XII – Historias de la memoria confinada.
Por razones coyunturales, la pandemia, y estructurales, la
soledad, esta ha sido una Navidad muy especial. Y me he dado un garbeo por la
memoria de otra también especial.
Corría el año de gracia de 2009. Se había organizado una
misión multitudinaria en solidaridad con Palestina, integrada sobre todo por
mujeres del mundo de la canción, el cine, el periodismo, la política, con el
común denominador todas del compromiso militante con Palestina y contra la
ocupación militar israelí y el genocidio
lento que sufre desde 1948. Invitaron a USO y a SOTERMUN a integrar la
delegación y yo me apunté en mi condición de presidente de ambas.
Seriamos un centenar largo de personas, la mayoría de ellas
compañeras como Cristina del Valle, Marina Rosell, Carmen París, Aurora Beltrán
de “Tahúres zurdos”, Mercedes Ferrer, Mónica Randall …. Estaba también mi muy
estimada Paquita Sahuquillo, diputada socialista a la sazón y presidenta del
MPDL (Movimiento por la paz, el desarme y la liberación). Y José Luis Pérez
Ráez, alcalde de Leganés, ayuntamiento que brindó un gran apoyo logístico a la
misión solidaria, excelente persona y abogado laboralista asesor de la USO de
Madrid al arranque de la Democracia. Por cierto, unos soldados sionistas muy
jóvenes y estúpidos y brutales querían obligar al amigo José Luis a pasar por
el arco detector de metales pese a que les gritábamos que llevaba un
marcapasos. La liamos, vino alguien algo mayor y José Luis pudo eludir el arco
pero no un cacheo pringoso. Fue en el control militar de acceso a Hebrón.
Visitando la parte más histórica de la ciudad me abordó con disimulo un
ciudadano anónimo de allí y me dijo en un susurro y en un español muy
aceptable, “no manden más ayuda para restaurar o reconstruir … en cuanto
levantamos cosas nuevas los militares las atacan para echarlas abajo … para que
sepamos que mandan todo lo que quieren”.
Salimos de Madrid unos días antes de Navidad y volvimos en
vísperas de Año Nuevo. Para evitar el tormento y los riesgos de entrar por
Tel-Aviv, la capital del Estado sionista, viajamos con la compañía jordana y
llegamos a Amman según amanecía. En autobuses cruzamos el Puente Allenbi sobre
el Jordán (toma su nombre del mítico general británico Edmund Allenbi que
combatió a los turcos en la 1ª Guerra Mundial y que tantos desencuentros tuvo
con Peter O´Toole, perdón, con Lawrence de Arabia), y entramos en Cisjordania
tras el ineludible control de los militares de ocupación, más bien liviano para
lo que es en la actualidad. Los acuerdos de paz de Camp Davis eran
relativamente recientes y la ocupación no se manifestaba aún tan brutal.
Bordeando el Mar Muerto y el Jordán, con parada y recepción a lo grande en el
ayuntamiento de Jericó, llegamos avanzada la tarde a Belén, nuestro destino
final, y nos alojamos en el hotel del mismo nombre donde una recepcionista
bellísima de ojos de miel y acero nos agradecía que estuviéramos allí.
En Belén había ambiente típicamente navideño con luces y
motivos de todo tipo, pese a ser la fe cristiana muy minoritaria allí respecto
a la musulmana. Había menos turistas de los deseados y necesarios para la
supervivencia de una economía asfixiada por la ocupación militar. Y había,
también, el temor generalizado de que la ocupación militar se iba a endurecer
-¿era posible más?; lo era- de que se iban a ampliar las colonias ilegales de
fanáticos sionistas en territorios
palestinos, fortificadas y armadas; de que ir de Belén a Jerusalén, a escasos 8
kilómetros, iba a ser misión cada vez más difícil, y para ello se había
construido hacía poco el más moderno “check point”, control militar, a la
salida de Belén. Moderno y aterrador como tuve ocasión de sufrir. Y, por encima
de todo, ya era oprobiosa a más no poder la presencia del Muro de la Vergüenza,
700 kilómetros ya construidos entonces a
base de bloques modulares de hormigón armado de 10 metros de altura y unos
cuantos de anchura, con torretas de centinelas armados cada poco, con el objetivo confeso de encerrar lo que
aún no han robado o destruido de Palestina en la cárcel a cielo abierto más
grande del mundo.
