Nayi al-Ali, ‘Handala’, a través de su obra y la rebeldía de sus viñetas
PALESTINA / Arte y resistencia en Nayi al-Ali
Editores y selección: Zuhur Dolo y Mohamad Bitari. Prólogos: Antonio Altarriba y Teresa Aranguren
Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2020
SANTIAGO GONZÁLEZ VALLEJO. Comité de Solidaridad con la Causa Árabe (CSCA)
Repasando las viñetas que recoge el libro ‘PALESTINA Arte y resistencia en Nayi al-Ali’, nos damos cuenta de su vigencia. Rescataríamos algunas de ellas, con cerca de cuarenta años, para ilustrar el puñal por la espalda de ciertos regímenes árabes o la sumisión de algunos nombrados líderes palestinos con respecto al abandono de la causa palestina. Al fin y al cabo, la causa palestina es la defensa del derecho y de un pueblo colonizado por decisión imperial y por una ideología supremacista pero también por la complicidad de muchos gobiernos para que la tragedia palestina sea perenne. Al-Ali veía a las clases dirigentes como parte del problema.
La selección de las viñetas y de los textos que complementan el pensamiento y la vida de Nayi al-Ali la han hecho Zuhur Dolo y Mohamad Bitari. Estos editores han ido intercalando en la introducción de cada capítulo el contexto de la vida de al-Alí, sus propias palabras entresacadas de entrevistas o escritos junto a su obra gráfica, con lo que se favorece la comprensión de la evolución del artista e intelectual.
En las intervenciones del propio al-Ali se vislumbra su interés en expresar las preocupaciones de la gente y en llegar a la conciencia de sus lectores por medio de unos dibujos mudos, alguna vez con un simple rótulo, para que de un vistazo se comprendan la situación y la crítica dibujada.
Nayi al-Ali nació en 1937 o 1938, años de revueltas palestinas contra la permisividad inglesa con la inmigración sionista, en Ash-Shayara, una aldea que estaba, estaba… Estaba situada en el norte de Palestina, en Galilea, y sufrió la limpieza étnica sionista. Empezó antes de la proclamación del Estado de Israel, ya en 1947, como bien señala la prologuista Teresa Aranguren. El pueblo fue destruido por los israelíes hasta los cimientos como los más de cuatrocientos hechos desaparecer, comenzando así el engranaje de robar historia y tierra para despojar a los palestinos de Palestina. Nayi, con diez años, recorrió junto a su familia los campos hasta llegar a Sidón, Líbano, y en sus cercanías al nacido campo de refugiados de Ain al-Hilweh. Esto es lo que marcará su vida y su obra.
La fidelidad a esos orígenes, de expulsado violentamente con otras familias campesinas, le convierte en enemigo de transacciones o de aceptar otro planteamiento diferente al refugiado que reclama la vuelta a casa. De ahí la reiteración de imágenes identificadoras del refugiado palestino. La llave, las referencias a la cruz y a la media luna juntas que muestran la convivencia de esas religiones y, al mismo tiempo, que la desposesión sionista no es un tema religioso, el barril de petróleo o los orondos personajes como símbolos de una burguesía que antepone la alianza con su protector de clase, estadounidense, frente al común árabe o palestino.
Asesinado en 1987
Nayi al-Ali es conocido por la firma de sus dibujos, una silueta de un niño nacida en 1969, Handala, su alter ego. Un niño que, según su creador, siempre tendrá diez años mientras no pueda retornar a su casa palestina. Tiene la cabeza afeitada, con remiendos en su ropa, y da la espalda al lector. Él también contempla las escenas dibujadas. Los dibujos son críticos. Críticos contra la desposesión, contra el usurpador israelí que destruye lo palestino y lo sustituye ejerciendo de colonizador con su aliado estadounidense pero también contra esos líderes carismáticos o las clases dirigentes árabes. Fue un artista conflictivo con el poder.
Nayi al-Ali comenzó a desarrollar sus inquietudes pintando en las paredes del campo de refugiados de Ain al-Hilweh. Su promoción inicial como dibujante fue gracias a Ghassan Kanafani, el reconocido periodista y narrador palestino y su publicación Al Hurriya. Sufrió los embates de la revolución palestina y emigró en 1963 a Kuwait, donde se resistió al consumismo comprador de almas y vidas. Era un pepito grillo señalando al rey desnudo de las élites dirigentes árabes. Volvió a Beirut en 1974 y conoció los estragos de la guerra civil libanesa y la invasión israelí y las matanzas falangistas e israelíes de Sabra y Chatila. Regresó a Kuwait, de donde fue expulsado, y en 1985 se fue a Londres. Allí fue asesinado en 1987, como otros intelectuales palestinos. No se supo quién realizó el asesinato. Pero si seguimos la máxima detectivesca y contemplamos sus miles de viñetas, ¿a quién beneficiaba su muerte? Está claro que sus críticas iban dirigidas contra Israel, Estados Unidos y los regímenes árabes.
Los palestinos y árabes cogían el periódico empezando por su caricatura diaria. Su Handala forma parte del mundo palestino (y árabe) rebelde y su reproducción está en todas partes, como símbolo de resistencia, como las llaves de las casas se identifican con el derecho al retorno de los refugiados palestinos.
El libro de las Ediciones del Oriente y del Mediterráneo está enriquecido por las aportaciones de sus prologuistas, Antonio Altarriba y Teresa Aranguren, que facilitan al lector las claves para la interpretación de la obra y de la vida de Nayi al-Ali.
Un libro que refleja la justa tristeza de las situaciones vividas para estimularnos a romper el determinismo del crimen que se comete contra el pueblo palestino.
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