La labor de zapa de Marruecos en América Latina contra el pueblo del Sáhara Occidental
Luis Portillo Pasqual del Riquelme (*)
Con gran aflicción recibimos la noticia de que el Gobierno de la República hermana de Panamá ha suspendido sus relaciones diplomáticas con la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) que había reconocido allá en 1978, cuando se convirtió en el primer país de Latinoamérica en honrar ese reconocimiento de la institución fundamental del pueblo saharaui.
Esa triste noticia me hace recordar que ya en 2007, en un artículo titulado “La legalidad internacional no es una utopía”, refiriéndome a las artimañas de Marruecos y a las falacias de sus apologetas, señalaba:
«Si Marruecos ha obstruido sistemáticamente un referéndum transparente y justo es porque sus gobernantes temen perderlo. Niegan así, de antemano, suprimiéndola de la realidad, la pretendida utopía (la legalidad internacional y, en su caso, la independencia), al tiempo que mantienen al pueblo saharaui en la más indigna de las condiciones de vida, el destierro y la miseria. Esperan así ganar tiempo, agotar y desmoralizar a los saharauis, alienar la memoria histórica de las jóvenes generaciones, vencer por extenuación a todo un pueblo, con la vana esperanza de que, finalmente, sucumbirán y aceptarán lo que les echen, hundidos en las contradicciones que los obstáculos torticeros generan».
Esas contradicciones --derivadas de la invasión y ocupación marroquí— se referían, entre otras muchas, a los problemas de desarrollo de las nuevas generaciones de ciudadanos saharauis, constreñidos por todo tipo de limitaciones materiales, sin poder aplicarse plenamente a la construcción democrática de su Estado invirtiendo en el mismo los conocimientos y titulaciones universitarias adquiridas en universidades de otros países y teniendo que emigrar lejos de su tierra criminalmente usurpada. Por no hablar de la difícil supervivencia cotidiana de cientos de miles de familias saharauis.
Y entre esos obstáculos torticeros señalados en aquel temprano artículo que el diario El País no quiso publicar, hay que destacar la permanente labor de zapa e intoxicación del régimen alauita en varios países de Latinoamérica. Pero no solo allí, por supuesto; también en Estados Unidos, en los países de la Unión Europea y en las propias instituciones de la UE. Al igual que sucede con todo lo relativo a los TT.OO. del Sáhara Occidental ocupados por Marruecos, la noticia de la suspensión de las relaciones diplomáticas del Gobierno panameño con la República Saharaui ha pasado desapercibida para mucha gente. Pero no para los miles de ciudadanos saharauis que malviven como pueden en esos TT.OO., en los campamentos de personas refugiados de Tinduf o en la diáspora, desperdigados por muchos países de Europa y del resto del Mundo, desarraigados y apátridas por culpa de Marruecos, ante la indiferencia de la denominada comunidad internacional.
Todo ello, consecuencia de la ocupación militar marroquí, de la política alauita de segregación contra los saharauis y de un sinfín de obstáculos torticeros, empezando por la obstaculización del referéndum de autodeterminación mandatado por la ONU y que debiera haber llevado a la práctica la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental (MINURSO), creada para ese fin en 1991 y convertida hoy en un mecanismo más de ocupación del territorio. Absolutamente ineficaz en la implementación de sus objetivos, pero plenamente eficaz al servicio del ocupante marroquí.
Visto desde fuera, para quienes no están al tanto de las tropelías del majzén alauita y de los tejemanejes del lobby promarroquí español, la injusta medida adoptada por el actual Gobierno panameño puede parecerle una noticia anodina, una gota de agua en el océano de noticias que circulan aceleradamente por los múltiples canales informativos (y, también, tóxicos y de desinformación promovidos por los tentáculos alauitas).