Los acuerdos de paz iniciados en Madrid con Felipe González y
concluidos en los USA con Bill Clinton, que dieron origen al autogobierno de
Cisjordania y Gaza y al estatus internacional de Jerusalén, y a la creación de
la Autoridad Nacional Palestina liderada por Arafat, amenazaban ya con ser
papel mojado para el Estado sionista. Con el paso de los años, aquellos temores
se han visto amargamente confirmados y
el gobierno neo-nazi de Netanyahu considera los acuerdos papeles higiénicos más
que mojados.
Mal que nos pese, somos también -yo al menos- el resultado de
mitos y sueños infantiles y por ello fue algo especial pasar la Noche Buena en
Belén. La cariñosa recepción del Presidente de la Autoridad Nacional Palestina,
Ahmud Abás, con emocionado reconocimiento a la presencia de aquella pintoresca
y enorme delegación solidaria. Estreché con fuerza su mano y sin soltarla le
susurré “Palestina vencerá, y parece que lo entendió a juzgar por su sonrisa. Y
luego el festival que ofrecieron las compañeras artistas a varios miles de
palestinos, los más jóvenes de los cuales vibraban por encima de lo normal no
sólo por la profusión de eslóganes y consignas pro-palestinas o las letras de
las canciones, tal vez también por lo ajustado de algunos pantalones o algunas
chupas de cuero … Y la Misa del Gallo en la abarrotada Basílica de la
Natividad, bajo la presidencia civil del Doctor Ahmud Abás. Una ocasión más
para verificar que el palestino es, muy probablemente, el pueblo árabe-musulmán
más culto, libre, tolerante y progresista de los que conozco
Amaneció fría y luminosa la Navidad en mi hotel de Belén. Yo
tenía previstas reuniones con nuestras contrapartes solidarias en Jerusalén y
en Ramallah. Podía eludir el control militar tomando un taxi de matrícula verde
que me llevaría a Jerusalén, pero dando un rodeo por Jericó de más de 70
kilómetros, multiplicando por diez la distancia entre ambas ciudades. Preferí
encarar el control militar y ganar tiempo. Concerté con el taxista amigo que
contratamos en el anterior viaje a Palestina dos años antes; él tenía matrícula
amarilla y podía moverse por Israel además de por los territorios palestinos
ocupados. Este tema de los colores del taxi en función de la movilidad que le
autorizaran era un clásico ya en la Sudafrica del apartheid. El taxista era un
hombre amable y colaborativo, que nos ayudó mucho en la anterior misión que
realizamos con Santi y Katia. Solía decir que las autoridades israelies
garantizaban una buena vivienda a cualquier familia judía que llegara a Israel
y ellos, que podían acreditar 600 años ininterrumpidos en Palestina, vivían en
un campo de refugiados próximo a Jerusalén. Un día estuvimos en su casa y en
aquel campo y compartimos una jornada con su linda y numerosa familia.
Total, que como a las 8,30 de la mañana llego al control
militar y me uno a una riada de gente que crecía y crecía con la misma intención de pasar al otro lado.
No tenía nada que ver con los controles al aire libre habituales (había ya más
de 200 repartidos por los territorios ocupados). Se trataba de una mole enorme
de hormigón, cemento, acero y hierro a toneladas, techos altísimos, luz
artificial y un enjambre de cámaras y, sobre todo, de altavoces que rugían
literalmente órdenes y consignas; imagino que en hebreo pero a mí me parece que
todas las lenguas suenan igual que el alemán de los nazis cuando quieren meter
miedo brutalmente a gentes indefensas.
La marea humana que se adentraba en el control militar eran
en su casi totalidad trabajadores palestinos que debían pasar a Israel en busca
de su sustento. Como les dije, la dependencia económica, laboral, energética,
hidraúlica, alimentaria, etc., de Palestina es absoluta respecto “a la potencia
ocupante”, según la terminología que utiliza Naciones Unidas. A mayor inri, el
Estado sionista adeuda a Palestina sumas millonarias en concepto de salarios u
otros. Se daba el caso que la central sindical de Israel, Histadrut, adeudaba a
los sindicatos palestinos cantidades importantes en concepto de cuotas cobradas
a trabajadores palestinos. En la misión anterior habíamos expuesto el caso al
compañero del departamento internacional de esa central que, por cierto, era
ciudadano israelí pero étnicamente era palestino.
