(Jerusalén) – Las fuerzas de seguridad israelíes hicieron uso de fuerza innecesaria para arrestar a niños palestinos de tan sólo 11 años. Las fuerzas de seguridad han estrangulado a niños, han lanzado granadas aturdidoras contra ellos, los han golpeado mientras estaban bajo custodia, los han amenazado e interrogado sin la presencia de sus padres o un abogado, y no han informado a sus padres sobre su paradero.
Human Rights Watch entrevistó a cuatro menores de 11, 12 y 15 años, de diferentes suburbios de Jerusalén Oriental, y a una niña de 14 años y un niño de 15 de otras partes de Cisjordania, que habían sido arrestados por las fuerzas israelíes presuntamente por arrojar piedras durante incidentes separados que tuvieron lugar entre marzo y diciembre de 2014. Ellos y sus padres dieron testimonio sobre los abusos que sufrieron durante la detención y el interrogatorio, lo que causó dolor, miedo y ansiedad en los niños. Human Rights Watch vio las fotos y cicatrices en el cuerpo de uno de los menores, que concuerdan con el relato de los menores y el de sus padres; los testimonios de los niños también eran consistentes entre sí.
“El maltrato de niños palestinos por parte de las fuerzas israelíes contradice su afirmación de respetar los derechos de los niños”, dijo Sarah Leah Whitson, directora de Oriente Medio y Norte de África. “Como el mayor donante militar de Israel, EE.UU. debería presionar con fuerza para poner fin a estas prácticas abusivas e imponer reformas”.
En todos los casos que Human Rights Watch documentó, los niños y los padres dijeron a Human Rights Watch que las autoridades israelíes no informaron a los padres sobre la detención de sus hijos y los cuestionaron sin permitirles hablar con un padre o un abogado antes del interrogatorio. En cinco de los casos, los menores dijeron que los interrogadores no permitieron que sus padres estuvieran presentes durante su interrogatorio o les dejaron entrar sólo cuando éste ya estaba terminando. Dos jóvenes de 15 años y la niña de 14 dijeron que firmaron confesiones escritas en hebreo, una lengua que no entienden, después de que los interrogadores los amenazaran. Un niño dijo que los soldados “le dieron puñetazos y patadas” y luego le dieron la confesión en hebreo para que la firmara.
Rashid S., de 11 años, dijo que agentes de las fuerzas de la policía fronteriza de Israel lanzaron contra él una granada aturdidora (un artefacto explosivo no letal que produce una luz cegadora y un ruido muy fuerte que causa la pérdida de equilibrio) y le hicieron una llave de estrangulamiento cuando lo arrestaron por arrojar piedras en noviembre. Dijo que los oficiales le cubrieron la cabeza con una bolsa negra, lo amenazaron con palizas y le dieron patadas en la espinilla cuando se lo llevaron para ser interrogado. Durante el arresto, las fuerzas de la policía de fronteras le arrancaron la chaqueta y la camisa, pero lo dejaron fuera durante aproximadamente una hora a pesar del frío, dijo. Human Rights Watch vio fotografías de cuando la policía lo arrestó y marcas en la pierna del chico consistentes con su testimonio. Para su protección, los nombres completos de Rashid y de otra persona entrevistada no fueron utilizados.
Dos de los menores a los que Human Rights Watch entrevistó dijeron que se orinaron por el miedo que pasaron durante la detención, y tres dijeron que después tuvieron pesadillas y dificultades para dormir. Los familiares de la niña de 14 años y los de uno de los niños de 15 dijeron que no les permitieron visitarlos ni llamarlos durante su detención: 64 días en el caso de la niña y 110 en el del chico.
Otro joven de 15 años de Jerusalén Oriental, Fares Shyukhi, dijo que agentes de la policía fronteriza israelí lo cachearon desnudo, le dieron bofetadas y patadas, lo amenazaron y lo encarcelaron desde el 6 de marzo al 2 de abril de 2014, bajo la sospecha de haber lanzado piedras y un cóctel molotov contra un asentamiento en su barrio. Más tarde fue liberado bajo arresto domiciliario indefinido, pero lo volvieron a encarcelar desde finales de octubre al 6 de enero de 2015 por no haber comparecido en una vista judicial, dijo su familia.
El 6 de enero, Fares volvió al régimen de arresto domiciliario aunque sus condiciones fueron ligeramente aliviadas ese mismo mes, después de que su abogado informara a la Corte de Magistrados de Jerusalén de que el niño había amenazado con suicidarse. A partir de entonces pasaron a permitirle salir de la casa seis horas a la semana acompañado de su madre. El 29 de marzo, el juez levantó el arresto domiciliario, pero desde entonces los soldados israelíes lo han detenido otras dos veces, le dijo a Human Rights Watch, una vez de manera violenta alegando erróneamente que estaba violando su arresto domiciliario.
Agentes de la policía de fronteras israelíes le hicieron a otro niño de 11 años, Ahmad Abu Sbitan, una llave de estrangulamiento mientras lo arrestaban a las puertas de su escuela en otro barrio de Jerusalén Oriental, según el menor y fotografías del incidente. Además, arrestaron a un hombre de 22 años que trató de intervenir de forma no violenta, dijeron Ahmad y el hombre, Mohammed H. Posteriormente, la policía lo cacheó y golpeó en la habitación donde Ahmad se encontraba detenido, contó a Human Rights Watch.