Pero no es así, no es nada anodina. Responde a la permanente labor de zapa y de compra de voluntades de políticos, periodistas, académicos, funcionarios mediocres, ocupantes de sillones ministeriales que envían documentos al BOE atribuyendo marroquinidades “por error”, e incluso dirigentes a quienes les espían el móvil con el programa Pegasus; una tarea que viene realizando sistemáticamente Marruecos, ya sea de forma soterrada o a empellones, con su política de sobornos y prebendas –la política de la chequera— desde que invadiera la mayor parte del Sáhara Occidental tras el infame chantaje de la Marcha Verde –reconocido como tal por el propio Hasán II—y los no menos infames e ilegales Acuerdos Tripartitos de Madrid, firmados en el palacio de La Zarzuela --con el aval del actual Emérito—por el último Gobierno de la dictadura franquista y todavía hoy sin abolir, y sin que los documentos pertinentes hayan sido “desclasificados” y puestos a disposición del público casi 50 años después.
El caso de Panamá no es el primero en el continente latinoamericano, ni quizás sea el último…, visto lo visto. Pues no hace mucho nos llegaba una noticia similar desde la República hermana de Ecuador, una decisión de otro gobierno neoliberal --como el de la ‘conservadora’ Dina Boluarte en Perú-- comprado con las promesas y los dineros que Marruecos obtiene de las riquezas que saquea en los territorios ocupados del Sáhara Occidental.
La labor de zapa de Marruecos –acontecimientos o eventos aparentemente casuales, triviales e inconexos entre sí—siempre va acompañada de buenas cantidades de dinero y otras prebendas, como ya quedó demostrado desde un principio con la huida y deserción del incalificable Jalihenna uld Rachid, marioneta de Madrid y Rabat y premiado con el pago de Marruecos a los traidores.
¡Qué diferencia con la grandeza de otros dirigentes latinoamericanos, como el presidente Gustavo Petro de Colombia, quien, sensible a los lazos de una misma lengua y a las similitudes derivadas de una misma herencia colonial de la metrópoli española, y en la perspectiva de un futuro de libertad e independencia para el pueblo saharaui, sugirió ante el monarca Felipe VI, el presidente Pedro Sánchez y su ministro de Exteriores, José Manuel Albares, que se permitiera a la nación saharaui –y a otros países africanos-- participar como miembro observador en las Cumbres Iberoamericanas! Un estatus perfectamente factible, puesto que la comunidad iberoamericana ya contempla la figura de observador asociado y consultivo desde el año 2009, estatus del que ya gozan doce países, entre ellos Marruecos desde 2010.
Y a esa constante labor de zapa e intoxicación de las huestes alauitas, se añade el ferviente trabajo corrosivo del propio lobby español, con Felipe González (FG) a la cabeza (“hay que encapsular el tema del Sáhara”), como embajador de los intereses de Marruecos, y sus ilustres seguidores marrocosocialistas (Rodríguez Zapatero, José Bono, López Aguilar, …) agrupados en torno al grupúsculo encomendado por Marruecos al desertor y renegado expolisario Hash Ahmed, figurante principal de una organización pantalla de Marruecos, como desveló el CNI español y publicó el nada sospechoso diario El País. Marruecos, a diferencia de Roma, sí paga traidores. El hoy tránsfuga promarroquí y amigo de Rodríguez Zapatero (o viceversa), Hash Ahmed, tan solo hace unos años echaba pestes del lobista Felipe González --“convertido en un embajador al servicio de Marruecos”-- y desvelaba los esfuerzos de FG ante el presidente de Chile, Eduardo Frei, para evitar que el Gobierno chileno reconociera a la República Saharaui. ¡Cosas veredes, amigo Sancho! Y estas gentes se llaman ‘socialistas’ y se quedan tan tranquilos. Hoy, el señor Hash Ahmed recorre el mismo camino que el Sr. FG. Poderoso caballero es Don Dinero.
Ya ha sido ampliamente divulgado –pero no es suficientemente conocido— el ímprobo trabajo de zapa de FG en favor de sus amigos alauitas y en contra del pueblo saharaui, al que traicionó miserablemente --también al pueblo español--, como hiciera igualmente el entonces futuro jefe del Estado, Juan Carlos de Borbón, para obtener la aquiescencia del omnipresente amigo americano a la dinastía borbónica, entregando al pueblo saharaui a cambio de ceñir en su real testa la corona traspasada ilegítimamente por el dictador Francisco Franco.
