Los principales medios de comunicación israelíes se han mostrado unánimemente consternados ante la elección de un “antisionista” como nuevo líder del laborismo.
Tras la elección de Jeremy Corbyn como nuevo líder laborista, la noticia en Israel apareció impregnada de un tenor sombrío: “Nuevo líder laborista en Gran Bretaña: un antisionista”, se leía en la cabecera de Yisrael Hayom, el periódico más extensamente leído en Israel y que es propiedad del rey de los casinos, Sheldon Adelson, simpatizante del primer ministro Netayanhu desde hace mucho tiempo. El subtítulo explicaba: “Una sorpresa desagradable: El recién elegido jefe de la oposición, Jeremy Corbyn, quien en el pasado llamó al diálogo con ‘amigos’ de Hamas y Hizbollah, es bien conocido por ser un izquierdista radical, un admirador de Karl Marx”.
El artículo sigue adelante afirmando que Corbyn ha donado dinero a quienes niegan el Holocausto y señala con alarma que, como jefe de la oposición, tiene derecho a recibir informaciones sensibles diplomáticas y de seguridad.
Uno podría haber esperado una línea diferente en Ynet, la fuente de noticias online más visitada de Israel, que se mostró rotundamente en contra de la reelección de Netanyahu en marzo de 2015. Pero Ynet no exudaba tampoco mucho entusiasmo por Corbyn, caracterizándole de “Feroz opositor a Israel”. Repitiendo prácticamente todas las acusaciones hechas en Yisrael Hayom, también le criticaba por tildar de “tragedia” el asesinato de Osama Bin Laden. Culpaba al nuevo líder laborista por afirmar que habría sido más justo que EEUU le hubiera arrestado y sometido a juicio.
NRG, otra importante página de información, utilizaba el arma definitiva en su titular: “El líder laborista recién elegido hizo donaciones a los negadores del Holocausto”. NRG explicaba que Corbyn había donado dinero a la ONG propalestina Deir Yassin Remembered, dirigida por el negador del Holocausto Paul Eizen. Añadió que siete de cada diez judíos británicos se sentían preocupados por la elección de Corbyn, y que el mismo Partido Laborista estaba también molesto.
En otro artículo se explicaba a la audiencia israelí el daño que la victoria de Corbyn iba a causar al Partido Laborista británico, anunciando que era como si el miembro de la Knesset Yamal Zahalka –un palestino nacionalista de la Lista Árabe Conjunta- se hubiera convertido en el jefe del Partido Laborista de Israel. El hecho de que Zahalka nunca haya formado parte del laborismo y que Corbyn lleve cuarenta años siendo miembro del partido británico parecía ser irrelevante.
Asumiendo una perspectiva ostensiblemente universalista –como opuesta a la sionista-, Anshel Pfeffer, del periódico liberal israelí Haaretz, ofrecía el análisis más cáustico, describiendo la victoria de Corbyn como “Un paso más en la salida de Gran Bretaña de la escena mundial”:
“El hecho de que más de un cuarto de millón de miembros del Partido Laborista y votantes afiliados al partido acaben de elegir a un líder que culpa a Occidente de la agresión rusa contra Ucrania, que defiende fervientemente a cleptocracias represivas como la Venezuela chavista y que ha apoyado a grupos terroristas de todo el mundo –desde Irlanda del Norte a Iraq- en nombre del antiimperialismo, no puede menos que significar que están de acuerdo con él en esas cuestiones o, más probablemente, que a la mayoría de ellos les tiene sencillamente sin cuidado. Votaron a Corbyn por su política antiausteridad, su disposición a abrazar una alternativa socialista clara, incluida la nacionalización del transporte público y las compañías energéticas, y al hecho de que, a diferencia de otros candidatos del liderazgo, se niega a comprometer sus creencias por algo tan trivial como ser elegido primer ministro e implementar al menos de algunas de sus políticas.”
Pfeffer seguía describiendo a Corbyn como “miembro de pleno derecho de todas las causas de moda de la izquierda radical, incluyendo su incuestionable apoyo a quienes niegan el Holocausto y a los libelistas sangrientos siempre que sean ‘propalestinos’”.
No obstante, lo que resulta fascinante en ese artículo no es sólo la descripción de Corbyn sino el modo con que el principal medio informativo más a la izquierda describe a los votantes del Reino Unido con absoluto desdén. En opinión de Pfeffer, los votantes de Corbyn son unos ignorantes o no les interesa la política exterior de su país. Corbyn, proclama, “no habría sido elegido líder laborista con el mayor mandato personal en la historia del partido si no fuera por el hecho de que estas cuestiones sencillamente no les interesan a la inmensa mayoría de sus seguidores”.
La inquietante lógica que nutre el análisis de Pfeffer postula que para ser un actor en la escena mundial uno tiene que apoyar una corriente o agenda de derechas. Un líder no puede tener una agenda política compleja, desafiar al imperialismo, apoyar los movimientos anticoloniales ni patrocinar una agenda socialista internacional si él/ella quieren poder influir en la arena mundial. También revela sin querer que el enemigo más odiado del sionismo liberal es de hecho la izquierda internacionalista, no la derecha. Y, sin embargo, irónicamente, el intento de convertir en ilegítimo y ridículo el vocabulario político de la izquierda sugiere que esta constituye aún una amenaza viable.
Neve Gordon es autor de “Israel Occupation” y coautor de “The Human Right to Dominate”.
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