La policía detuvo al niño de 12 años, Mohammed Khatib, mientras esperaba el autobús para volver a casa desde la escuela, a las afueras de la Ciudad Vieja de Jerusalén. Un policía “agarró la parte de atrás de mi chaqueta y me levantó del suelo; me estaba ahogando”, dijo el menor. Un policía le dijo al padre del niño que la policía estaba buscando a un sospechoso de haber tirado piedras que “llevaba una camisa azul”, el color del uniforme escolar del niño, dijo su padre. La policía interrogó al menor sin permitir que su padre estuviera presente y lo puso en libertad sin cargos ocho horas después.
El Artículo 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que Israel ratificó en 1991, establece que los procedimientos judiciales deben tener en cuenta la edad de los acusados menores de edad y “la importancia de estimular su readaptación social”. La Convención sobre los Derechos del Niño, que Israel también ratificó en 1991, amplía este requisito e instruye a los Estados a garantizar que los niños “no estén obligados (…) a declararse culpables”. El Comité encargado de la interpretación de la convención ha declarado que esto incluye el derecho a solicitar la presencia de un padre o tutor durante el interrogatorio y que los jueces deben tener en cuenta la ausencia de un padre o un abogado durante los interrogatorios, así como otros factores, a la hora de evaluar la fiabilidad de las confesiones.
La ley de menores de Israel y las órdenes militares aplicables en Cisjordania requieren que la policía informe a los padres sobre la detención de su hijo y que el menor consulte con un abogado antes del interrogatorio. La ley también da derecho a un padre a estar presente durante el interrogatorio del niño, excepto en los casos de presuntos “delitos de seguridad”, como lanzar piedras. Si bien esta ley de menores sólo es vinculante en Israel, según el ejército, en la práctica este requisito también se aplica en Cisjordania. 
Human Rights Watch presentó sus conclusiones preliminares, incluyendo los detalles de cinco de los casos individuales que investigó, a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y a la policía israelí. Las respuestas independientes de las FDI y el Ministerio de Justicia, que contestó en nombre de la policía, no abordaron las acusaciones específicas del uso de fuerza innecesaria durante la detención y los malos tratos posteriores. En cambio, señalaron que los agentes de seguridad habían respetado la ley en todos los casos y que informaron a los menores sobre sus derechos.
Declararon que los interrogatorios de los niños palestinos se llevan a cabo en árabe y que, con frecuencia, son grabados, y que los documentos en hebreo son traducidos al árabe. Sus respuestas no abordaron en todos los casos la pregunta de si los agentes habían notificado a los padres el arresto de sus hijos. En su respuesta, las FDI dijeron que las violaciones del procedimiento son evaluadas seriamente y pueden dar lugar a que una confesión sea declarada inadmisible como prueba contra un acusado. El ejército israelí citó varios casos en que los niños fueron puestos en libertad debido a graves violaciones del proceso de interrogación. 
Investigaciones de Human Rights Watch indican que las leyes existentes no bastan para proteger los derechos de los niños palestinos en manos de las IDF y la policía de Israel, y que los agentes a menudo cumplen con los requisitos y procedimientos legales de una manera que socava las salvaguardias que deben garantizar. Por ejemplo, a menudo graban los interrogatorios para evitar el uso de la violencia y las amenazas contra los menores, pero muchos de los niños entrevistados denunciaron haber sido golpeados o amenazados antes de su interrogatorio como un incentivo para “confesar”.
Además, varios niños aseguraron que fueron informados sobre su derecho a consultar con un abogado sólo inmediatamente antes de su interrogatorio, y que la policía o el ejército se negaron a retrasar el interrogatorio hasta la llegada del abogado.
Los interrogadores utilizan el árabe cuando interrogan a los niños palestinos pero frecuentemente usan el hebreo para documentar las entrevistas: sólo 138 de los 440 interrogatorios que llevaron a cabo en 2014 fueron documentados en árabe, según el ejército israelí. En otros casos, no crean ningún registro documental de audio o video de los interrogatorios: en 128 de 440 casos en 2014, según las fuerzas militares. Esto significa que en muchos casos las presuntas confesiones y otras declaraciones incriminatorias por parte de los niños detenidos son documentadas en una lengua que no entienden, y no hay manera de verificar si esos documentos fueron correctamente traducidos para los menores antes de firmarlos.
Las confesiones obtenidas de menores de edad en violación de sus derechos se suman a la presión a la que son sometidos para cooperar en acuerdos con la fiscalía que resultan en su encarcelamiento con sentencias reducidas, dijo Human Rights Watch.
“Israel ha sido advertido durante años de que sus fuerzas de seguridad están abusando de los derechos de los niños palestinos en los territorios ocupados, pero los problemas continúan”, dijo Whitson. “No sería difícil poner fin a estos abusos si el gobierno israelí se lo propusiera seriamente”.
Arrestos abusivos de niños
Human Rights Watch decidió centrarse en el tema de las detenciones abusivas de menores porque organizaciones locales de derechos humanos y medios de comunicación indicaron que parecía haber un patrón en estas detenciones, algo que investigaciones posteriores confirmaron. Primero Human Rights Watch identificó los casos a documentar a partir de estos informes, en los que la información preliminar indicaba la probabilidad de maltrato. Human Rights Watch obtuvo el consentimiento de los niños y al menos de uno de los padres antes de llevar a cabo las entrevistas y les informó que su propósito era redactar un informe de derechos humanos. En algunos casos el informe no revela los nombres completos de los entrevistados para proteger su seguridad y privacidad. Human Rights Watch no ofreció ninguna remuneración a los entrevistados.