También tenemos en la memoria el vejatorio y humillante trato dispensado por el Gobierno reaccionario de Perú a la ciudadana saharaui Jadiyetu El Mohtar, negándole la entrada en esa República hermana y reteniéndola miserablemente –de forma humillante y vejatoria—en el aeropuerto de Lima, una situación que conviene airear para que se sepa qué clase de gobernantes tiene Perú. Ese comportamiento rastrero y miserable nos trajo a la memoria, por sus similitudes, la situación vivida hace años por la valiente ciudadana saharaui Aminetu Haidar en el aeropuerto de Lanzarote, con los intentos de soborno del entonces presidente Rodríguez Zapatero y su ministro de Exteriores Miguel Ángel Moratinos, como ha recordado recientemente la abogada y presidenta de IAJUWS (Asociación Internacional de Juristas por el Sáhara), Inés Miranda, en las Jornadas celebradas en el Congreso de los Diputados, en Madrid, bajo el título acusador “¡Sin Expolio no hay Ocupación!”. Los gobiernos de esos países latinoamericanos, en lo que atañe al Pueblo Saharaui y al Sáhara Occidental, han claudicado del respeto de los derechos humanos y la legalidad internacional.
Y ello nos duele aún más por las similitudes que acercan a los pueblos latinoamericanos y al sufrido pueblo saharaui, como son la lengua y la herencia común de la dominación española. El pueblo saharaui es el único de todo el Magreb que conserva el idioma español como segunda lengua oficial, con lo que ello supone para estrechar los lazos culturales y humanos que Marruecos trata de eliminar, de consuno con los chovinistas galos, siguiendo su burda lógica colonialista en pleno siglo XXI.
Las naciones latinoamericanas se independizaron de España en las primeras décadas del siglo XIX, cuando todavía España no había iniciado siquiera la colonización de lo que después se llamaría Sáhara Español y actualmente Sáhara Occidental, cuya descolonización apremió la ONU desde la década de 1960, especialmente a raíz de la importantísima Resolución 1514, que induciría la descolonización de muchas naciones africanas, hoy independientes. Y ahora, algunos de los gobiernos de esos países, como Panamá y Ecuador, que lograron independizarse de España como el resto de repúblicas latinoamericanas, pretenden negar ese mismo derecho a la independencia al heroico pueblo saharaui, la última colonia aún pendiente de descolonización en África. Marruecos paga esos sobornos a políticos y dirigentes con los beneficios que extrae de la explotación, saqueo y exportación de los recursos naturales del Sáhara Occidental ocupado.
Los gobiernos derechistas y neoliberales latinoamericanos --sobornados con dineros, prebendas y promesas-- se han ahormado con sumo gusto a la decisión unilateral del delincuente presidente estadounidense Donald Trump, quien en los estertores de su anterior mandato presidencial perpetró la maniobra preparada por su yerno Jared Kushner –“
el judío más influyente del mundo”, según sus propios congéneres-- saltándose a la torera la legalidad internacional y la doctrina jurídica onusiana de la descolonización al declarar unilateralmente la soberanía de Marruecos sobre el territorio del Sáhara Occidental a cambio de la “normalización” de las relaciones (que siempre existieron ‘bajo cuerda’) entre Marruecos e Israel; el Estado sionista del Israel de Netanyahu, que está aniquilando al pueblo palestino (y al libanés) y contra quien el Tribunal Penal Internacional (TPI) acaba de dictar una orden de detención internacional.
el judío más influyente del mundo”, según sus propios congéneres-- saltándose a la torera la legalidad internacional y la doctrina jurídica onusiana de la descolonización al declarar unilateralmente la soberanía de Marruecos sobre el territorio del Sáhara Occidental a cambio de la “normalización” de las relaciones (que siempre existieron ‘bajo cuerda’) entre Marruecos e Israel; el Estado sionista del Israel de Netanyahu, que está aniquilando al pueblo palestino (y al libanés) y contra quien el Tribunal Penal Internacional (TPI) acaba de dictar una orden de detención internacional.
