EN VACUNAR A LOS POBRES TRIUNFARÁ LA PANDEMIA
Por Manuel Zaguirre*
Estén tranquilos no voy a pontificar sobre la pandemia; soy un ciudadano irrelevante que por no tener no tiene ni título de epidemiólogo, a diferencia de una buena parte de mis compatriotas que sí lo tienen. Me acerco al tema sin más instrumental que el poquito sentido común que me queda, la poquita información básica y verdadera sobre el fenómeno y la preocupación por los más desvalidos y olvidados.
Para mí, el punto de partida es que esta epidemia, por su alcance, es la más grave en la Historia de la Humanidad, contrariamente a la opinión al uso de que tiene precedentes en el siglo pasado o en la Edad Media. Pues no. Esta pandemia es universal, es decir, golpea y mata en todos los rincones de nuestro universo humano, o sea, el planeta Tierra. Y eso es así porque hoy los medios de comunicación, transporte, intercambio, tienen alcance universal, algo impensable en el XX o siglos anteriores. Con lo cual, la capacidad de transmisión, contagio y de letalidad del virus se universaliza también. Este drama y este reto sin precedentes históricos, que arroja ya millones de víctimas, reales unas, y potenciales otras en forma de contagiados o en riesgo de ello, es una realidad incuestionable, más allá de que haya una rica gama de gilipollas que lo niegan, en cuya cúspide hay grandes mandatarios como el Trump, el Bolsonaro o el despeluznado del Reino Unido; mandatarios a los que, por cierto, el virus no se llevó por delante, pese a tener edad y merecimientos, porque los jefes de estado y de gobierno de grandes potencias tienen más medios que el común frente al virus.
En el extremo felizmente opuesto de estos personajes tan exóticos están los millones y millones de sanitarias y sanitarios y personal conexo y de sectores esenciales dejándose el alma para que el virus asesino se cobre la menor factura posible de muertes, y con quienes la Humanidad hemos contraído una deuda perfectamente pagable con condiciones de trabajo y salarios a la medida de su dignidad y de nuestras necesidades. En el centro del espectro hay representantes y gestores políticos que en su gran mayoría hacen lo que mejor pueden y saben con los medios disponibles para defendernos del virus, y en su exigua minoría se columpian inmoralmente en él para obtener bastardos réditos electorales o de otro tipo.
Ese es el marco.
Con el inicio del año, tras un rápido proceso de incubación, con recursos propios y públicos, conscientes de que pueden estar ante el negocio más grande jamás soñado, las industrias farmacéuticas nos ofrecen la madre de todas las soluciones a la pandemia: las vacunas, en plural, pues las hay de variada procedencia, formato y precio. Esto último, el precio, y la inevitable dinámica de especulación y lucro con las vacunas –“es el capitalismo”, que diría nuestro ínclito preso de lujo Rodrigo Rato- someten a una fuerte presión y a la lógica de la competitividad y el nacionalismo inmunitario los procesos de vacunación; inercias todas ellas más que peligrosas.
Dejando de lado ahora los espectáculos de picaresca inmoral de algunos para hacer de la vacuna un privilegio, lo que parece alarmantemente claro es que 1/3 largo de la Humanidad empobrecida no tendrá apenas acceso a las vacunas. No tienen dinero para ello. Esas inmensidades de seres humanos se localizan en África, América Latina, áreas del sudeste asiático o amplias capas sociales extremadamente empobrecidas en potencias emergentes como Brasil, India o Rusia, o los USA incluso.
Haría muy mal el mundo enriquecido, sus corporaciones, autoridades y poblaciones, en quedarse tranquilos con el acceso privilegiado a las vacunas mientras al mundo empobrecido se le niegan las mismas por no ser competitivos ni poderosos, pues al ser universal la pandemia o se le ataca y erradica en ese ámbito o ella rebrotará en todas partes más pronto que tarde.
El ejemplo más visual y descarnado de este contrasentido insolidario entre enriquecidos y empobrecidos frente a la pandemia, es lo que está sucediendo en el Estado sionista de Israel y en la Palestina ocupada y asfixiada militarmente por él. Resulta que Israel es, al parecer, líder mundial en niveles de vacunación sobre población y paga las vacunas casi al doble de su valor en países como España u otros de la Unión Europea. Enhorabuena a los contribuyentes y a los lobbies sionistas esparcidos por el mundo que sufragan ese éxito. Al mismo tiempo, y de moco canallesco, en lo poco que queda de territorio palestino no anexionado aún y bajo ocupación militar, el Estado de Israel se desentiende por completo de la vacunación de la población palestina de Cisjordania y Gaza. Una práctica objetivamente genocida por muy habitual que sea. Según la legislación internacional de Naciones Unidas para las situaciones de ocupación militar, la potencia ocupante -Israel en este caso- tiene responsabilidad sobre la vida, la seguridad, la salud pública, de las poblaciones ocupadas. El Estado de Israel lleva desde 1948 ciscándose en la legislación internacional, practica una suerte de “genocidio lento e implacable” sobre Palestina a cuya población condena a vivir en la mayor cárcel a cielo abierto del planeta; no otra cosa es Cisjordania y la Franja de Gaza y no otra cosa son los 5.200.000 palestinos y palestinas que sobreviven en ellos. No incluye esa cifra a los que viven en campos de refugiados o en la diáspora palestina, unos 7 millones de personas, que empezó a producirse la misma noche que se proclamó el Estado de Israel un aciago mayo de 1948.
Es vital y urgente, por lo tanto, que las grandes potencias: los USA de Biden-Harris, China, la UE de Merkel, Rusia, en el marco de las Naciones Unidas, así como las grandes corporaciones farmacéuticas y de otros sectores conexos, se apresten a concertar un plan y una estrategia que permita la vacunación simultánea de toda la Humanidad, no sólo del segmento enriquecido. La “tasa Tobin” sería un excelente recurso financiero para tan noble empeño de erradicar el COVID del planeta entero.
Si no lo hacen por imperativos morales y solidarios, que sería lo suyo, háganlo por interés, pues no habrá mundo enriquecido inmune y a salvo, por muy vacunados que estén, ante las oleadas a la desesperada huyendo del hambre, la guerra y el coronavirus que no cesa camino de los países enriquecidos. Piénsenlo y actúen en consecuencia.
O tal vez, ¿es que está pensando alguien en un muro como el construido con éxito por Israel para encerrar a Palestina, al amparo de la impunidad internacional que dan unos arsenales atómicos piratas por incontrolados?. ¿O sería a semejanza del que fanfarroneaba Trump para cerrar el paso por el sur a la inmigración que ve mejor morir en el intento, que “vivir” en sus países?. Que desistan quienes así pensaran, pues no hay muro capaz de contener y encerrar el hambre y la enfermedad de la tercera parte larga de la Humanidad.
Si algo nos enseña esta pandemia, y cuantas pandemias precedieron a este medio siglo de capitalismo ultraliberal, es que o somos capaces de vivir y convivir de otro modo más racional y justo la Humanidad entera, o estamos abocados al colapso más pronto que tarde.
*Ex Secretario General USO. Afiliado al PSC.
(23 de enero 2021)
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