El maltrato de niños que Human Rights Watch documentó es consistente con la información de otras organizaciones, especialmente en Cisjordania. UNICEF informó en 2013 que “los abusos que sufren los niños que entran en contacto con el sistema de detención militar parecen ser generalizados, sistemáticos e institucionalizados”. Israel respondió al informe, comprometiéndose a “colaborar con UNICEF para implementar [las] recomendaciones del informe”. Sin embargo, de acuerdo con una actualización de UNICEF, las denuncias de presuntos malos tratos a los niños por las fuerzas israelíes “no han disminuido significativamente en 2013 y 2014”. UNICEF informó que, desde septiembre de 2013 a septiembre de 2014, recibió declaraciones juradas de 171 niños alegando que las fuerzas israelíes los habían sometido a “violencia física durante la detención, el interrogatorio y/o la detención”.
El ejército israelí lleva a cabo redadas nocturnas en las casas de las familias de los menores. En 2013, detuvo a 162 niños durante estas redadas, según el ejército. En febrero de 2014, el ejército presentó un “proyecto piloto” para emitir citaciones a las familias de los niños buscados para ser interrogados en dos zonas de Cisjordania, pero canceló el proyecto en enero 2015 debido al incremento de la violencia en verano y dijo que no conservaba estadísticas sobre el proyecto.
A finales de enero de 2015, el ejército israelí tenía clasificados a 163 niños palestinos de Cisjordania como “detenidos por motivos de seguridad” –incluyendo niños condenados por delitos como tirar piedras, pero sin incluir a otros “detenidos por motivos penales”— en centros de detención israelíes, de acuerdo con el servicio penitenciario de Israel. Niños palestinos de Jerusalén Oriental, un territorio ocupado que Israel ha tratado de anexionar al suyo en violación del derecho internacional, son detenidos bajo legislación nacional de Israel en lugar de órdenes militares. Las cifras de niños de Jerusalén Oriental detenidos no estaban disponibles.
Rashid S., 11 años
La policía fronteriza israelí arrestó a Rashid S., de 11 años, cerca de su escuela en la zona de Ein al-Louz de Silwan, un barrio de Jerusalén Oriental, en la tarde del 24 de noviembre de 2014. “Algunos niños estaban tirando piedras a los soldados, que iban vestidos completamente de negro, cuando estos salieron del auto”, dijo Rashid. “Corrí a la mezquita, pero tiraron una bomba sónica que me alcanzó en la pierna cuando iba subiendo las escaleras, así que me caí y me cogieron de la camisa. Me atraparon con una llave de cabeza y me empujaron al suelo boca abajo”.
Durante el arresto, los agentes de policía le arrancaron la camisa y el abrigo, dijo Rashid. Human Rights Watch vio fotografías tomadas por un residente del barrio que muestran al joven, sin camisa, sujeto por un policía de fronteras israelí. En algún momento, durante o después de la detención, se orinó encima por el miedo que pasó, dijo. Rashid y su padre, Kayed, aseguraron que la policía no le dio nada para resguardarse del frío durante varias horas. Los informes meteorológicos del momento muestran que hacía 12 grados en Jerusalén ese día. Rashid dijo que la policía lo llevó en auto a un asentamiento en el barrio, lo metió en un almacén durante 15 minutos, luego lo llevó a una comisaría cerca de la Puerta de Hebrón en la muralla de la Ciudad Vieja de Jerusalén, “lo metieron y sacaron de un auto”, y lo tuvieron al aire libre durante aproximadamente una hora.
“Cuando me condujeron del asentamiento a la comisaría, me cubrieron la cabeza con una bolsa de tela negra mientras me gritaban ‘te vamos a dar una paliza, nos vas a decir quién estaba contigo tirando piedras’”, dijo Rashid. “Luego me empujaron y me insultaron en árabe. También me dieron patadas en la espinilla hasta que la pierna se me puso de diferentes colores. Estaba helado. No pararon de meterme y sacarme del auto”.
Rashid dijo que entonces la policía lo llevó a un centro de detención en el Complejo Ruso, que en árabe se conoce como Moskobiyya, al norte de la Ciudad Vieja. “Antes del interrogatorio me quitaron la bolsa de la cabeza”, recordó Rashid. Su padre dijo que unos vecinos lo habían llamado para contarle que Rashid había sido arrestado y entonces se dirigió a la comisaría de policía en la calle Salahadin en Jerusalén Oriental. “Entonces me llamó un policía de interrogatorios que me dijo que fuera a Moskobiyya”, dijo. El interrogatorio de Rashid aún no había empezado, pero la policía “lo había colocado de cara a una pared en un balcón al aire libre a pesar de que hacía mucho frío”, aseguró su padre. “Les grité que lo estaban tratando como un animal, y me dijeron que me iban a arrestar por ‘interrumpir un interrogatorio’ si no me calmaba”.