La marea humana avanzaba con lentitud, en silencio, con gesto
de resignación, el propio de quien recorre este trayecto, este vía crucis, cada
día. Y los altavoces, a gritos, son los
únicos que se manifiestan y se empoderan del espacio y se imponen amenazantes a
la gente. La fila se va ordenando por un sendero rotulado a semejanza del de
los carriles-bici. Cuando aparece alguna mujer la gente le indica que pase a la
cabeza de la fila, parece que es una ley no escrita, que yo no alcanzo a ver
aún dónde está. A mi me insisten para que vaya también a la cabeza de la fila.
Me niego rotundamente y los más próximos a mí se refieren a mi pelo y a mi
aspecto respecto al de ellos para darme a entender que aquel suplicio es sólo
para ellos no para extranjeros. Y el tipo o los tipos de los altavoces que no
cejan de escupir consignas o lo que sean con gritos incomprensibles.
Dejamos los carriles-bici y la cosa se complica seriamente
pues entramos en un espacio mucho más angosto. Nos embuten literalmente, en
fila de a uno sin retorno posible, en un pasillo flanqueado por barras de
hierro tubulares y arqueado por esas mismas barras curvas. El espacio se va
estrechando, los de adelante no avanzan apenas , los de atrás empujan, imagino
que tienen horarios que cumplir al otro lado o que es lo que les exigen a
gritos los malditos altavoces. Para los que tenemos algo o mucho de sobrepeso
empieza a ser angustiosa la sensación de ahogo, la presión de los altavoces, la
incertidumbre de no saber dónde está el final de esta angustia …
Un pensamiento se apodera de mí y hace más opresiva la
situación: Imaginar a los miles y miles, millones, de seres inocentes, judíos
alemanes, polacos, checos, franceses, lituanos, italianos, holandeses,
españoles … que caminaban hacia la muerte en los campos de exterminio donde los
altavoces no emitían más sonidos que las voces criminales de los verdugos
nazis. Sobre el genocidio de aquellos 6 millones de judíos inocentes e
indefensos y de tantas nacionalidades, por los que tanto seguimos llorando,
exigió el sionismo israelí un Estado en 1948, y no ha parado desde entonces en
su intento de extinguir todo vestigio de una Palestina libre, próspera y en
paz. Es ese Estado el mismo que nos trata así a cientos de palestinos y a mí en
un tecnificado y tenebroso control militar dirigido por voces y gritos
invisibles un día de Navidad de 2009, 61 años después de la tragedia … en Belén
camino de Jerusalén.
Por fin, tras pasar por un torno de cuerpo entero que si te
atrapa al cerrarse de golpe te daña seriamente brazos y piernas, llegué ante un
enorme escáner. Deposité en la cinta la cartera de mano con los documentos y el
abrigo y me dispuse a cruzar el torno de salida de aquel espacio final. De
golpe, la cinta devolvió bruscamente la cartera y el abrigo y el altavoz
local gritaba no sé qué, pero era a mí
no había duda. Aturdido, al borde del colapso anímico tras casi hora y media de
tensión, no hallaba qué hacer mientras el altavoz no paraba de abroncarme.
Gente que esperaba al otro lado del torno, ya éramos casi amigos, me indicaban
a señas dónde estaba el problema y la solución: debía pasar por la cinta el
cinturón y los zapatos, que se me pasó hacerlo …
Ya recompuesto,
calzado, con los pantalones sujetos, me planto ante una garita en la que
había un militar, el único que ví en todo el trayecto. Según ojeaba mi
pasaporte me suelta, “ché, gallego, boludo, vos no tenés que hacer la fila; la
próxima vez buscá un funcionario y él te cuela … bienvenido a Israel”, mientras
me devolvía el pasaporte. Si a aquel niñato de mierda, pero con un arma moderna
y pesada más grande que él, le digo lo que estaba pensando me busco la ruina.
Insisto: Sin una solución justa y urgente a la ocupación
militar y al genocidio lento pero implacable que sufre Palestina desde 1948, la
estabilidad y la paz mundial seguirán estando en riesgo. Joe, Kamala, tomad
buena nota.
*ExSecretario General USO. Afiliado al PSC. Navidad 2020.
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