Bashar al Assad, exigiéndole reformas democráticas. Estas protestas fueron utilizadas por el régimen saudí y las otras monarquías feudales del Golfo Pérsico para provocar un conflicto sectario en el que intentaban imponer su hegemonía suní en un país en el que nunca había habido problemas entre las distintas comunidades religiosas. Turquía hizo de ariete de estos regímenes medievales, abriendo pasillo para el tráfico de armas y mercenarios. La entidad sionista israelí se sumó de inmediato, poniendo la música de los bombardeos desde el aire contra las posiciones del ejército sirio y apoyando a grupos yihadistas como el Frente al Nusra, considerado parte de Al Qaeda.
Estos regímenes cuentan con el apoyo político y militar de la UE para instigar una guerra que está destrozando al pueblo sirio; un pueblo social y económicamente avanzado que gozaba de unos índices de calidad de vida muy superiores a los de su entorno. Las familias que piden refugio en Europa no vienen huyendo de una catástrofe natural. Sus pueblos no han sido destrozados por un terremoto o un tsunami. Son los aliados de la UE, con armas proporcionadas, entre otros, por sus países miembros y con su apoyo político de la UE, los que están destrozando sus casas, hospitales y centrales eléctricas, así como los que están asesinando a sus hijos. La UE y sus Estados miembros tienen responsabilidad en cada uno de los crímenes que están cometiendo sus aliados con las armas que ellos les proporcionan.
El pasado mes de septiembre, la Comisión Europea trasladó a los países miembros de la UE una propuesta de reparto de 160.000 personas que era previsible que solicitasen ser refugiadas. En este reparto, al Estado español le correspondía la acogida de 17.680 personas refugiadas. El Gobierno nunca tuvo intención asumir este compromiso. De hecho, solo ofreció 50 plazas (de las 17.680 comprometidas) y, finalmente, tan solo ha acogido a 18 personas.
El resto de los Estados miembros no ha actuado mejor: en total, se han acogido solo 160 personas de las 160.000 comprometidas. A esto hay que sumar una serie de medidas restrictivas aprobadas por Gobiernos como los de Austria, Hungría, Polonia, Holanda, etc. En este apartado destaca negativamente la medida aprobada por el parlamento danés que permite desvalijar a los refugiados que lleguen a su territorio.
Es un error tremendo que parlamentos como el danés, de larga trayectoria en políticas socialdemócratas, asuman posturas propias de la ultraderecha. Estos miedos, esta imitación del discurso xenófobo, no ayudan a combatir a los partidos de ultraderecha, sino que más bien los potencian. Europa vive una situación similar a la de los años treinta, y ya sabemos cómo acabó cuando Gobiernos y partidos “demócratas y progresistas” quisieron contemporizar con el fascismo manteniéndose neutrales, en lugar de combatirlo desde el principio de forma tajante y valiente. Necesitamos hacer mucha pedagogía para combatir el discurso de las fuerzas fascistas: si lo imitamos, conseguiremos que la ciudadanía lo asuma como incuestionable y termine apoyando al original y no a la copia. De este modo, partidos con posiciones claramente ultraderechistas -cuando no claramente neonazis- se han alzado a los gobiernos e Hungría y Polonia, se consolidan como primeras fuerzas políticas en Francia y Holanda, o crecen de forma meteórica en Austria y Grecia. Es especialmente preocupante el ascenso de la ultraderecha en países de larga trayectoria democrática como Reino Unido y Suecia, o el gran avance de la ultraderecha alemana en la elecciones regionales del pasado domingo.
Podemos concluir que la cobardía, ambigüedad y connivencia de nuestros Gobiernos y de los partidos que los sustentan respecto a las posiciones xenófobas y ultraderechistas hacen que desgraciadamente podamos decir que el fantasma que recorre Europa desde hace unos años sea el fantasma del fascismo. Un fantasma que está dejando de serlo para convertirse en una realidad tangible que se extiende como una metástasis por el territorio europeo ante la pasividad irresponsable de unos Gobiernos que circulan siempre con las luces de cruce, las cortas, las que les sirven para ir manteniéndose cada vez más cercados por el cáncer del fascismo. Una vez más, será a los pueblos a quienes nos toque jugar el papel que tendrían que jugar aquellos y combatir este cáncer con grandes movilizaciones. Movilizaciones de solidaridad con las personas refugiadas, de sensibilización, de pedagogía. Movilizaciones contra la complicidad de nuestros Gobiernos con estos planteamientos neofascistas. Movilizaciones contra las guerras imperialistas que están provocando tanta muerte y destrucción en esos pueblos de los que huyen millones de personas.
Hoy podemos declarar que los teóricos principios fundacionales de la Unión Europea murieron ahogados en el Mar Egeo o en el Estrecho de Gibraltar, y que han sido enterrados bajo el barro de Idomeni.
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