El interrogatorio duró aproximadamente una hora y fue grabado, dijeron Rashid y su padre. Rashid no confesó haber tirado piedras, pero dijo que huyó de las fuerzas israelíes simplemente porque los policías habían lanzado una granada sónica contra el grupo de niños con el que estaba. Dijo que habían sido los niños más mayores los que habían tirado piedras pero que él no sabía sus nombres.
“Cuando llegó a casa tuvo pesadillas”, dijo el padre de Rashid. “Se despertó gritando cuatro o cinco noches seguidas”. Rashid dijo a Human Rights Watch que soñaba con ser arrestado “una y otra vez” y que tenía miedo de ir a la escuela.
Rashid dijo que antes de su arresto en 2014, la policía israelí arrestó a dos de sus compañeros de clase de 11 años, Adam y Bara, bajo sospecha de haber tirado piedras, y que uno de ellos pasó una noche en la cárcel.
Ahmed Abu Sbitan, 11 años
Ahmed Abu Sbitan, de 11 años, contó a Human Rights Watch que la policía fronteriza israelí lo arrestó aproximadamente a las 2:30 de la tarde del 21 de diciembre de 2014. La policía alegó que les había tirado una piedra cuando salía de la Escuela Khalid Rashed en el barrio de Al-Tur en Jerusalén Oriental, donde estaba en sexto grado. “Los niños estaban tirando piedras a los soldados, y la [policía fronteriza] tiró bombas sónicas [granadas paralizadoras] y [dispararon] balas de goma”, dijo Ahmed. “Me cogieron cuando estaba saliendo de la entrada de la escuela a la calle principal”.
Human Rights Watch vio un video y fotografías que mostraban cómo un agente de la policía de fronteras le hacía una llave de estrangulamiento a Ahmed en el momento de su arresto. “No me preguntaron nada, sólo me dijeron ‘Tishtok’, porque estaba llorando: eso significa ‘cállate’. Una maestra de preescolar y dos muchachos del barrio intentaron convencerlos para que me soltaran, pero los ignoraron y encima también arrestaron a uno de ellos”. Ahmed dijo que se orinó encima del miedo que pasó durante el arresto.
Mohammed H., de 22 años, que también fue arrestado, corroboró el testimonio de Ahmed en una entrevista independiente:
 
Estaban estrangulando al niño, era evidente que estaba aterrorizado. Intenté una y otra vez hablarle a la policía, les dije que era menor de edad, que nos aseguraríamos de llevarlo a la comisaría si lo dejaban ir, pero se negaron. Seguí intentando convencerlos pero se llevaron al chico, así que me fui. Entonces un agente de policía se acercó y me acusó de tirar piedras, me arrestó y me metió en el jeep con el chico. Me esposaron pero a él no. Intenté calmarlo porque estaba llorando y estaba muy asustado.
La policía llevó a Ahmed y Mohammed H. a un asentamiento israelí cercano, Beit Orot, luego a una comisaría en la calle Salahadin, cerca de la Ciudad Vieja de Jerusalén. El padre de Ahmed, Nidal, dijo que se enteró del arresto por la hija de un familiar, que lo presenció.
No sabíamos a dónde se lo habían llevado. Lo busqué por todas partes, primero en el puesto de la policía en la zona, luego en la comisaría de la calle Salahadin, luego en Beit Orot. Me dejaron entrar y le dije al agente de policía en el asentamiento que quería verlo, pero me dijo: “¿Quién te dejó entrar? Nos lo llevamos para interrogarlo”.
Ahmed y Mohammed H., que fueron entrevistados por separado, dijeron que estuvieron detenidos durante una hora y que la policía les gritó insultos en Beit Orot pero que no les golpearon. El Ministerio de Justicia dijo a Human Rights Watch que, contrariamente a las afirmaciones de Ahmed, Nidal y Mohammed, la madre de Ahmed estuvo presente durante el interrogatorio; también dijo que tenía 14 años en lugar de 11. Human Rights Watch verificó la fecha de nacimiento de Ahmed y, a la luz de pruebas inconsistentes, alertó al Ministerio de Justicia sobre la posibilidad de que hubieran confundido su caso con el de otro menor. Sin embargo, el Ministerio mantuvo su posición.
Ahmed dijo que la policía en la comisaría de la calle Salahadin le quitó la ropa a Mohammed H. “Estábamos en la misma habitación. Se lo quitaron todo, incluso la ropa interior”, indicó Ahmed.
Mohammed H. declaró:
Les pedí que me quitaran las esposas porque me estaban cortando las muñecas y las manos se me habían puesto moradas. Un agente de la policía me dijo que me pusiera de cara a la pared. El chico estaba a mi lado y me quitaron toda la ropa y me cachearon. Después me volvieron a poner la ropa y empezaron a golpearme en las piernas y a empujarme contra la pared. El comandante les dijo a los agentes que pararan para no dañar la pared, así que me separaron de la pared y siguieron pegándome.
La policía interrogó a Ahmed y a Mohammed H. por separado en la tercera planta de la comisaría, dijeron ambos. El padre de Ahmed, Nidal, dijo que la policía se negó a dejarle entrar en la comisaría. Nidal entonces llamó a su padre “para que viniera a la comisaría y la policía lo dejó entrar por la puerta principal, pero no al interrogatorio”, señaló Nidal.
