Pedro Martínez Montávez, un amigo de cultivar conocimiento y solidaridad
Santiago González Vallejo
Se nos ha ido un Maestro, además era catedrático de árabe. Amigo de las causas árabes. Siempre dispuesto a ayudar y a trabajar desinteresadamente en las múltiples luchas y a divulgar con generosidad todo su amplio conocimiento.
Le conocí cuando él estaba muchas tardes en la Asociación de Amistad Hispano Árabe. Yo no sabía quién era y. a pesar de sus canas, en su cabello ondulado, le trataba como un colega, otro activista. El con paciencia me corregía o me indicaba lecturas. Cuando supe que esa persona que yo trataba como un colega más, era un catedrático y ex rector de la Universidad Autónoma, me sorprendió por su afabilidad y el no haberme puesto nunca una mínima distancia o señalado su sabiduría. Además, él no sabía que yo sabía una anécdota de su vida. Cuando fue algún cargo de la Universidad Autónoma, vicedecano o cosas así. en tiempos franquistas, 1973, sucedió unos hechos represivos en la Universidad de Valladolid y en muchas universidades había expresiones de solidaridad, entre ellas en la Universidad Autónoma de Madrid. El caso es que el ministro Julio Rodríguez para evitar la visualización de las huelgas y protestas estudiantiles y demás, decretó que los cursos académicos fueran de enero a diciembre. En esas, hubo una comida en la UAM; a la que se invitó al ministro (antiguo rector de la UAM), junto a representantes de los otros ámbitos, profesores y alumnos. En esa comida, se coló o era representante mi hermana Mary. En la comida, se levantó mi hermana y dijo lo que tenía que decir, democracia, libertad, y esas cosas que se decían como banderas. El ministro la recriminó, la puso de caldo y medio y creo que amenazó con algún tipo de sanción. Entonces Pedro Martínez Montávez, se levantó y habló del ágora que debe ser la universidad, la discusión de ideas y demás, Acabó el acto y no pasó nada. Excepto que las palabras democracia y libertad se dijeron y fueron defendidas frente a ese franquismo rancio.
Después, ya con algo más de respeto por mi parte, le he llevado para dar charlas del Comité a múltiples sitios, para todos los públicos, con asistencias masivas y sin público. Entonces, en este último caso, seguíamos disfrutando de su bonhomía y sabiendo que en otra ocasión podríamos contar con él a pesar del fracaso previo anterior. Siempre nos decía que sí a nuestras demandas, intervención o texto, no preguntaba ni adónde, ni para quién, sólo sobre qué tema, espacio hora y día. Sus intervenciones eran en espiral. Cogía un hecho y sobre ese dato, empezaba a incrementar la complejidad, encadenando la argumentación y trasladando conocimiento.
En la presentación del libro de Kayyali, Palestina una historia moderna, incomprensiblemente no editada en español hasta 2014, por Bósforo y ahora solo en edición digital, recordó su lectura en la primera edición en árabe, los mapas y anexos que incorporaba,.. Para muchos de nosotros, era nuestro maestro que nos introducía, en mi caso, en los entresijos de las políticas árabes, después por esa afabilidad personal con la que me soportaba, el mundo cultural, la poesía. Siempre me enseñaba.
Pero, también, era un voluntarioso activista. Recuerdo la concentración en la Puerta del Sol, cuando gracias a Loles Oliván y Carlos Varea, entre otros, pusieron en marcha la exhibición como hombres anuncios, por delante y por detrás, con cada uno de los carteles de los 500 pueblos palestinos destruidos en Al Nakba. Se puso como uno más, como en tantas ocasiones en concentraciones y demás. Casualmente, estuvo charlando con mi padre, obrero autónomo, otro desconocedor de protocolos, castizo, y rajando sobre estos chicos, por nosotros, que nos hacen hacer tantas cosas y porqué estaba él allí, porque él era el padre de Santi, ¿y tu tienes algún hijo por aquí? Y estuvieron charlando sobre las injusticias, la necesaria solidaridad y el compromiso personal, nuestra empatía frente a las víctimas y sobre que hay que testimoniar nuestro compromiso ante la injusticia si queremos ser humanos,
Hablé con él, hace una semana, tenía la voz algo entrecortada, pero nada relevante. Le pedí su firma para una declaración de apoyo a la decisión de Ada Colau de suspender el hermanamiento con Tel Aviv, mientras siga la ocupación, la colonización y el apartheid israelí sobre los palestinos. Había que mandar un correo a una dirección. Me dijo, 'Santi, no sé ni porqué me llamas, sabes que siempre me comprometo. Se lo diré a mis hijos"
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