jueves, 7 de agosto de 2014

Israel ofende a la humanidad


Marcos Roitman RosenmannSociólogo y analista político
Los noticieros abren su programación con la cifra de muertos en Gaza; a continuación desagregan las víctimas entre población civil, niños y objetivos militares abatidos por el ejército israelí, suma y sigue, y acaban señalando las observaciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, los exhortos de Obama pidiendo a Israel un alto al fuego y la inacción de Europa. Así, día tras día. Ninguna sanción, bloqueo de cuentas, retirada de embajadores, suspensión de créditos o una condena formal al Gobierno de Israel por trasgredir la convención de Ginebra. Meros llamados de atención y recomendaciones.
La sensación de vivir en un mundo donde bombardear hospitales, escuelas, centros culturales, bibliotecas, guarderías, lanzar obuses y disparar contra la población civil queda impune es de impotencia. ¿Cual es el límite a la barbarie? El argumento para justificar los crímenes de guerra cometidos por Israel y regurgitado por sus aliados occidentales es simple: “El pueblo judío ha sufrido siglos de persecución, debemos ser comprensivos. Ahora les toca defender su territorio agredido por terroristas que les impiden vivir en paz”. ¿Alguien en su sano juicio puede creer que el Estado de Israel está en peligro?
Israel tiene derecho a defenderse, sí, como cualquier otro país que sea atacado militarmente y sus invasores pretendan aducir el derecho de conquista para someter a su población y esclavizarla. Pero no es el caso. La autoridad palestina no pretende anexionarse Israel, como hizo Alemania con Austria en marzo de 1938. Tampoco parece probable que los palestinos invadan territorio israelita, cuyos límites, por el contrario, suman tierra conquistada al pueblo palestino tras la guerra de los seis días en 1967 y la guerra de Yom Kipur en 1973. En dichos territorios, Israel ha establecido colonias y asentamientos ilegales, construido un muro, el de la vergüenza, y sometido a control político-militar a la población en Gaza y Cisjordania. Asimismo, con el argumento de vivir continuamente en guerra, Israel incrementa su potencial bélico, posee la bomba atómica, tiene armamento de última generación, drones, misiles de largo alcance y una fuerza aérea y naval sobredimensionada. En contraposición, la Autoridad Palestina tiene milicias, cuerpos policiales, un arsenal militar obsoleto y de corto alcance. La asimetría es total. No hay donde perderse, no existe guerra ni hay razón para atacar a la población de Gaza con el odio y la inmisericordia de la que hace gala Israel.
Si los crímenes del nazi-fascismo ofendieron a la humanidad y fueron juzgados por un tribunal ad hoc, Nuremberg, Israel toma el relevo y nos ofende. Tal vez sea la hora de imputar a los dirigentes israelitas como responsables de crímenes de lesa humanidad. En este sentido, el holocausto nazi-fascista se tipificó como un agravio contra el ser humano, una negación de la dignidad, es decir una deshumanización que anulaba la condición humana. El tamaño del horror y los testimonios de la barbarie nazi levantaron la voz de un nunca jamás. La naciente comunidad internacional se comprometió a sancionar y juzgar tales crímenes donde el peligro de genocidio, etnocidio o crímenes de guerra se produjesen. Sobre ellos recaería todo el peso de la ley. Las sanciones debían ser ejemplares. Sus responsables detenidos, juzgados y condenados. Pero en su fuero interno, pareció hacer excepciones, salvo que el imputado fuese Israel y las potencias hegemónicas.
Gaza es hoy un campo de concentración y exterminio, los hornos crematorios y cámaras de gas han trasmutado en bombardeos aéreos, obuses y drones. Hoy, la “solución final” se aplica de manera velada al pueblo palestino bajo la doctrina Dahiya, que habilita al ejército israelí a considerar objetivos militares a la población civil, escuelas, hospitales y patrimonio cultural, con la finalidad de aumentar el grado de sufrimiento. Pensar que cualquier persona o infraestructura en Gaza es un objetivo militar traspasa cualquier consideración de tipo ideológico y moral, por no decir ético. ¿Cuál es el límite de sufrimiento y muerte fijado por Naciones Unidas y los países occidentales para el pueblo palestino y no llamarlo genocidio? ¿Cuál es la distancia que separa una operación de castigo de un genocidio y crímenes de guerra?
La comunidad internacional debe actuar o será cómplice de crímenes de lesa humanidad, si ya no lo es. Repito, Gaza se ha transformado en un gran campo de exterminio y muerte, un gueto, donde no hay compasión y el grado de sufrimiento es llevado al límite para crear la sensación de no ser nada, salvo despojo. Primo Levi, un sobreviviente del Holocausto, relata en su Trilogía de Auschwitz: “No hay donde mirarse, pero tenemos delante nuestra imagen, reflejada en 100 rostros lívidos, en cien peleles miserables y sórdidos… Entonces, por primera vez, nos damos cuenta de que nuestra lengua no tiene palabras para expresar esta ofensa, la destrucción de un hombre. En ese instante, con intuición casi profética, se nos ha relevado la realidad: hemos llegado al fondo. Más bajo no puede llegarse: una condición humana más miserable no existe, y no puede imaginarse. No tenemos nada nuestro: nos han quitado las ropas, los zapatos, hasta los cabellos; si hablamos no nos escucharán, y si nos escuchasen no nos entenderían. Nos quitarán hasta el nombre, y si queremos conservarlo deberemos encontrar en nosotros la fuerza de obrar de tal manera que, detrás del nombre, algo nuestro, algo de lo que hemos sido permanezca.”
Hoy, Israel aplica la misma política que las autoridades del Tercer Reich desplegaron para justificar la supremacía de la raza aria y el pueblo alemán. Sólo que lo hacen en nombre del pueblo de Sion. Nos ofenden.

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