Durante el interrogatorio, Ahmed dijo que admitió haber tirado una piedra. “Me dijeron que diera los nombres de todos los niños que estaban conmigo y que tiraron piedras”, recordó. Según Ahmed, los agentes no lo amenazaron ni agredieron durante el interrogatorio, pero no le informaron que tenía derecho a permanecer en silencio (bajo la ley israelí) o que podía llamar a un pariente. La policía lo puso en libertad sin cargos después de interrogarlo durante una hora.
Mohammed H. dijo que la policía lo trasladó al centro de detención de Moskobiyya, y que en el vehículo de camino allí “lo golpearon e insultaron”. Estuvo detenido toda la noche y al día siguiente fue puesto en libertad sin cargos.
La madre de Ahmed, Mirvat, dijo que su hijo se negó a hablar sobre su arresto e interrogatorio. “Un consejero escolar nos dijo que intentáramos hablar con él sobre lo que pasó pero él no quiere”.
“Tengo miedo de la policía”, dijo Ahmed. “Cada vez que los veo cruzo al otro lado de la calle o me doy la vuelta”.
Los padres de Ahmed, otros residentes de la zona y otros estudiantes contaron a Human Rights Watch que las fuerzas de seguridad israelíes, incluyendo la policía y la policía de fronteras, estuvieron presentes casi cada día en las inmediaciones de las escuelas o en la calle principal de Al-Tur, incluso cerca de la escuela Khalid Rashed, cuando los estudiantes entran a las clases por la mañana y cuando salen por las tardes. Los residentes y estudiantes dijeron que la presencia de las fuerzas de seguridad israelíes era innecesaria y que era una provocación a los estudiantes. Un empleado de la escuela que pidió que se le guardara el anonimato dijo: “Los niños no tiran piedras ni hacen nada si la policía no está allí. Deberían dejar de enviar a la policía para merodear cerca de las puertas de las escuelas”.
La policía ha arrestado muchas veces a estudiantes por lanzar piedras contra sus vehículos estacionados cerca de la entrada de la escuela, dijo Ahmed, incluidos dos de los 30 estudiantes de su clase. Los padres de otros niños en la escuela y miembros de una asociación de padres, que fueron entrevistas por separado, dieron testimonios que corroboraron la presencia policial en la escuela, y repetidos incidentes en los que las fuerzas de seguridad israelíes lanzaron gases lacrimógenos y balas de goma contra los estudiantes, a menudo en el contexto de lanzamiento de piedras, pero los estudiantes y los padres también alegan que en algunos casos no hubo provocación.
Mohammed Khatib, 12 años 
La policía israelí detuvo a Mohammed Khatib, de 12 años, en torno a las 12:15 de la tarde del 8 de diciembre de 2014, en una estación de autobuses en la Calle Sultan Suleiman en Jerusalén Oriental, donde esperaba un bus después de la escuela que lo llevara a casa al Campamento de Refugiados de Shu`fat:
Estaba con cuatro amigos de mi clase y había un auto de la policía cerca. Unos cuantos agentes en camisas azules pasaron por delante de nosotros varias veces. Nadie les tiró piedras, ni les gritó ni nada. Entones, uno de ellos se acercó y me agarró por la parte posterior de la chaqueta y me levantó del suelo. Me estaba ahogando. Me había comprado una botella de jugo pero la tiraron y me metieron en un auto.
Su padre, Rami, un reportero de video, dijo que estaba filmando en los alrededores, en la Puerta de Damasco de la Ciudad Vieja de Jerusalén, cuando recibió una llamada que le informó que Mohammed había sido arrestado. “Corrí hasta la estación de autobuses mientras seguían allí. Uno de los policías dijo que alguien había tirado piedras y que el sospechoso llevaba una camisa azul, pero todos en la escuela [de Mohammed] llevan camisa azul porque es su uniforme”.
La policía llevó a Mohammed a una comisaría en la calle Salahadin, donde se negaron a sus reiteradas solicitudes para usar el baño “al menos durante una hora”, dijo Mohammed. “Sonó mi teléfono pero la policía no me dejó contestar. Mi madre me siguió llamando y la policía amenazó con pegarme si respondía. Había tres agentes en la comisaría, llevaban uniformes negros, me dieron patadas y me pegaron”.
El padre de Mohammed contó que siguió al vehículo de la policía que se llevó a su hijo hasta la comisaría y una vez allí, pidió que le dejaran verlo, pero la policía no le dejó pasar, así que esperó fuera. Mohammed dijo que preguntó al agente dónde estaba su padre, “y el policía dijo que [mi padre] ya se había marchado, que yo no le importaba y que yo pasaría dos meses en la cárcel”. Mohammed fue llevado a la tercera planta de la comisaría, donde fue interrogado, indicó. Sobre las 7 de la tarde, la policía lo trasladó al centro de detención Moskobiyya. “Un interrogador me llamó y me dijo que fuera, pero cuando llegué ya lo habían interrogado”, dijo Rami. “Le llevé comida pero ellos [los policías] no me la dejaron entrar”.
Finalmente, los interrogadores permitieron que Rami entrara al interrogatorio, dijo. Mohammed y su padre aseguraron que negó haber tirado piedras y que firmaron una declaración en hebreo, una lengua que no saben leer, antes de que la policía dejara en libertad a Mohammed sin cargos sobre las 8 de la noche. “El interrogador dijo que escribió en la declaración que Mohammed había sido golpeado”, dijo Rami. “No nos dieron una copia”.
