Palabras inaugurales y video completo de la primera jornada
En más de una ocasión y con distintas formulaciones, el poeta palestino Mahmud Darwish dijo que Palestina ponía a prueba la conciencia de la humanidad. Afirmó, por ejemplo, que Yaser Arafat había devuelto el nombre de Palestina a la conciencia mundial, lo que, en la visión del líder palestino, desde luego menos metafórica que la del poeta, equivalía a convertir a Palestina en una realidad política insoslayable. Pero en la visión darwishiana Palestina es mucho más que una realidad histórica, social o política, pues cobra pleno sentido en la creencia de que existe una conciencia compartida de la humanidad, lo que podríamos considerar una suerte de intelecto material averroísta, esto es, Palestina es la potencialidad de que se materialice la humanidad.
Darwish hizo de Palestina una razón metafísica y existencial. Una de las características seminales de esta Palestina-mundo en potencia es la gurba, el extrañamiento y la desposesión que van más allá de las circunstancias palestinas concretas, o incluso árabes. Así, el moderno desarraigo es resultado de la fragmentación de la existencia capitalista, que ha sustraído al ser humano de su espacio y de su tiempo, le ha robado la soberanía sobre su cuerpo y ha profanado las leyes de la naturaleza y del intelecto. La negación de existencia del ser palestino que el genocidio nos ha rebelado es un trasunto de las sombras que pueblan la historia del presente.
Edward Said, junto con Mahmud Darwish el otro palestino universal, pronunció en 2003, poco antes de fallecer, una frase que figura en esta camiseta del grupo Teaching Palestine que me ha traído nuestra colega la profesora Rabab Abdulhadi. Es una idea especialmente pertinente hoy en este acto académico y de conciencia que acoge la Facultad de Ciencias Políticas de la UCM. Dijo Said: “El humanismo es la única resistencia, es más, diría que es la resistencia definitiva que tenemos contra las prácticas y las injusticias inhumanas que distinguen la historia de la humanidad”. No es esto un juego de palabras, no se trata de una boutade intelectual: traer hoy aquí estas palabras quiere ser un acto performativo de resistencia contra la indivisibilidad de la justicia que buscamos para Palestina.
Sin embargo, el soberanismo ultranacionalista israelí ha intentado aniquilar toda posibilidad de humanismo, en acto o en potencia. Para él, la mera presencia de los palestinos, su pertenencia a una humanidad compartida, pone en peligro los cimientos exclusivistas del Estado de Israel. Ahí está la limpieza étnica palestina como hecho sistémico, consustancial al proyecto sionista. O, dicho en otras palabras: la Nakba no fue solo un hecho histórico, un acontecimiento cerrado en el tiempo, pongamos que, en 1948, sino que es un proceso abierto, que no cesa, anteriores en varias décadas a esa fecha y hasta hoy. Ongoing Nakba fue la expresión que acuñó la política e intelectual Hanan Ashrawi en la Conferencia contra el Racismo de Durban (2001); nakba mustamirra es el título del reciente ensayo del novelista libanés Elias Khoury (2024) a propósito de la vivencia existencial palestina de una ‘nakba continua’.
Pero en lo referente a Palestina nada está escrito, nunca lo ha estado, por más que el sionismo lleve más de un siglo afanado en clausurar la historia. Y que contra esa clausura tengamos que estar aquí hoy. Matar la historia a base de mitología, tal es el empeño epistemológico del proyecto colonial sionista. Como proyecto colonial en actualización permanente, se ha ido acomodando a las necesidades cambiantes del mercado capitalista: de la rapiña del territorio en los años treinta del pasado siglo al dominio de las start-ups y la Inteligencia Artificial entrado el siglo XXI. Como proyecto ideológico, el sionismo ha retorcido las complejidades conceptuales del nacionalismo europeo: las nociones de pueblo y destino. El resultado es el Estado de Israel, que, como presagió hace cuarenta años Israel Shahak, una de las personalidades más heterodoxas de Palestina/Israel, es “un gueto completamente cerrado y belicoso, una Esparta judía”. Este nuevo gueto es una máquina colonial que dispone de armas nucleares y ejerce una violencia sistémica, con leyes de Ocupación, con apartheid y con una limpieza étnica que se apoderan de la vida y la muerte de los ilotas palestinos. Y desde 2023 es una máquina genocida que actúa con total impunidad. Pero la cosa no se queda ahí. El paradigma “Israel” se expande: en la actual hegemonía imperialista, Occidente se israeliza mientras el resto del mundo se palestiniza.
