Cuando apareció Belén nada tenía que ver con ese lugar idílico imaginado: era una ciudad cercada por un muro coronado por torretas de vigilancia
Esta frase del encabezamiento podría parecer un sarcasmo, pronunciada en el próspero Occidente, pero en Belén no cantan los ángeles como en el conocido villancico, y en Beith Sahur el ángel no se aparece a los pastores sino más bien anuncia la inquietante llegada de alguna patrulla para detener de nuevo a la cooperante española de los Comités de Salud.
Belén, al igual que toda Palestina es una localidad maltratada por la ocupación del sionismo israelí. Y la música que a veces se escucha, no es la de ángeles cantores sino el zumbido de algún dron israelí vigilando a sus habitantes y, en su caso, lanzarles su mortífera carga.Leer más
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