El Ministerio de Justicia, en una respuesta por escrito a Human Rights Watch, dijo que Mohammed fue detenido y no arrestado, “porque estaba presente en el lugar de los incidentes” y que por lo tanto “no había razón para informarle sobre sus derechos legales: una versión que no coincide con el testimonio de Mohammed ni con la descripción de su padre del interrogatorio, que incluyó preguntas sobre la implicación personal de Mohammed.
La madre de Mohammed dijo que al día siguiente se quedó en casa: “Estaba asustado cuando llegó a casa y esa noche no pudo dormir. Me contó que cada hora que pasó con la policía fue como una eternidad”.
En un incidente no relacionado, Rami dijo que la policía lo hostigó y golpeó en mayo de 2014 cuando estaba filmando unas protestas palestinas cerca de la Puerta de Damasco “porque les grité por estar atacando a una mujer ciega” que participaba en la manifestación, y que en otra ocasión recibió un disparo en la parte posterior de la cabeza de una bala de metal cubierta de goma. Human Rights Watch vio cicatrices en el cuerpo de Rami que eran consistentes con su testimonio, y vio una fotografía de la herida en la cabeza y un video de su detención.
Malak Al-Khatib, 14 años
Las fuerzas israelíes arrestaron a Malak Al-Khatib, de 14 años, cerca del pueblo de Beitin en Cisjordania el 31 de diciembre de 2014, señalaron sus padres. La madre de Malak, Khoula, contó a Human Rights Watch que su hija dijo que cuando la arrestaron “cuatro soldados la golpearon con algo parecido a una porra” hasta que perdió el conocimiento. “Cuando estaba en el suelo, le dieron patadas y un soldado le pisó el cuello”, dijo Khoula. A continuación, los soldados le vendaron los ojos y siguieron agrediéndola durante el trayecto hasta la comisaría. Los padres de Malak dijeron que las autoridades israelíes no les informaron sobre su arresto.
“Esa mañana ella tenía un examen final, de inglés, y pensamos que se había ido a dar un paseo después del examen, como hace habitualmente”, contó su padre, Ali, a Human Rights Watch. “Entonces me llamó el consejo municipal para decirme que había sido arrestada, pero nadie sabía a dónde se la habían llevado”:
A las 10 de la mañana tomamos un taxi hacia la comisaría de Binyamin [en un asentamiento de Cisjordania], porque normalmente suele ser allí adonde llevan a los menores de edad. Esperamos durante tres horas y entonces un capitán nos vio y nos dijo: “Su hija ha confesado que tiró piedras y que llevaba una navaja”. Finalmente pudimos verla a las 2 de la tarde. Estaba pálida. No pudimos hablar con ella a solas. El investigador estaba en la sala cuando yo le dije: “Hiciste A, B y C, ¿verdad?” Todo acabó en cinco minutos. Entonces el agente nos dijo que nos fuésemos.
Más tarde, Malak le contó a su madre que el interrogador le gritó durante dos horas para que confesara, que golpeó la mesa con la mano y amenazó con traer a su madre y hermana y arrestar a su padre, dijo Khoula. La confesión que firmó Malak estaba en hebreo, pero cuando pidió que se la tradujeran o que le dijeran qué significaba, el interrogador le dijo que firmara para que pudiese volver con sus padres, aseguró Khoula.
El 14 de enero, el abogado de Malak llegó a un acuerdo con el fiscal militar: Malak se declaró culpable de arrojar piedras en la Ruta 60, una carretera principal cerca de Beitin utilizada por los colonos israelíes y recibió una sentencia de dos meses de cárcel y una suspensión condicional del fallo de tres años. Su familia pagó una multa de 6.000 shekel (US$1.560).
Human Rights Watch no pudo determinar si Malak tiró piedras contra vehículos que circulaban por una autopista, un acto potencialmente peligroso incluso si es llevado a cabo por un menor. Pero en cualquier caso, las autoridades israelíes violaron las normas internacionales al no permitir que sus padres presenciaran el interrogatorio, así como la legislación militar de Israel por no comunicar su arresto a sus padres ni permitirle consultar con ellos o un abogado antes de su interrogatorio. El tribunal militar debería haber reprendido al interrogador e indicar claramente que no aceptaría su confesión, que estaba escrita en una lengua que no entendía, como evidencia.
Las autoridades israelíes violaron el IV Convenio de Ginebra al trasladar a Malak, una residente palestina del territorio ocupado, fuera de Cisjordania y detenerla en Israel. En 2010, el Tribunal Supremo de Israel confirmó esta práctica, principalmente en base a que “la legislación israelí anula las disposiciones del derecho internacional”. Es un principio básico del derecho internacional que los Estados no pueden usar disposiciones de su legislación nacional como justificación para no cumplir con tratados internacionales que han ratificado, y deben garantizar que sus legislaciones nacionales cumplen con las normas internacionales que son vinculantes para el país. El primer artículo del IV Convenio de Ginebra requiere que todos los Estados miembros, incluyendo a Israel, se comprometan a “respetar y hacer respetar el presente Convenio en todas las circunstancias”.