El paradigma “Israel” es un mecanismo colonial en el que la supremacía del ethos occidental busca perpetuar la subyugación del demos universal, algo que se viene desarrollando desde hace al menos cinco siglos. Para ello, Occidente igual moviliza viejos conceptos de las relaciones internacionales —el Estado (¿un Estado o dos Estados?, venimos escuchando como si ello fuera la piedra angular de la cuestión); el derecho internacional (¿derecho internacional humanitario?, ¿Convención de Ginebra? ¿crímenes de guerra?); la soberanía (¿de los pueblos? ¿de la confesión religiosa? ¿de los ciudadanos?— que resignifica artefactos conceptuales de intensidad variable (pueblo, nación, confesión, etnia).
Y aunque el panorama es devastador, las formas de resistencia que los palestinos y las palestinas articulan son especialmente vibrantes y sugestivas. Es lo que se conoce como sumud, la legendaria resiliencia/resistencia cotidiana palestina, que obra tanto hacia dentro de la propia sociedad como hacia fuera, interpelándonos a todos y empujándonos a actuar para salir del agujero-mundo capitalista. El sumud crea arraigo, y cada vez que pasa al acto se re-crea, se re-produce, como Hanzala, el chaval de 10 años siempre de espaldas creado un día de 1969 por el caricaturista Nayi al-Ali y que hoy quieren hacer pasar por un símbolo terrorista: en la camiseta que llevo, me cuenta Rabab, Hanzala tuvo que ser suprimido para que pudiera distribuirse en los campus de EEUU.
Palestina hoy está hecha añicos, fragmentada y a punto de desaparecer, enterrada bajo los estratos jurídicos, bélicos, políticos y económicos normalizados por Israel a fuerza de hechos consumados y crímenes impunes, todo ello con el apoyo directo de Occidente y sus adláteres árabes. En España, la denuncia de la complicidad con el genocidio nos ha traído estos dos días a la UCM. Porque no concebimos la vida académica sin justicia y reparación, y a ella queremos contribuir.
La normalización de la Ocupación y el apartheid, y ahora del genocidio, alcanza tanto a las minucias cotidianas como a la superestructura colonial. Todo la consagra. Sin embargo, los palestinos siguen resistiéndose a ser exterminados, obrando y proclamando su humanidad.
Palestina ha renacido de sus cenizas tras Karameh, tras Beirut, tras Oslo. Lo hará tras Gaza, a pesar de las contrarrevoluciones árabes y el apogeo de la ultraderecha mundial. La vida y la belleza que nos enseña la historia de la resistencia palestina son insolentes, son, parafraseando a Pasolini a propósito de las murallas de Saná, una vida y una belleza escandalosamente revolucionarias.
Hoy esperamos, con los palestinos y las palestinas, que el mundo, por fin, esté despertando a su causa, a la causa palestina, que es su propia causa: la causa de la humanidad.
Luz Gómez García (Madrid, 1967) es catedrática de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), ensayista, traductora y articulista. Forma parte de la Red Universitaria por Palestina.
El poema, NO ES FÁCIL SER PALESTINO, de la poeta Maya Abu al-Hayyat, ha sido traducido del árabe por Luz Gómez y se encuentra en el libro ‘MANERAS DE SER PALESTINA’, Antología de nuevos poetas palestinos, editado por Ediciones del Oriente y del Mediterráneo.
TRIBUNAL DE LOS PUEBLOS sobre la COMPLICIDAD con el GENOCIDIO PALESTINO en el ESTADO ESPAÑOL

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