Bombas no, crimenes de guerra sí
BDZ EUS 23 de septiembre de 2025
El pasado domingo, Mikel Jauregi,
Consejero de Industria del Gobierno Vasco, declaraba en una entrevista
concedida a El Correo Español que «CAF hace trenes, no bombas» y
que «Se están mezclando cosas que no se deben mezclar».
Decía el dramaturgo alemán Bertolt Brecht, en un poema que más tarde
versionaría Negu Gorriak, que hay muchas maneras de matar. «Pueden meterte un
cuchillo en el vientre. Quitarte el pan. No curarte de una enfermedad. Meterte
en una mala vivienda. Empujarte hasta el suicidio. Torturarte hasta la muerte
por medio del trabajo. Llevarte a la guerra». Israel viene décadas practicando
todas ellas, y muchas más que ni siquiera eran imaginables en los años 30 del
siglo pasado cuando Brech escribió sus versos. Hasta tal punto es así, que la
propia Asamblea General de NNUU ha acusado recientemente a Israel, tarde como
siempre, de crímenes de genocidio, algo que las palestinas llevan décadas
denunciado.
Seguramente, el señor Consejero no se habrá leído a Brech, ni habrá
escuchado a Negu Gorriak, pero debería de saber que hay muchas maneras de
matar, y que no siempre se mata con bombas. Se mata también con inanición,
enfermedad o expulsando violentamente a poblaciones enteras para construir
sobre sus tierras un ferrocarril que transportará a sus verdugos a los
territorios anexionados, contribuyendo así a la limpieza étnica. Por lo menos,
cabría esperar que, por el cargo político e institucional que ocupa, Jauregi se
hubiera leído el informe de la Relatora Especial de NNUU Francesca Albanese,
titulado “De la economía de la ocupación a la economía del genocidio”
que señala expresamente a CAF como una de las principales compañías que
colaboran con el genocidio israelí. CAF es colaborador necesario del genocidio
por su participación en la construcción de la línea de tranvía ligero que
comunica el casco urbano de Jerusalén con las colonias de Jerusalén este,
ilegales según la resolución 242 de NNUU. Se trata de un proyecto que vulnera,
además, la IV Convención de Ginebra, por facilitar la transferencia de
población de la potencia ocupante al territorio ocupado y dotar de
infraestructuras permanentes a asentamientos coloniales ilegales. No hacen
bombas, no, pero están cometiendo un crimen de guerra.
Quizá no fabrique bombas, no, pero existen muchas maneras de colaborar con
el genocidio, y CAF ha sido señalado por ello por las máximas instancias
internacionales. Pero además CAF, se está viendo cada vez más acorralada en el
ámbito comercial, viendo peligrar un contrato multimillonario en Bélgica por su
colaboración con el régimen israelí; en el ámbito político, siendo puesta en
duda su falta de ética por los máximos responsables del Gobierno Vasco que la
financian; y en el ámbito social, siendo repudiada por una cada vez mayor masa
social o clamorosamente señalada desde el mundo de la cultura, por ejemplo, por
la artista Itziar Ituño en la gala inaugural del Zinemaldia, por la escritora
Saioa Alkaiza, o por el rector de la UPV. En este contexto, resulta, pues,
completamente anacrónico y fuera de lugar el apoyo incondicional del Consejero
de Industria a una compañía cada vez más cuestionada y acorralada. Lo que
cabría esperar de él y del gobierno al que pertenece, es que actúen en
consonancia con el Derecho Humanitario Internacional, y con el sentir político
y social mayoritario de Euskal Herria, y retiren de manera inmediata la
participación de fondos públicos en el capital de la empresa, en tanto en
cuanto esta siga siendo señalada por NNUU como colaboradora necesaria del
genocidio

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