Sin embargo, el tribunal falló que en este caso la práctica israelí de transferir a detenidos de los territorios ocupados a Israel “no contradice las disposiciones esenciales del derecho internacional” y que estaba justificada considerando las circunstancias de la situación, incluyendo la proximidad geográfica entre Israel y los territorios ocupados. Los palestinos sostienen que estos traslados perjudican sus derechos a pesar de la proximidad geográfica, ya que tienen prohibido entrar a Israel para visitar a sus familiares detenidos, tal como demuestra el caso de Malak. Los padres de Malak, que tienen documentos de identificación de Cisjordania y no pueden entrar en Israel, no pudieron ir a verla mientras estuvo detenida desde el 31 de diciembre hasta su puesta en libertad el 12 de febrero, excepto durante cinco audiencias en la base militar y el complejo judicial de Ofer, donde no pudieron hablar con ella.
“Durante las audiencias en Ofer, la traían esposada. Una vez había un joven con ella en el banquillo, debía de tener unos 15 años, también con [esposas]. No pudimos llamarla por teléfono mientras estuvo en prisión”, dijo su madre.
Khaled Sheikh, 15 años
Soldados israelíes arrestaron a Khaled Sheikh en torno a las 3 de la tarde del 25 de diciembre de 2014, cerca de la barrera de separación en las afueras de la aldea cisjordana de Beit Anan bajo sospecha de tirar piedras y quemar un neumático. Khaled dijo a Human Rights Watch que había habido una protesta en la zona el día anterior, pero  que ese día todo estaba tranquilo. Estaba caminando con un amigo en zona que la gente de Beit Anan visita a menudo porque tiene vistas más allá de la barrera hasta el mar, dijo Khaled, cuando un soldado israelí le golpeó por detrás con un rifle y se desmayó.
“Cuando desperté, tenía las manos esposadas detrás de mí. No podía ver; mis ojos estaban vendados y estaba en el suelo”, dijo. Human Rights Watch tuvo acceso a un informe médico de Khaled de dos semanas antes de que fuera arrestado que indicaba que tiene anemia, una enfermedad que le fue diagnosticada después de sufrir varios desmayos. Su amigo logró huir, dijo.
Khaled dijo a Human Rights Watch que le llevaron a lo que él creyó que era, en base a los sonidos que escuchó, una base militar. “Me pusieron en una silla junto a unas escaleras, los soldados me pegaban cuando subían y bajaban [durante lo que parecieron] las 12 horas que estuve allí”, dijo. Luego fue llevado a la comisaría de Binyamin, cerca de Ramallah, donde la policía le quitó la venda de los ojos:
Los interrogadores me rodearon y uno de ellos me dijo que confesara haber tirado piedras y quemado un neumático. Les dije que yo no había hecho eso y que sólo estaba paseando por allí. Él me dijo que había siete soldados de testigos contra mí, así que me declararían culpable y tendría que ir a la cárcel, dijera lo que dijera. Amenazaron con pegarme si no confesaba y uno de ellos dio un golpe sobre la mesa. Me entregaron un documento que tenía tres líneas en árabe y el resto en hebreo. La parte árabe decía que tenía derecho a un abogado y que iría a un tribunal; me dijeron que lo firmara y así lo hice. Después de eso me dieron otras tres páginas en hebreo y me dijeron que era lo mismo, así que firmé. Después me enteré en la corte de que me habían hecho firmar una confesión.
El padre de Khaled, Hossam, dijo que un amigo que presenció el arresto le contó lo que había pasado, pero que no sabía adónde se lo había llevado el ejército. Hossam dijo que a la 1 de la madrugada se fue a la comisaría de Binyamin por sugerencia de un amigo y, después de esperar aproximadamente una hora, vio a su hijo. “Estaba esposado y tenía sangre en la cara. Tenía sangre en la frente, un golpe en la parte posterior de la cabeza y un moretón en el pómulo. Todo eso era aún visible durante la audiencia”, dijo.
La familia de Khaled sólo pudo verlo durante las cinco audiencias en la corte, pero incluso entonces no pudo hablar con él ni tocarlo. A Hossam le produjo mucha ansiedad que el juez militar rechazara una y otra vez la petición del abogado para que Khaled pudiese tomarse su medicamento para la anemia a pesar de su historial médico; los funcionarios de la prisión sólo empezaron a dárselo en las últimas semanas de su detención, según el abogado de Khaled, si bien Khaled insistió en que sólo recibió Acamol, un medicamento común para el dolor.
El abogado de Khaled, Akram Samara, dijo a Human Rights Watch que llegó a un acuerdo con el fiscal de cuatro meses, en lugar de enfrentar la posibilidad de una sentencia de 8 meses si era declarado culpable, ya que el ejército afirmó que varios soldados declararían contra Khaled en el juicio. Además, el tribunal le impuso una multa de 2.000 shekels (US$520). Khaled fue puesto en libertad el 14 de abril de 2015, 10 días antes de completar su condena.
Fares Shyukhi, 15 años
La policía israelí detuvo a Fares Shyukhi, del barrio de Silwan en Jerusalén Oriental, a las 4 de la tarde del 6 de marzo de 2014, bajo la sospecha de arrojar piedras y una bomba molotov contra un asentamiento en el barrio. La madre de Fares, Lawahez, respondió a una citación y lo llevó al centro de detención Moskobiyya, donde fue detenido, dijo. “Dijeron que si no lo llevaba, irían a por él a su manera, lo que significaba asaltar nuestra casa. Así que lo llevé allí, pero no me dejaron entrar con él”, dijo.