Ahora, el presidente electo Donald Trump ha elegido a su consuegro, Charles Kushner, como próximo embajador de Estados Unidos en Francia. El padre de Jared Kushner —esposo de la hija de Trump, Ivanka, y consejero áulico de su primera presidencia (2017-2021)— tiene antecedentes penales: fue condenado en 2005 a dos años de cárcel (la máxima pena que podía recibir en virtud de un acuerdo con la fiscalía) por un fraude multimillonario y financiación ilegal de la campaña de Trump, pero este le indultó en diciembre de 2020, en la recta final de su primer mandato en la Casa Blanca; otra tropelía presidencial made in USA, como atribuir la soberanía del Sáhara Occidental a Marruecos porque sí. El consuegro del presidente electo se declaró culpable de 18 cargos, entre ellos los dos citados y otro de manipulación de testigos. Estos son los personajes y tales sus tejemanejes.
Después de más de medio siglo desde que la Asamblea General de la ONU exigiera la descolonización del Sáhara entonces español y el Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) emitiera el dictamen de la Opinión Consultiva solicitada por el propio Gobierno marroquí, dejando probado que no existía vínculo alguno de soberanía territorial entre Marruecos y el Sáhara Occidental, ahora (2020), de buenas a primeras, el expresidente convicto Donald Trump proclama unilateralmente esa soberanía marroquí. Para colmo, aduciendo como pretendida justificación ante la ciudadanía estadounidense que Marruecos fue el primer país del mundo en reconocer la independencia de Estados Unidos (una fake news que Marruecos difunde por doquier en Internet y donde haga falta). Lo cual es radicalmente falso, como reconocen los documentos oficiales del propio Gobierno de los EE. UU (el primer país fue Francia; España, el tercero; el sultanato de Marruecos fue solo el noveno país, por orden cronológico:
«Morocco was one of the first countries to recognize the newly independent United States. Morocco formally recognized the United States by signing a treaty of peace and friendship in 1786. Full diplomatic relations began in 1905». (U.S. Department of State, “U.S. Relations With Morocco”). Por orden cronológico, el Sultanato de Marruecos solo estableció relaciones formales con Estados Unidos en 1786, después de Francia (1778), Países Bajos (1782), España (1783), Suecia, Gran Bretaña, Brunswick-Lüneburg (el entonces Reino de Hanover), los Estados Pontificios y Prusia (1785). Es decir, en el noveno lugar (“The First Countries to Diplomatically Recognize the United States”, Journal of the American Revolution (JAR), May 10, 2018).
Y eso, sin tener en cuenta que Francia y España estuvieron combatiendo junto a los rebeldes, prestaron una valiosísima y cuantiosa ayuda de todo tipo y tuvieron un papel decisivo (¡decisivo!) en el final victorioso de la Guerra de Independencia americana contra Gran Bretaña. Por tanto, mucho antes de que tuviera lugar el mencionado reconocimiento formal (que España estuvo retrasando para no alentar a sus propias colonias y para tratar de recuperar Gibraltar de la Corona Británica). El apoyo de España a la independencia de las 13 colonias se saldó con la pérdida de 30 barcos y 9.000 soldados. En cambio, no hay noticias de que hubiera un solo marroquí en esa guerra. Esperemos que algún asesor de Trump tome nota y le invite a corregir su mala información, lo cual es mucho esperar, por supuesto
Tras la independencia de las 13 colonias, los países latinoamericanos se independizarían de España a partir de 1810. Marruecos se independizó de Francia y España en 1956; Argelia, de Francia en 1954 y Mauritania, en 1960; aunque Marruecos estuvo 10 años sin reconocer al Estado mauritano, hasta 1970, reivindicando todo su territorio como parte de su “Gran Marruecos”, pretensión de la que ya solo le queda el territorio del Sáhara Occidental, dependiente éste de los vaivenes del Tío Sam, que sigue mangoneando en todo lo que considera sus patios traseros. Pero ahora, los gobernantes de algunos de esos mismos países latinoamericanos que se independizaron de España le niegan la independencia, legítima, al pacífico pueblo saharaui y claudican ante las argucias y sobornos del colonialismo marroquí, también, seguramente, con algún empujoncito yanqui. Han interiorizado la victoria del convicto Donald Trump y se han decantado decididamente por el caballo ganador de la era Trump-Netanyahu; el primero, con un montón de cargos por delitos, pero gloriosamente impune…, de momento. Y el segundo, con una orden de arresto internacional dictada nada menos que por el Tribunal Penal Internacional (TPI). Ambos personajes, estrechos aliados de Marruecos. Y los emisarios alauitas, contándoles “las mil y una noches” a ciertos políticos y dirigentes latinoamericanos, entusiasmados por disfrutar unas suntuosas vacaciones pagadas en el país de Mohamed VI, mientras éste disfruta de las suyas en París, en el ·París para los señoritos”, ¿recuerdan?
