domingo, 22 de junio de 2025

Ciclos menstruales: una pesadilla silenciosa para las mujeres desplazadas en Gaza. Por Shaimaa Eid, escritora residente en Gaza


 Foto: Mahmoud Ajjour, The Palestine Chronicle

Ciclos menstruales: una pesadilla silenciosa para las mujeres desplazadas en Gaza
Por Shaimaa Eid, escritora residente en Gaza
palestinechronicle.com, 19 de junio de 2025

En Gaza, la guerra no se limita al sonido de las explosiones, la visión de sangre o los escombros dejados por los tanques y los ataques aéreos.
Se extiende profundamente a los detalles íntimos de la vida cotidiana, donde incluso las necesidades más básicas se convierten en una agotadora batalla por la dignidad y la supervivencia.
Para muchas mujeres y niñas, la llegada de su ciclo menstrual ya no es una preocupación privada sino una pesadilla recurrente amplificada por el desplazamiento, la pobreza y la guerra.
Las toallas sanitarias, consideradas un lujo común en gran parte del mundo, se han convertido en un lujo inasequible en los campos de desplazados de Gaza. La grave escasez, sumada al aumento desmesurado de los precios, impide a miles de mujeres acceder a productos de higiene menstrual.
Con la guerra en curso y la mayoría de las familias habiendo perdido sus medios de vida, una gran porción de la población de Gaza vive ahora por debajo de la línea de pobreza, lo que hace que incluso la higiene básica esté fuera de su alcance.
Obligadas por las circunstancias, las mujeres están recurriendo a métodos primitivos e inseguros para gestionar sus períodos (por ejemplo, reutilizando retazos de tela), a menudo sin acceso a agua potable, papel higiénico o productos de higiene personal.
Estas condiciones han provocado crecientes complicaciones de salud, muchas de las cuales son imposibles de tratar bajo el actual asedio y el colapso del sistema de salud de Gaza.
Pero la cuestión no es solo el acceso a las compresas. Se trata de dignidad.
La privacidad es 'inexistente'
La privacidad es prácticamente inexistente en los superpoblados campos de desplazados. En muchos casos, cientos de personas comparten un solo baño. Niñas y mujeres deben atravesar filas para acceder, intentando ocultar lo que llevan en las manos. La humillación y la ansiedad asociadas a estos momentos son solo una capa de una crisis mucho más amplia.
Dentro de uno de los superpoblados refugios administrados por la ONU en Khan Younis, Rawaan, de 25 años, estaba sentada en silencio junto a su madre, tratando de ocultar su incomodidad.
Habló en voz baja: «Me siento avergonzada y asustada cada vez que me baja la regla. No hay un lugar privado para ducharme, ni toallas sanitarias. A veces me veo obligada a usar telas o pañuelos viejos. Me preocupa constantemente que alguien note u huela algo. Lo que se supone que es algo natural en la vida de cualquier chica se ha convertido en una pesadilla para nosotras».
Rawaan no está solo.
Cientos de jóvenes desplazadas sufren ansiedad y una total falta de privacidad en albergues que carecen incluso de los estándares más básicos de higiene y cuidado personal. Esto convierte un proceso biológico normal en una fuente de profundo sufrimiento psicológico y físico.
Anticipación y pavor
Los analgésicos, comúnmente utilizados para aliviar los calambres menstruales, también han desaparecido de las farmacias debido al devastador bloqueo israelí que ha paralizado el suministro de medicamentos a Gaza desde que la guerra se intensificó el 7 de octubre de 2023.
Para muchas mujeres desplazadas, la anticipación de su próximo período está llena de pavor, que se suma a la ya larga lista de temores diarios: el zumbido constante de los drones, el olor a muerte en las calles, la escasez de comida y agua, y las agotadoras tareas de supervivencia desde el amanecer hasta el anochecer.
Imagínese soportar dolor físico y trastorno emocional en condiciones inhumanas, sin privacidad, atención médica o incluso la seguridad psicológica para procesar lo que está sucediendo.
En un intento desesperado por suprimir por completo sus períodos, algunas mujeres y niñas han recurrido a las píldoras anticonceptivas para retrasar la menstruación. Si bien esto podría parecer una solución temporal, el uso prolongado y sin supervisión de estos medicamentos conlleva graves riesgos para la salud.
Aun así, la mayoría responde a estos riesgos con una frase amarga: “Elegir el menor de dos males”.
Se le negó un derecho fundamental
Esta no es simplemente una historia sobre la falta de toallas sanitarias.
Es una lucha más profunda por la dignidad de las mujeres y su derecho a cuidar sus cuerpos de una manera que honre su humanidad.
A cada mujer desplazada en Gaza se le niega un derecho fundamental que debería estar garantizado para todas las mujeres, independientemente de su ubicación geográfica o circunstancias. Y en una sociedad conservadora donde estos temas suelen quedar en el olvido, muchas sufren vergüenza, incapaces de expresar sus necesidades o buscar ayuda.
Las mujeres desplazadas en Gaza también enfrentan enormes cargas psicológicas.
Han perdido sus hogares, sus ingresos y, a menudo, a sus seres queridos. Muchos reportan un empeoramiento de la ansiedad y la depresión, síntomas que afectan directamente su salud general y resiliencia.
Se necesitan urgentemente sistemas integrales de apoyo, tanto psicológico como físico. Esto incluye hacer que los productos de higiene menstrual sean accesibles y asequibles, una necesidad básica, no un lujo.
Peso de las responsabilidades
En innumerables familias, las mujeres se han convertido en las únicas proveedoras tras la muerte o desaparición de padres, maridos y hermanos.
Estas mujeres cargan con el peso de familias enteras. Trabajan dentro y fuera de tiendas de campaña, recogiendo agua en pesados ​​cántaros, haciendo largas filas para recibir pan o ayuda alimentaria, todo ello mientras protegen a sus hijos del insoportable dolor del hambre, el miedo y el dolor.
En un edificio parcialmente destruido en Deir al-Balah, se vio a Umm Mahmoud, de 39 años, acomodando mantas gastadas alrededor de sus cinco hijos.
Su voz sonaba cansada mientras hablaba: “Sufro de quistes ováricos y mis dolores menstruales son insoportables”.
Antes de la guerra, tomaba medicamentos y analgésicos. Ahora no tengo nada. A veces uso analgésicos infantiles o simplemente aguanto el dolor en silencio. No hay agua caliente ni baños limpios, y me aterra contraer una infección —añadió.
Con un suspiro, Umm Mahmoud continuó: “Nosotras, las mujeres de Gaza, estamos sufriendo un doble dolor: no sólo por la guerra y la destrucción, sino por cosas que nadie ve y de las que nadie habla”.
Grito por la dignidad
Las mujeres desplazadas en Gaza sufren una doble agonía —física y psicológica— mientras lo soportan todo en silencio.
Pero este silencio no es una rendición: es un grito de dignidad, un reclamo de derechos que ninguna fuerza de ocupación tiene autoridad para arrebatar.
Es necesario amplificar las voces de las mujeres y las niñas de Gaza.
Este no es un problema marginal, sino una crisis humanitaria crucial. El acceso a la atención médica para las mujeres no es opcional; es esencial.
Cada incumplimiento es una violación más que se suma a la larga lista de abusos infligidos a la población de Gaza. Y en el corazón de este sufrimiento, son las mujeres quienes soportan la carga más pesada.

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