Fares describió su experiencia:
Tan pronto como entré, me desnudaron, me registraron y luego me esposaron. Había siete policías que me decían: “Si no hablas te daremos una paliza”. Me negué, así que me pegaron puñetazos y me dieron patadas. Eso duró unos cinco minutos. Después me llevaron a una celda hasta la tarde del día siguiente, con otros tres chicos, que tenían 16 y 17 años. Después el interrogador me dijo que tenía que firmar tres documentos, en hebreo. No pude leer que decían pero no dudé en firmar.
El Ministerio de Justicia dijo a Human Rights Watch que la madre de Fares estuvo presente durante su interrogatorio pero ella lo negó y aseguró que sólo pudo entrar en otra ocasión cuando la policía lo arrestó el 26 de enero por violar su arresto domiciliario para asistir a la audiencia judicial de su hermano. La policía llevó a Fares a una audiencia en la Corte de Magistrados de Jerusalén, donde un juez prolongó su detención tres días más, dijo su madre. “Después de eso me llevaron directamente de nuevo al interrogatorio, me esposaron las manos por delante y me encadenaron a una silla por las piernas”, aseguró Fares. “Esta vez había un interrogador, que me abofeteó varias veces y me dijo: ‘Dame unos nombres [de personas que tiraron piedras] y te ayudaré’. Nunca me dijo de qué era yo sospechoso”.
La policía devolvió a Fares a una celda, donde permaneció hasta la medianoche. Entonces le despertaron y le interrogaron por tercera vez, dijo. “Querían que confesara haber tirado cócteles Molotov, pero no lo hice. Me tuvieron allí hasta las 2 de la madrugada y entonces confesé”. Después de una segunda audiencia y un total de 27 días en detención, Fares fue trasladado a la Prisión de HaSharon, en Israel, y luego puesto en libertad bajo arresto domiciliario el 2 de abril, dijeron sus padres.
“Cada dos semanas tenía que ir a la corte y siempre prolongaban su arresto domiciliario”, dijo Lawahez. El 26 de octubre, Fares llegó tarde a una vista en la corte a las 9 de la mañana y cuando llegó fue arrestado y permaneció encarcelado hasta el 6 de enero, dijo su madre. Fares dijo que coincidió brevemente con Malak K., la niña de 14 años, de Beitin, cuando la policía los llevó juntos de la prisión de HaSharon donde cada uno tenía su audiencia judicial.
Su madre contó que Fares le dijo en febrero que quería suicidarse por culpa de su arresto domiciliario. “Estaba preocupada así que se lo dije a nuestro abogado, del Club del Prisionero, y él consiguió que la corte le levantase el arresto domiciliario los domingos, martes y jueves, de 2 a 4 de la tarde. Tuve que darle a la corte una garantía de que no violaría sus condiciones”. El 6 de marzo, se comprometió a pagar una fianza de 10.000 shekels (US$2.600).
El 29 de marzo, el tribunal declaró culpable a Fares en base a su confesión y el testimonio de otros tres chicos del barrio, todos menores de 15 años, dijo su familia. La corte le impuso una multa de 2.000 shekels (US$520) y anuló su arresto domiciliario tras acreditar el tiempo cumplido de su condena de 100 días. Sin embargo, Fares dijo que el 20 de abril, la policía israelí lo volvió a arrestar en la Ciudad Vieja de Jerusalén por violar su arresto domiciliario. Sin embargo, lo pusieron en libertad después de llevarlo a la comisaría y descubrir que su arresto domiciliario había sido levantado.
El 1 de mayo, Fares dijo que la policía lo volvió a detener  mientras se encontraba delante de su casa, y le dio una paliza, dijo Lawahez, que estaba allí. Ella trató de intervenir, dijo Lawahez, pero los soldados dispararon bombas de sonido a sus piernas. Dijo que tuvo que pasar tres días en el hospital para recuperarse de la conmoción del incidente. Ella sufría de tensión arterial peligrosamente alta y había sufrido un ataque al corazón en diciembre de 2014.
El Ministerio de Justicia dijo a Human Rights Watch que no guarda ningún registro de las detenciones de Fares el 20 de abril ni del 1 de mayo.
Las condiciones de arresto domiciliario de Fares hicieron imposible que fuera a la escuela, donde había cursado octavo grado. “Por lo menos pude estudiar en la cárcel”, dijo Fares a Human Rights Watch durante su arresto domiciliario. “Mis padres son ahora mis guardias carcelarios”. Al principio, Fares se puso muy contento cuando le levantaron el arresto domiciliario, dijo Lawahez, pero las dos detenciones posteriores lo “han traumatizado”, así que “ahora se niega a salir de la casa porque tiene miedo de que los soldados vuelvan a acosarlo y arrestarlo”.
Los tres hermanos mayores de Fares han sido condenados por lanzar piedras y cócteles molotov y se encuentran en prisión. Los padres de Fares contaron que las fuerzas israelíes registraron la casa de la familia en Silwan seis veces entre el 6 y el 29 de marzo de 2014, para detener a sus tres hijos mayores. “Ali, el mayor, fue detenido por primera vez cuando tenía 13 años”, dijo Lawahez. “Esta es la tercera vez que está en la cárcel por arrojar piedras”. Su hija mayor, Suad, fue arrestada en 2006 por tirar piedras. La familia ha pagado 8.800 shekels (US$2.290 dólares) en multas relacionadas con estas detenciones.