El camino hacia la libertad ya lo señaló el Premio Nobel de la Paz Nelson Mandela, como también otros muchos luchadores: por desgracia, solo la lucha armada permitirá acceder a la libertad…, ante la tozudez de la potencia colonial y su represión salvaje (Frantz Fanon, “Los condenados de la Tierra”). Incluso la Carta de la ONU reclama el uso de las armas para los pueblos subyugados por el colonialismo, como es el pueblo saharaui. Y la obligación de todos los países miembros de la Organización de respetar la legalidad internacional, incluido el apoyo a la lucha de liberación de los pueblos colonizados.
La deriva promarroquí hoy de los países latinoamericanos citados es tanto más grave por cuanto que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), la más alta instancia judicial de la UE, acaba de sentenciar, ahora ya de forma definitiva e inapelable, que el Sáhara y Marruecos son dos territorios distintos y separados, y que cualquier decisión respecto a sus recursos naturales o su futuro precisa del consentimiento del pueblo saharaui, en concordancia con la doctrina de la descolonización y los Principios de la Carta de la ONU.
NUESTRA TAREA no es ocultar esa deriva trumpista, cobarde y venenosa, sino denunciarla, sacar a la luz las verdaderas maniobras subyacentes y combatir con la ley en la mano el yugo colonial, precisamente ahora que la máxima autoridad judicial de la UE ha vuelto a dar la razón al pueblo saharaui y a su representante legítimo, el Frente Polisario. Y aún más, ahora que nos ha dejado quien, con su trabajo infatigable, logró esa gran victoria del y para el pueblo saharaui: Gilles Devers, un modesto abogado insobornable, abnegado defensor de ambas causas justas, la palestina y la saharaui, que, al conocer la victoria saharaui ante el Tribunal de la UE frente a sus poderosos enemigos, exclamó: ”¡Ya puedo morir tranquilo!”. Desde luego, bien merecido tienes ese descanso, Gilles. Como ha escrito alguien, nosotros, en lugar de venirnos abajo con tu partida, redoblaremos nuestra determinación y nuestro compromiso.
Las palabras de despedida de un excombatiente saharaui del Frente Polisario a este defensor de los pueblos oprimidos no pueden ser más expresivas y profundas: “Todos dejamos una huella en nuestra familia, en nuestras amistades y en nuestros conocidos cuando partimos; pero dejar una gran Huella en dos Pueblos, el Saharaui y el Palestino, pocos lo consiguen. Gilles Devers (D.E.P.) consiguió dejar una huella bien visible en la historia de estos dos Pueblos.“ Estas líneas van por ti, querido Gilles, y por todos aquellos que te han precedido en la lucha por la Justicia, la Libertad y la Paz.
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(*) Luis Portillo Pasqual del Riquelme es doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid (España), antiguo profesor de Estructura Económica Internacional en la Universidad Autónoma de Madrid, miembro del Centro de Estudios sobre el Sáhara Occidental (CESO) de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) y del Movimiento por los Presos Políticos Saharauis (MPPS) en cárceles marroquíes. Autor de En defensa de la Causa Saharaui. Testimonios de denuncia, resistencia y solidaridad (Editorial Círculo Rojo, nov. 2024).
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